La religi¨®n y sus privilegios
Si en alg¨²n terreno pervive la herencia de Franco, a los 28 a?os de su muerte, es en el mantenimiento de algunos de los privilegios que la Iglesia del nacionalcatolicismo se cobr¨® a cambio de la cobertura ideol¨®gica de la dictadura. Llevamos 25 a?os de normalidad constitucional y la Iglesia cat¨®lica sigue resisti¨¦ndose a perder algunas de las prebendas que entonces conquist¨®. Incapaz de afrontar la competencia de las otras religiones con sus propios recursos, la Iglesia cat¨®lica sigue exigiendo que el Estado la socorra con los dineros de todos -lo que deb¨ªa ser una situaci¨®n provisional se est¨¢ convirtiendo en cr¨®nica- y con la canalizaci¨®n de la propaganda cat¨®lica a trav¨¦s del sistema educativo. Y encima se ofenden cuando alguien les se?ala con el dedo. La jerarqu¨ªa he tenido siempre muy claro que la caridad bien entendida empieza por uno mismo.
En estos d¨ªas han sido de actualidad dos hechos bien distintos: el Gobierno espa?ol da a la asignatura de religi¨®n el mismo rango acad¨¦mico que a cualquier asignatura cient¨ªfica, incluidos sus efectos en las puntuaciones del bachillerato; el Gobierno franc¨¦s prepara una ley para prohibir los signos religiosos en las escuelas p¨²blicas. Un Gobierno refuerza el privilegio de una confesi¨®n -la cat¨®lica-, de transmitir su doctrina -los profesores son designados por la Iglesia y pertenecen a ella- a trav¨¦s de la red de ense?anza del Estado; otro Gobierna, refuerza, ante nuevas problem¨¢ticas de ra¨ªz religiosa -como el velo isl¨¢mico- la neutralidad del Estado basada en el principio de laicidad, fundamento de la sociedad abierta. Los dos gobiernos son de derechas, sus tradiciones son bien distintas. Por sus hechos les conocer¨¦is.
La jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica -el arzobispo primado de Toledo, por ejemplo- y sus intelectuales org¨¢nicos dicen que "no se puede confundir la aconfesionalidad del Estado con un laicismo que es otra forma de confesionalidad". Falso. El laicismo -lo recordaba el pasado jueves en Barcelona Olivier Roy- no va contra la religi¨®n sino a favor de la separaci¨®n entre la religi¨®n y el Estado. El hecho de pronunciar este principio de separaci¨®n implica un reconocimiento de la religi¨®n y de sus derechos, conforme a la libertad de expresi¨®n y asociaci¨®n propios de la sociedad democr¨¢tica. Precisamente gracias al principio de laicidad, el islam no es ning¨²n tab¨² en Francia, est¨¢ reconocido como religi¨®n y goza de los mismos derechos que cualquier otra. ?El laicismo reduce a la religi¨®n al ¨¢mbito de lo privado? La sit¨²a, efectivamente, en el terreno de la sociedad civil y le niega el derecho a imponer normas colectivas de conducta por las v¨ªas del Estado que vayan m¨¢s all¨¢ de las obligaciones libremente aceptadas por sus feligreses. La historia est¨¢ llena de lecciones sobre las consecuencias de la confusi¨®n entre Iglesia y Estado. Y en las sociedades democr¨¢ticas las iglesias, confesiones y creencias tienen toda la libertad de movimientos y de acci¨®n que caben en el marco jur¨ªdico que los ciudadanos se han dado. Nadie, por el hecho de invocar a Dios, puede pretender situarse por encima de los dem¨¢s.
Convergencia i Uni¨®, siempre a la gre?a en cuestiones de ense?anza con el Gobierno, curiosamente rechaza la pretensi¨®n gubernamental de exigir una m¨ªnima calificaci¨®n de cinco en los ex¨¢menes de rev¨¢lida -es decir, una cuesti¨®n de control de calidad- y, en cambio, aprueba la consagraci¨®n de la asignatura de religi¨®n -es decir, un privilegio otorgado a la Iglesia cat¨®lica. Es cierto que Pujol, como Aznar, ha defendido que la Constituci¨®n europea se?ale el aporte cristiano a la historia de Europa. Pero esto es una cuesti¨®n de reconocimiento hist¨®rico que nada tiene que ver con otorgar un privilegio presente. Converg¨¨ncia i Uni¨® ha deso¨ªdo, a menudo, en Catalu?a a la Iglesia cat¨®lica en materia de costumbres -para no incomodar a la parte liberal y descre¨ªda de su clientela- y, sin embargo, acepta el privilegio educativo.
Los tiempos no son sencillos para la religi¨®n cat¨®lica. Su monopolio en la sociedad espa?ola ha sido quebrado hace tiempo. La irrupci¨®n del islam globalizado aumenta la preocupaci¨®n ante una jerarqu¨ªa poco acostumbrada a compartir el espacio de lo religioso. La pluralidad religiosa de las sociedades contempor¨¢neas es un hecho irreversible. Tendr¨¢n que acostumbrarse. Es verdad que ense?ar una religi¨®n a trav¨¦s de la escuela p¨²blica da mucha ventaja porque le otorga el doble marchamo de propia y verdadera. Mi hija de 13 a?os me dec¨ªa: "?C¨®mo puede creer alguien que su Dios es el verdadero si hay tantos dioses y tantas religiones?". La pluralidad no le hace la vida f¨¢cil a la religi¨®n. Antes se daba por supuesto que religi¨®n y cultura iban juntas y, por tanto, hab¨ªa una correlaci¨®n entre pa¨ªs y religi¨®n. La globalizaci¨®n est¨¢ acabando con esta aparente homogeneidad. Las religiones se desterritorializan -como dice Olivier Roy- y con ello pierden relaci¨®n con sus culturas tradicionales de origen y se contaminan unas a otras, al alcanzar grados de promiscuidad hasta ahora bastante in¨¦ditos. Y los atributos de universalidad y catolicidad de la Iglesia pierden relevancia. Una de las consecuencias de este fen¨®meno de mundializaci¨®n de las religiones es la reaparici¨®n de los fundamentalismos, que no es privilegio de ninguna de ellas. Ante la competencia y el v¨¦rtigo de la desterritorializaci¨®n surge la tentaci¨®n purificadora, el retorno a lo esencial, a las formas m¨¢s desencarnadas -y m¨¢s intransigentes- de religi¨®n. En cualquier caso, la competencia es dura. Y la actitud de Juan Pablo II ante la guerra de Irak no se entender¨ªa completamente si no se tuviera en cuenta la competencia creciente que los cat¨®licos encuentran en Latinoam¨¦rica por parte de religiones evangelistas financiadas por Estados Unidos o la necesidad de conservar la minor¨ªa cat¨®lica de Irak.
Los tiempos cambian, los privilegios para la Iglesia cat¨®lica son un anacronismo que nos retrotrae al nacionalcatolicismo. Las iglesias nacionales no existen. Si la Iglesia sale con la ventaja de ser la de mayor implantaci¨®n en Espa?a, a ella corresponde aprovecharla. Pero esta condici¨®n mayoritaria no le da derecho a un apoyo privilegiado del Estado. Al fin y al cabo, su parte de responsabilidad tendr¨¢ si hoy Espa?a es uno de los pa¨ªses m¨¢s laicos y descre¨ªdos del mundo.
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