Con Alberti en la Alhambra

"?O¨ªsteis? La luz se pierde. Se hunde la barca en la noche. S¨®lo la mar permanece". Son versos de Rafael Alberti, claro. Con ellos concluye su Invitaci¨®n a un viaje sonoro, cantata que el poeta concibi¨® originalmente en 1942 para verso, la¨²d y piano, y reelabor¨® en 1984 con acompa?amiento de la¨²des para el cuarteto Grand¨ªo, dos de cuyos miembros, Antonio Navarro y Esther Casado, figuran hoy en el cuarteto Paco Aguilar.

Los versos de Alberti ilustran un recorrido hist¨®rico-musical con p¨¢ginas admiradas por el poeta de Alfonso X el Sabio, Juan del Encina, Bach, Mozart, Rameau, Alb¨¦niz, Turina o Falla, entre otros.

En Granada se hab¨ªa planteado el concierto como un recuerdo homenaje al poeta en las postrimer¨ªas del centenario de su nacimiento, eligiendo el espacio quiz¨¢s m¨¢s intimista de todos los posibles: el maravilloso patio de los Arrayanes, en la Alhambra. Era de alta hermosura la noche, con el agua, los setos bien cortados, los p¨¢jaros revoloteando, los la¨²des y las palabras flotando en el aire. Los versos de Alberti resplandec¨ªan en la dicci¨®n limpia, sobria, exacta y nada enfatizada de Jos¨¦ Luis Pellicena. Sin teatralizaci¨®n, con la belleza desnuda de las palabras. Los la¨²des, laudetes o bandurrias sonaban con extra?a delicadeza. Todo era admirable y sin embargo algo no acababa de redondear el idilio. Se trataba, simplemente, de una cuesti¨®n de sonoridad. El espacio so?ado no beneficiaba del todo la belleza sonora. El cuidado por no desvirtuar con amplificaci¨®n excesiva la pureza de los versos y el sonido de los la¨²des jug¨® a la contra, salvo en las primeras filas, pero el patio de los Arrayanes tiene 37 y en algunas zonas llegaban la poes¨ªa y la m¨²sica atenuadas m¨¢s de lo deseable. En el homenaje estaban desde Mar¨ªa Asunci¨®n Mateos, viuda de Rafael Alberti, hasta la asombrosa Emilia Salas, de 95 a?os, viuda de Rodolfo Halffter, Laura Garc¨ªa Lorca y otras personas vinculadas a la memoria del poeta.

En el Festival de Granada han actuado asimismo la mezzosoprano Bernarda Fink y el pianista Charles Spencer. Cautivaron sobre todo en Amor y vida de mujer, de Schumann.