Un poeta meridiano
Si hay una labor para la que se requerir¨ªa un H¨¦rcules contempor¨¢neo es la edici¨®n de la Obra de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez (Moguer, Huelva, 1881-Puerto Rico, 1958), que Javier Blasco y Teresa G¨®mez Trueba se aprestan a coordinar. Armas y bagajes filol¨®gicos necesitar¨¢n para salir con bien de una empresa tan arriscada como necesaria, habida cuenta de que sobre Juan Ram¨®n y sobre Antonio Machado se levanta el edificio de la l¨ªrica espa?ola del siglo XX. Y no hablo de imitaci¨®n, sino de desarrollo, matizaci¨®n o incluso contestaci¨®n, pues los grandes poetas fecundan tambi¨¦n a quienes se erigen frente a ellos. Lo que no admiten es ser borrados del mapa de la poes¨ªa, como si se pretendiera tapar el sol con un dedo: hablo, por ejemplo, de la exclusi¨®n del Andaluz Universal, por su "p¨¦rdida de vigencia hist¨®rica", de Veinte a?os de poes¨ªa
espa?ola, la antolog¨ªa firmada por Castellet e inspirada por su numen personal Gil de Biedma.
Mientras tanto, diversos estudiosos van abriendo ventanas a la comprensi¨®n de una obra en movimiento continuo. Los Primeros poemas, rescatados por Jorge Urrutia de peri¨®dicos, ¨¢lbumes y hasta cuadernos escolares, nada a?adir¨¢n a la gloria del autor, pues en su mayor parte son s¨®lo exudaciones sentimentales del adolescente, cuando no grumos ret¨®ricos sin disolver; ah¨ª es nada el epitafio a un hip¨®crita que, "Teniendo manchada el alma / con la lepra del pecado / ahora ya est¨¢ condenado": una lecci¨®n para los tartufos, pero tambi¨¦n para los poetas en agraz que dan a la imprenta sus primeros borrones. Son interesantes las pesquisas del editor sobre los a?os de Moguer, los del Bachillerato en los jesuitas de El Puerto -donde Juan Ram¨®n fue condisc¨ªpulo de Mu?oz Seca y de Fernando Villal¨®n, el poeta y ganadero que quer¨ªa conseguir un toro de ojos verdes- y los de Sevilla. En la capital hispalense, adonde lleg¨® en 1896 para estudiar pintura y acudir (?) a la universidad, madur¨® como escritor antes de trasladarse a Madrid por reclamo de Villaespesa. Los textos nacidos al arrimo afectivo de la ciudad se re¨²nen en Sevilla, libro de prosas que se anunciaba ya en la primera edici¨®n de Est¨ªo (1916), aunque nunca se public¨®. Ahora lo reconstruye Rogelio Reyes Cano, a partir de escritos coet¨¢neos y alternativos a los de Diario de un poeta reciencasado, cuando Juan Ram¨®n sal¨ªa de las vaguedades impresionistas en busca de un mayor intelectualismo. Su primera saz¨®n coincidi¨® con la emergencia de los j¨®venes del 27, a quienes prohij¨® y termin¨® repudiando por "la suspicacia para dolerse de cosas insignificantes", el principal defecto de JRJ, seg¨²n Zenobia. El viaje inici¨¢tico del autor y su esposa a Granada en 1924, acompa?ados por la familia Garc¨ªa Lorca, fructific¨® en unos fragmentos compuestos entre ese a?o y 1928, que, aunque no public¨® en vida, han sido editados en diversas ocasiones con el t¨ªtulo de Olvidos de Granada. V¨¢zquez Medel recopila aqu¨ª el corpus m¨¢s completo alrededor de un n¨²cleo, el poema 'Generalife', con el a?adido de textos complementarios e ilustradores, no estrictamente pertenecientes al proyecto juanramoniano.
Al comienzo del exilio, Juan
Ram¨®n baj¨® de la torre de marfil y toc¨® el suelo para apoyar a la Rep¨²blica. Su escritura posterior a la guerra sigue una ilaci¨®n plagada de avances y regresiones, con periodos fecundos y largas pausas debidas a enfermedades, depresiones e internamientos hospitalarios. Uno de los cuatro grandes libros en que trabaj¨® es el que ahora se edita, por vez primera en volumen exento, al cuidado de Alfonso Alegre Heitzmann. Titulado Una colina meridiana, el autor lo hab¨ªa ido dando a conocer en revistas y, parcialmente, en la Tercera antoloj¨ªa po¨¦tica, cuya fecha de publicaci¨®n, 1957, nos hace dudar sobre la intervenci¨®n real en la misma de JRJ. Ello le da a este volumen, que incrementa notablemente la edici¨®n de S¨¢nchez Romeralo en 1978, un importante valor a?adido.
Se ha publicado tambi¨¦n, en hermos¨ªsimo facs¨ªmile al cuidado de Jos¨¦ Luis Puerto y Tom¨¢s S¨¢nchez Santiago, el Platero y yo parisino de 1953, con ilustraciones del zamorano Baltasar Lobo, las preferidas por JRJ de cuantas se hicieron en las incontables salidas editoriales del borriquillo. Este Platero ilustrado, que por el n¨²mero de cap¨ªtulos se atiene a la edici¨®n menor (1914) aunque con la ordenaci¨®n de la mayor (1917), es buena muestra del franciscanismo gineriano. Precisamente poco antes de morir, Giner de los R¨ªos hizo llamar al poeta y le dijo, cer¨²leo ya por la cianosis, que esas navidades hab¨ªa regalado muchos Plateros; y enseguida: "Con esta sencillez deb¨ªa escribir usted siempre". La muerte del "hermano Francisco" inspir¨® sendas eleg¨ªas de Juan Ram¨®n y Antonio Machado (?qui¨¦n hubiera tal ventura...!), unidos por la base de su formaci¨®n krausista y de su amor por el maestro.
Completa este panorama la biograf¨ªa que, sobre la pauta de otras anteriores -Palau de Nemes, Garfias, Campoamor-, ha compuesto Rafael Alarc¨®n Sierra. "Una biograf¨ªa, y m¨¢s si lo es de un gran creador, siempre es un fracaso", afirma Alarc¨®n en el p¨®rtico de su obra. Cierto, si esperamos de ¨¦sta lo que no puede darnos: el correlato exterior de una escritura en la que JRJ hab¨ªa depositado su vida. Hecha la salvedad, el libro es un documentado recorrido que nos permite escrutar los entresijos existenciales de un poeta sin el que no cabe entender la poes¨ªa de su tiempo.
Cansado de su nombre
EN 1952, JRJ asegur¨® que "mi ilusi¨®n ser¨ªa poder correjir todos mis escritos el ¨²ltimo d¨ªa de mi vida, para que cada uno participase de toda ella". El "cansado de su nombre" dedic¨® su existencia a enmendar lo publicado, prosificar el verso, metrificar la prosa, redistribuir materiales..., bajo el est¨ªmulo de un af¨¢n prometeico. Fuera de Espa?a a ra¨ªz de la guerra, su casa madrile?a sufri¨® un despojo de papeles, lo que agrav¨® su condici¨®n de S¨ªsifo atormentado subiendo y bajando el Olimpo con su Obra a cuestas. En pos de una quimera que le exig¨ªa dedicaci¨®n absoluta, el neurast¨¦nico e hipocondriaco Juan Ram¨®n se pas¨® su vida de casa en casa, huyendo de ruidos reales o inventados, de vecinos insidiosos, amurallado tras dobles tabiques con almohadillo de esparto y tocado, en fin, por una insaciable sed de perfecci¨®n a la que s¨®lo puso t¨¦rmino la muerte.
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