El tiempo se agota en el ?frica austral
Mozambique y Zimbabue se encuentran devastados tras dos a?os de sequ¨ªa
No hay ma¨ªz en el granero de Magdalena. Ni ma¨ªz ni mandioca ni arroz. Las reservas de comida se acabaron hace meses y en la caba?a realzada que le sirve de almac¨¦n no hay m¨¢s que tres latas de conserva con el sello de Naciones Unidas. El granero vac¨ªo de Magdalena es uno de los miles que aguardan la llegada de una buena cosecha en el sur de Mozambique. Si ¨¦sta no llega a tiempo, y todo indica que no lo har¨¢, 950.000 personas no tendr¨¢n nada m¨¢s para comer que lo que puedan recibir de la cooperaci¨®n internacional.
Diez millones de personas en seis pa¨ªses del ?frica Austral sufren hoy los efectos de la hambruna. La situaci¨®n, lejos de mejorar, se degrada d¨ªa a d¨ªa, sobre todo en Zimbabue y Mozambique, donde los expertos no recuerdan una sequ¨ªa como la actual desde 1982. Malaui, Zambia, Lesoto y Suazilandia tambi¨¦n afrontan una crisis alimentaria que desde hace un a?o tiene en vilo a la ONU.
La sequ¨ªa acabar¨¢, pero el sida se ceba con los hombres j¨®venes que deben traer la comida
Y en medio est¨¢ el sida, la desastrosa epidemia que afecta a un tercio de los zimbabu-enses y a casi una cuarta parte de los mozambique?os. Es en el campo donde la plaga adopta mayores proporciones: cultivos abandonados, hombres sin fuerzas y mujeres cuidando de los enfermos. "Es algo muy serio que debemos afrontar", explica Jennifer Abrahamson del Programa Mundial de Alimentos (PMA).
"Debemos encontrar la forma para que la gente vuelva a trabajar en el campo", afirma esta especialista que todav¨ªa no acaba de creer que Zimbabue, el antiguo granero de ?frica, se haya quedado sin comida. "En anteriores emergencias, hasta hace dos o tres a?os, compr¨¢bamos comida a Zimbabue para distribuirla por todo el continente: ahora no tienen ni para comer ellos", dice Abrahamson. Adem¨¢s del sida y la sequ¨ªa, Zimbabue afronta una inestabilidad pol¨ªtica que ya ha causado el exilio de buena parte de los antiguos propietarios agr¨ªcolas, en su mayor parte blancos.
Tambi¨¦n Mozambique pasa por estrecheces. En las calles de Maputo se ven los efectos de la sequ¨ªa. "En 2000 tuvimos las inundaciones que dejaron 2,8 metros de agua dentro del hospital, pero ahora los campos est¨¢n secos y muertos", explica Mar¨ªa Elisa Verd¨², una monja alcoyana que dirige un hospital en Chokwe. Y ello a pesar de que el vecino Limpopo, uno de los principales r¨ªos de ?frica del Sur, sigue llevando un importante caudal. "En el r¨ªo hay agua, el problema es que no hay infraestructura para regar los campos", explica la religiosa.
La infraestructura se hundi¨® con la descolonizaci¨®n portuguesa y la guerra que asol¨® el pa¨ªs hasta 1992. La religiosa espa?ola, que ha esquivado bombas en Ruanda y ha sobrevivido a los incendios causados por los guerrilleros en Mozambique, se ve impotente ante lo que se avecina. "Es triste ver morir gente enferma y con sida, pero lo m¨¢s triste es que cada vez nos llega m¨¢s gente ro¨ªda por el hambre".
En Muchocolote, m¨¢s al sur, las caba?as donde viven hasta 12 personas se erigen rodeadas de mazorcas de ma¨ªz completamente secas. Con una mazorca seca en la mano, Eduardo Matsolo, de la ONG Asso?ao Rurae Africana, lamenta la mala suerte de esta zona. "La guerra fue muy dura aqu¨ª", explica. Muchas minas, guerrilleros y demasiado sufrimiento en la antesala de la capital mozambique?a. Despu¨¦s vinieron las inundaciones y ahora la sequ¨ªa. "Hemos probado a construir pozos, pero s¨®lo conseguimos agua salada que no puede ni utilizarse para regar". El cercano r¨ªo tambi¨¦n se est¨¢ salinizando por la cercan¨ªa del mar y la p¨¦rdida de caudal.
Y la climatolog¨ªa no est¨¢ ayudando. Los dos ¨²ltimos periodos lluviosos no han dejado el agua necesaria para sacar adelante las cosechas. No llueve lo que debe desde 2001. Y cuando vuelva el agua, muchos no tendr¨¢n semillas que sembrar. Se las han comido. Martha Guivambo, coordinadora provincial de la distribuci¨®n de alimentos, afirma que tiene que explicar a muchos agricultores que no sirve de nada que guarden como semillas algunos granos de ma¨ªz que reciben de la cooperaci¨®n estadounidense. "Este ma¨ªz es un h¨ªbrido que s¨®lo sirve para comer, no para sembrar".
Casi la totalidad de los 40.000 habitantes del distrito de Manhihane comen gracias a los alimentos que llegan de Suecia, Finlandia, Estados Unidos o Australia a trav¨¦s del Programa Mundial de Alimentos. Michel Denis, director de la oficina del PMA en Maputo, gestiona cada mes la distribuci¨®n de 11.000 toneladas de alimentos. Ma¨ªz, frijoles y aceite vegetal son la base de una ayuda que se reparte regularmente, desde hace un a?o, en la mayor parte de aldeas del sur de Mozambique.
M¨ªnima ayuda espa?ola
Desde que el PMA lanz¨® la ¨²ltima alerta alimentaria en la regi¨®n ya ha gastado 438 millones de d¨®lares en alimentos, una inversi¨®n sufragada b¨¢sicamente por Inglaterra, Suecia, Estados Unidos, Holanda y Australia. Espa?a ha aportado 700.000 d¨®lares, apenas un 0,17% del total.
Y no es suficiente. El programa de la ONU, financiado con aportaciones voluntarias de los pa¨ªses miembros, no est¨¢ logrando la ayuda necesaria y en algunos lugares de ?frica ya ha tenido que recortar la ayuda. Como en Etiop¨ªa, donde hace dos semanas se redujeron las raciones de 15 a 12 kilos por persona al mes. "Son cosas que tienen que hacerse cuando no se puede llegar a todas partes, pero de momento no nos planteamos esta opci¨®n para los pa¨ªses del sur de ?frica", explica Jennifer Abrahamson.
Los centros de salud siguen de cerca la crisis alimentaria. Un 20% de los pacientes ingresados en el centro de Salud de Mani?a, al norte de Maputo, tienen problemas severos de nutrici¨®n y, seg¨²n explica su coordinador, Eusebio Maceta, el 15% de los ni?os que mueren en el hospital lo hacen a causa del hambre o la deshidrataci¨®n.
Pero lo que m¨¢s preocupa a los responsables de la cooperaci¨®n internacional no es la sequ¨ªa, que alg¨²n d¨ªa acabar¨¢, sino el sida. La epidemia se est¨¢ cebando especialmente sobre las clases m¨¢s productivas, comenzando por los hombres j¨®venes, que tradicionalmente tienen la responsabilidad de traer los alimentos a casa. En la aldea de Muchocolote, por ejemplo, apenas quedan hombres. Los que no han muerto se han ido a la vecina Sur¨¢frica para trabajar en las minas del norte. Es la v¨ªa de escape de los mozambique?os que ya no pueden confiar en los frutos de su tierra, pero tambi¨¦n es la v¨ªa de entrada de m¨¢s sida. "Cuando los hombres vuelven tras unos meses en Sur¨¢frica, el 95% llega con el virus en la sangre y despu¨¦s infectan a las mujeres", explica Eduardo Matsolo, de la Assosa?ao Rurae Africana. Pero nadie sabe a ciencia cierta qui¨¦n es seropositivo y qui¨¦n no lo es. "Mueren, y mueren j¨®venes", explica.
El mi¨¦rcoles fue un d¨ªa triste en Mungazine. Esta aldea del sur de Maputo se volc¨® en el funeral de uno de sus miembros. "Pero esta vez es un anciano", aclara al reci¨¦n llegado una de las vecinas. La aclaraci¨®n toma mucho sentido en un lugar como ¨¦ste que en los ¨²ltimos meses ha visto morir a muchos de sus j¨®venes a causa del sida. A muy pocos kil¨®metros, en el orfanato de S?o Roque, se pueden observar las consecuencias de semejante tragedia.
El orfanato, gestionado por SOS Children de Castell¨®n, acoge a un centenar de ni?os desamparados. Son los hu¨¦rfanos que ha dejado el sida, la sequ¨ªa y la emigraci¨®n hacia Sur¨¢frica. Tonica Cald¨¦s, una voluntaria espa?ola que pasar¨¢ tres meses en el orfanato, explica los efectos de la devastaci¨®n. "Nos llegan ni?os todos los d¨ªas, algunos son hu¨¦rfanos, otros no, pero sus padres no est¨¢n en condiciones de cuidarlos y hasta hace poco tiempo nos hemos hecho cargo de todos".
"La sequ¨ªa pasar¨¢, pero los hu¨¦rfanos quedar¨¢n y tambi¨¦n la incapacidad para trabajar el campo", admite el responsable del PMA en Maputo quien, sin embargo, cree que hay soluciones a medio plazo: "Se trata de que los pa¨ªses pobres puedan vender sus productos al mercado internacional a un precio digno. Que les dejen en paz. Si se lo permiten, los pa¨ªses se desarrollan, no hay m¨¢s secreto que ¨¦ste".
Comida por trabajo
Ayudar no es repartir comida. Los responsables del programa alimentario de Naciones Unidas saben muy bien que un saco de ma¨ªz o cinco kilos de frijoles mal administrados suponen pan para hoy y hambre para ma?ana. Para evitarlo, los responsables de la distribuci¨®n de alimentos sobre el terreno han ideado iniciativas para que los receptores de alimentos tomen conciencia de su situaci¨®n y traten de imponerse a ella.
Donde las condiciones lo permiten y hay un m¨ªnimo de personas sanas dispuestas a trabajar para la comunidad, Naciones Unidas aplica el programa Comida por Trabajo. "Se trata de que la gente de cada comunidad se organice y trabaje en un proyecto conjunto a cambio de recibir la ayuda alimentaria", explica Michel Denis, del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en Mozambique.
En el distrito de Manhihane, al sur de Maputo, hombres y mujeres -algunos de ellos ancianos- trabajan codo con codo desde hace unas semanas para construir una peque?a presa. "Queremos asegurar que cuando vuelva la lluvia podremos recoger el agua para as¨ª utilizarla despu¨¦s", explica, no sin cierto orgullo, uno de los vecinos que colabora en la construcci¨®n. Con el asesoramiento de organizaciones locales, un miembro de cada familia del pueblo participa en los trabajos. Una vez al mes recibe la ayuda procedente de la cooperaci¨®n internacional. Esta ayuda en forma de alimentos no es s¨®lo para el improvisado obrero, sino para toda la familia: 75 kilos de ma¨ªz, 7,5 kilos de frijoles y una lata de aceite vegetal. "Nos alcanza para tres semanas", explica Magdalena Mazuze, una mujer de 38 a?os con cinco hijos, dos ancianos a su cargo y el marido trabajando en Sur¨¢frica.
El pasado mi¨¦rcoles era d¨ªa de distribuci¨®n en las aldeas de Manhihane. A mediod¨ªa, los vecinos, casi siempre mujeres, esperaban pacientemente lo que consideraban fruto de su trabajo. Las m¨¢s ancianas incluso bailaban ante los sacos de ma¨ªz. "Buscamos la participaci¨®n de la mujer. Aqu¨ª es ella quien dirige el hogar y vela por el bienestar de la familia", explica Michel Denis. Por esta raz¨®n intentan que sea la madre de la familia la que trabaje en el proyecto comunitario. "De esta forma obtiene reconocimiento social y una posici¨®n que le permite tomar m¨¢s decisiones", afirma el funcionario. Y Magdalena Mazuze lo agradece, aunque no se conforma con su situaci¨®n. "Prefiero el ma¨ªz que cultivamos nosotros, pero ahora no tenemos. A ver cu¨¢ndo llega el agua".
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