Religi¨®n, democracia y gota malaya
Uno de los indicadores de calidad de una sociedad abierta lo constituye su espacio civil y laico de convivencia. Cuando la religi¨®n lo invade, lo degrada, desequilibra las reglas de juego y ofende a quienes no comparten esa visi¨®n del mundo o la consideran negativa y caduca.
Por decreto, se ha encogido de golpe una de las fronteras simb¨®licas de nuestra ya raqu¨ªtica democracia. Uno puede esperar del sistema p¨²blico de ense?anza que aliente el inter¨¦s de los ni?os y j¨®venes por las grandes preguntas de la vida, pero sobre ello hay variadas concepciones y una larga tradici¨®n racional que ha dado lugar a las ciencias y a la filosof¨ªa.
El "hecho religioso" no es m¨¢s que una de las v¨ªas mediante las que el ser humano ha tratado, hist¨®ricamente, de resolver los enigmas de su presencia en el mundo. La grotesca desproporci¨®n que adquiere esta v¨ªa en la asignatura alternativa impuesta a quienes no desean el adoctrinamiento cristiano es un sustituto degradado de la Filosof¨ªa y un castigo a los infieles: una gota malaya para horadar las conciencias durante 11 largos a?os.
Las instancias sociales con poder de convocatoria deber¨ªan hacer lo posible para impedir semejante abuso de poder. El partido socialista deber¨ªa comprometerse, superando sus hist¨®ricos complejos, a deshacer este dislate cuando tenga responsabilidades de gobierno. Y, por supuesto, nos queda la objeci¨®n civil.
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