Educar para la integraci¨®n
Nunca se insistir¨¢ lo suficiente en el papel fundamental de la escuela como vector de integraci¨®n social y cultural de los hijos de emigrantes. Es el ¨²nico lugar donde se produce realmente el paso de la identidad de origen, todav¨ªa favorecida por el medio familiar, hacia la identidad del pa¨ªs de acogida. En este sentido, el reciente informe del Defensor del Pueblo sobre la escolarizaci¨®n de los hijos de inmigrantes en Espa?a es bienvenido: es un excelente trabajo descriptivo que adelanta propuestas que merecen ser debatidas. Sin embargo, la cuesti¨®n de la escolarizaci¨®n no es nueva. Ha figurado en el centro de los debates relativos a los hijos de emigrantes en Europa desde hace m¨¢s de 20 a?os. Frente al aumento del paro en los a?os setenta, los grandes pa¨ªses receptores de inmigraci¨®n trataron de poner en marcha unas pol¨ªticas que en realidad estaban dirigidas menos a integrar a los hijos de extranjeros que a incitar a la vuelta a los pa¨ªses de origen de los padres. Por ello, favorecieron la ense?anza de las llamadas lenguas y culturas de origen. No obstante, esta actitud era contraria al desarrollo de la inmigraci¨®n familiar, que conduc¨ªa al establecimiento definitivo de los inmigrantes en el pa¨ªs de acogida. Desde 1975, las experiencias m¨¢s importantes se han realizado en Francia. Han desembocado en un fracaso y han favorecido el aumento del comunitarismo y el retraso escolar de los alumnos extranjeros y han hecho que los medios religiosos se encarguen de la "formaci¨®n" de estos j¨®venes en los suburbios pobres.
La escuela tiene como primera funci¨®n garantizar la igualdad de posibilidades a todos
En algunos pa¨ªses europeos, como Holanda, que de forma deliberada pusieron el acento en un planteamiento exclusivamente culturalista y diferenciador de la integraci¨®n, el fracaso es todav¨ªa m¨¢s flagrante: aislamiento, conflictos intercomunitarios, aumento del racismo y marginalizaci¨®n social creciente de las poblaciones inmigrantes. Consciente del problema, el Gobierno holand¨¦s est¨¢ reconsiderando su pol¨ªtica de integraci¨®n: los extranjeros est¨¢n ahora obligados a asistir a clases de neerland¨¦s y de historia del pa¨ªs para poder establecerse de forma permanente en Holanda. As¨ª, la "asimilaci¨®n" a los valores comunes de la sociedad de acogida es reconocida como un elemento central en la integraci¨®n de los extranjeros.
En la actualidad, Espa?a se encuentra m¨¢s o menos en la misma situaci¨®n que Francia en 1975. Debe hacer frente a la escolarizaci¨®n cada vez m¨¢s numerosa de hijos de emigrantes de primera generaci¨®n. Seg¨²n el informe del Defensor del Pueblo, 124.340 ni?os extranjeros estaban escolarizados en 2001 (el 28% en Madrid, el 18,6% en Catalu?a, el 11,2 en Andaluc¨ªa, el 7,8% en Canarias y el 7,4% en la Comunidad Valenciana). Entre ellos, m¨¢s de un tercio procede de Latinoam¨¦rica y el Caribe (el 33,7%); otro tercio, de ?frica (de ellos, el 26% del Magreb), y el 17,7%, de los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea. El balance global de la educaci¨®n en Espa?a es positivo. La escuela, aunque en unas condiciones a veces dif¨ªciles, desarrolla su funci¨®n integradora. Sin embargo, el informe plantea un problema importante: en cuanto hay m¨¢s del 30% de alumnos extranjeros en una clase, las dificultades de escolarizaci¨®n aumentan de forma considerable. Y esto es v¨¢lido para cualquier comunidad en Espa?a. Se sabe que el problema est¨¢ directamente relacionado con la formaci¨®n de guetos en la distribuci¨®n de la inmigraci¨®n. Por tanto, es necesaria una pol¨ªtica de vivienda diferente para reducir las l¨®gicas de aislamiento comunitario.
El informe formula asimismo una propuesta sobre el modelo educativo que deber¨ªa aplicarse a los j¨®venes extranjeros. Se trata de fomentar la integraci¨®n en los valores de la sociedad espa?ola, pero tambi¨¦n, para respetar las diferencias culturales, de valorar positivamente las culturas de origen favoreciendo la ense?anza de la lengua de dichos pa¨ªses. Estamos ante un problema muy complicado. Se puede f¨¢cilmente caer en la apolog¨ªa de la diferenciaci¨®n que, en realidad, penaliza la integraci¨®n social de los hijos de inmigrantes. Al reforzar los comportamientos de doble identidad, se hace que se vuelvan menos sensibles a los valores de la sociedad de acogida, menos productivos en el plano escolar y, m¨¢s tarde, menos competitivos en el ¨¢mbito socioprofesional. Como demuestra la historia de los pa¨ªses que desde hace m¨¢s tiempo reciben inmigraci¨®n y, en especial, de Francia, Holanda, pero tambi¨¦n de Alemania o Inglaterra, las pol¨ªticas basadas en esta diferenciaci¨®n terminan siempre por producir la marginalidad. Y la transformaci¨®n de los problemas de integraci¨®n social en problemas de identidad irreconciliables.
Espa?a debe evitar repetir estos errores. Por el contrario, conviene poner en marcha una verdadera pol¨ªtica de integraci¨®n cultural en la escuela: porque se trata del futuro de estos j¨®venes en la sociedad espa?ola. De su devenir como futuros ciudadanos de Espa?a. Todo el mundo sabe que cuando los ni?os se cr¨ªan en un pa¨ªs, ¨¦ste se convierte en su pa¨ªs y, por tanto, deben dominar todos los "c¨®digos" culturales, pol¨ªticos y de identidad del mismo. Nada ser¨ªa m¨¢s peligroso que favorecer la ense?anza de las lenguas de origen con la perspectiva del regreso al pa¨ªs de sus padres: para ellos ¨¦ste es un pa¨ªs querido, pero, en realidad, extranjero. La experiencia intentada en Francia de ense?ar las lenguas y culturas de origen para estimular a los j¨®venes a "regresar" al pa¨ªs de sus padres ha desembocado en un fracaso monumental: en la actualidad, ?s¨®lo dos de cada 1.000 alumnos estudian ¨¢rabe o portugu¨¦s!
La pol¨ªtica de integraci¨®n educativa debe proyectarse hacia el futuro. Hay que clarificar sus objetivos pedag¨®gicos: el joven extranjero no est¨¢ en la escuela para volver a sumergirse en su cultura, sino para poder seguir, lo m¨¢s r¨¢pido posible, una escolaridad comparable a la de cualquier ni?o espa?ol. Por tanto, hay que poner el acento en la ense?anza del castellano, incluyendo, si es necesario, clases de apoyo espec¨ªficas. Tambi¨¦n hay que convertir en obligatoria la ense?anza intensiva de la lengua de la respectiva comunidad aut¨®noma: para un joven marroqu¨ª, el mejor modo de integrarse en Catalu?a es aprender no s¨®lo el castellano, sino tambi¨¦n el catal¨¢n. De este modo, puede convertirse en ciudadano de pleno derecho de la cultura del pa¨ªs de acogida. La lengua de "origen" del joven alumno extranjero puede ser objeto de un aprendizaje especial, pero como lengua extranjera accesible, de modo id¨¦ntico, para todos aquellos alumnos que lo deseen, tanto en la educaci¨®n primaria como en la secundaria. Por ¨²ltimo, los alumnos extranjeros deben poder contar, durante los primeros a?os de escolaridad, de un programa pedag¨®gico espec¨ªfico, que favorezca la adaptaci¨®n a los valores de la sociedad de acogida (clases de historia, de educaci¨®n c¨ªvica, etc.). Estos programas deben elaborarse en funci¨®n de la edad y el nivel de los ni?os.
Esta pol¨ªtica de integraci¨®n cultural no est¨¢ re?ida con el respeto de los valores espec¨ªficos de los extranjeros. Porque el respeto de la diversidad cultural no debe significar el rechazo de los valores comunes de la sociedad de acogida. Toda sociedad es, al mismo tiempo, profundamente diversa y necesariamente homog¨¦nea a la hora de compartir los valores e instrumentos de comunicaci¨®n, sobre todo la lengua, que sirven de v¨ªnculo entre los individuos. Pero las pol¨ªticas diferenciadoras son perversas porque retrasan que el joven adquiera los instrumentos culturales de esta integraci¨®n. En cambio, la escuela tiene como objetivo formar a los ciudadanos del ma?ana, permiti¨¦ndoles acceder a la identidad cultural com¨²n de la sociedad de acogida. El "multiculturalismo" no debe servir de excusa para formar unos grupos culturales "tolerados" y con tendencia a ser estigmatizados. El objetivo fundamental de la escuela es la identidad ciudadana, construida no a partir de una pol¨ªtica de reconocimiento de las especificidades, sino de una concepci¨®n de la transmisi¨®n de los valores de raz¨®n, igualdad y tolerancia. La escuela debe difundir unos saberes para una identidad compartida. Cualquier experiencia de la inmigraci¨®n en Europa demuestra que lo que desean los hijos de inmigrantes es aprender y aprender, ya que saben que para ellos es el medio de tener ¨¦xito en la sociedad de acogida. La escuela tiene como primera funci¨®n garantizar la igualdad de posibilidades a todos. Es su misi¨®n sagrada al servicio de la humanidad civilizada.
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