Cronista del horror
Cuando en 1995 se publicaron en Alemania los dos tomos de diarios del jud¨ªo alem¨¢n Victor Klemperer (1881-1960) correspondientes al periodo nacionalsocialista, la acogida fue extraordinaria. El ¨¦xito se internacionaliz¨® con su traducci¨®n al ingl¨¦s y, con ello, el nombre de Klemperer, tal como en su d¨ªa el de Ana Frank, se convirti¨® en s¨ªmbolo de la resistencia del "individuo privado" contra la aplastante maquinaria del terror instituido por un Estado criminal.
En Espa?a conocemos ya su obra LTI, un estudio devastador del lenguaje en el Tercer Reich (Min¨²scula), conocido en Europa, desde su publicaci¨®n en 1947, como una joya del antitotalitarismo. Los dos vol¨²menes que ahora aparecen, en excelente traducci¨®n de Carmen Gauger, enriquecen incluso la cuidada alemana, pues la traductora ha a?adido a las numerosas notas del original otras dirigidas al lector hispanohablante.
QUIERO DAR TESTIMONIO HASTA EL FINAL. DIARIOS 1933-1941 DIARIOS 1942-1945
Victor Klemperer
Traducci¨®n de Carmen Gauger
Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores. Barcelona, 2003
891 y 971 p¨¢ginas 28,90 y 29,90 euros
La experiencia de Klemperer dista mucho de ser una historia m¨¢s de supervivencia en un campo de concentraci¨®n. Junto a su esposa Eva Schlemmer, una mujer "aria" que rehus¨® divorciarse de su marido cuando las autoridades la invitaron a ello, este hombrecillo l¨²cido y observador padecer¨ªa un calvario sin salir de su propia ciudad, Dresde. All¨ª impart¨ªa clases de filolog¨ªa rom¨¢nica hasta que en 1935 las leyes raciales antijud¨ªas lo obligaron a jubilarse.
En 1933, cuando Hitler acce-
di¨® al poder, el Klemperer era respetado entre sus colegas y alumnos. Benedetto Croce afirm¨® que era el "t¨ªpico profesor alem¨¢n": serio y eficaz; limitado en cierto sentido, pero excelente dentro de los m¨¢rgenes de su especialidad. Antes de habilitarse en M¨²nich con el c¨¦lebre romanista Karl Vossler, trabaj¨® como periodista y escritor independiente, publicando incluso algunos vol¨²menes de relatos breves.
Klemperer comenz¨® a escribir dietarios en 1897, siendo empleado en una tienda de complementos. En un principio, anotaba los argumentos para futuras novelas; m¨¢s adelante, fueron un vivero de observaciones e ideas, tan esenciales para su formaci¨®n como el estudio y la lectura. Acostumbrado, pues, a escudri?ar la realidad con ojos de experto, que extrae de cuanto acontece lecciones para su propia formaci¨®n intelectual, y gran lector de pensadores franceses como Montesquieau, Rousseau o Voltaire, Klemperer se aferr¨® a sus anotaciones diarias al llegar la barbarie. Con tenacidad, a veces de manera telegr¨¢fica y otras a modo de relato recopilatorio de varios d¨ªas, tomaba nota, sobre todo, del horror que lo rodeaba en un mundo que se hab¨ªa vuelto loco. Su testimonio documenta por primera vez de forma exhaustiva el infierno de la vida cotidiana en el Tercer Reich.
Gracias a su condici¨®n de jud¨ªo "privilegiado", merced a que su matrimonio fue catalogado como "mixto" por los nazis, el profesor goz¨® de cierto respiro en los primeros a?os del r¨¦gimen. Al amparo de esa circunstancia favorable aunque provisional, Victor Klemperer escudri?¨® con suma clarividencia la demencia nacionalista que convirti¨® a un pa¨ªs civilizado en una c¨¢rcel. Su diagn¨®stico, mediante el que trata de comprender la naturaleza del r¨¦gimen totalitario a trav¨¦s de los inquietantes signos externos que observaba a su alrededor, constituye uno de los an¨¢lisis m¨¢s l¨²cidos del nazismo y, por extensi¨®n, de cualquier r¨¦gimen totalitario.
Hitler y sus "pat¨¦ticos brami-
dos de predicador" obnubilaron a las masas que, enceguecidas, ignoraban lo que se les avecinaba. "Impresiona ver c¨®mo, d¨ªa tras d¨ªa, sin el menor rebozo, salen en calidad de decretos la pura fuerza bruta, la violaci¨®n de la ley, la m¨¢s repugnante hipocres¨ªa", escribe Klemperer, quien tambi¨¦n advirti¨® la verdadera esencia del nazismo. Con su fanfarroner¨ªa cervecera, sus proclamas grandilocuentes y esl¨®ganes facilones, los nazis eran tan s¨®lo una banda de criminales y acomplejados que viv¨ªan en un mundo autista y exento de matices. Su proverbial incultura se opon¨ªa por antonomasia a la tradici¨®n de la gran cultura alemana. Klemperer, que se sent¨ªa alem¨¢n hasta la m¨¦dula, proclam¨® con desd¨¦n que los nazis no eran alemanes, sino los ¨²nicos enemigos de Alemania.
D¨ªa a d¨ªa, la vida de los Klemperer se torn¨® m¨¢s angustiosa. Una serie de paulatinas prohibiciones absurdas -desde pasearse por parques p¨²blicos, comprar flores, fumar, viajar en autob¨²s o en taxi, escribir, leer, poseer animales de compa?¨ªa o coser y cortarse el cabello- convirti¨® la existencia del matrimonio en una prolongada tortura. Se les priv¨® de su casa y de su coche -a los jud¨ªos se les retir¨® el carnet de conducir-, as¨ª que tuvieron que trasladarse con todas sus pertenencias a una "casa de jud¨ªos". Las apasionadas lecturas a escondidas as¨ª como sus anotaciones, que Eva ocultaba despu¨¦s arriesgando la vida, mantuvieron a Klemperer con ¨¢nimos para seguir resistiendo. Sab¨ªa que su tarea se sustentaba en un imperativo moral: dar testimonio.
Los diarios concluyen en junio de 1945, con una Dresde devastada bajo toneladas de bombas aliadas. La hecatombe de la ciudad signific¨® la salvaci¨®n de los Klemperer, que un d¨ªa u otro habr¨ªan sido deportados a un campo de exterminio. Al terminar la guerra recuperaron sus propiedades y el profesor volvi¨® a impartir sus clases. Inducido por el odio a los nazis, por reacci¨®n, ingres¨® en el Partido Comunista, aunque temiendo que, con el tiempo, el r¨¦gimen prosovi¨¦tico fuera a diferenciarse poco del hitleriano. Tras observar en la calle un enorme cartel del "Mariscal Stalin", Klemperer anot¨® con agrio escepticismo: "Muy bien podr¨ªa ser Hermann G?ring". Pero esto pertenece ya a otra nueva ¨¦poca de su vida y a los diarios de 1945-1959.
'In lingua veritas'
APARTE DE la narraci¨®n de los penosos avatares cotidianos, quiz¨¢ lo m¨¢s aleccionador de los diarios de Klemperer sean sus singulares reflexiones sobre el lenguaje del Tercer Reich. El perspicaz profesor comprendi¨® enseguida que la m¨¢s sutil de las estrategias del nuevo r¨¦gimen para dominar a la opini¨®n p¨²blica y la mente del ciudadano privado consist¨ªa en acu?ar nuevos t¨¦rminos ling¨¹¨ªsticos que, poco a poco, iban inocul¨¢ndose en los cerebros de todos -v¨ªctimas y verdugos- como m¨ªnimas dosis de ars¨¦nico, a largo plazo tan letales como la fuerza bruta de las ¨®rdenes y los decretos.
Un gobierno sustentado en las mentiras propaladas por un partido pol¨ªtico de una ideolog¨ªa basada en la ficci¨®n y la irrealidad ten¨ªa que recurrir a un lenguaje totalizador que otorgase visos de credibilidad a una pol¨ªtica criminal. Klemperer desenmascar¨® el enga?o ideado principalmente por el doctor Goebbels, el ministro de Propaganda de Hitler y, curiosamente, tambi¨¦n fil¨®logo de formaci¨®n.
"El lenguaje del Tercer Reich no me deja en paz", escribir¨¢ el futuro autor de LTI. "La verdad habla por s¨ª misma, pero la mentira habla por la prensa y la radio". Ahora bien, como Klemperer sab¨ªa que la misi¨®n de la lengua es "sacar la verdad a la luz" y que todo lenguaje, aunque sea a trav¨¦s de mentiras, "descubre la verdad", confiaba que s¨®lo analizando los nuevos t¨¦rminos, desde las consignas hasta las siglas que invadieron la naci¨®n por doquier, extraer¨ªa la "esencia criminal del hitlerismo", cuya hybris medular era el "odio de aldea contra el rascacielos". As¨ª, frente al sinsentido de la ideolog¨ªa nazi, Klemperer se aferr¨® al uso de las palabras acu?adas por la tradici¨®n, el s¨ªmbolo evidente de la vida real. Se esmer¨® por escribir con exactitud, en buen alem¨¢n correcto y fiable: evitando usar las capciosas palabras de los nuevos amos eludir¨ªa sus trampas y podr¨ªa vencerlos.
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