El desquite ansiado
Toda Palma se echa a la calle para celebrar la entrada del Mallorca en el club de los grandes tras haber perdido tres finales en el decenio de los noventa
La victoria del Mallorca sobre el Recreativo de Huelva (3-0), el s¨¢bado por la noche, en la final de la Copa del Rey, disputada en Elche (Alicante), ha supuesto para el club balear el desquite perseguido por sus frustraciones en su historia m¨¢s reciente.
En los ¨²ltimos a?os, en efecto, la afici¨®n mallorquinista ha aprendido que obtener un t¨ªtulo realmente importante es algo reservado a unos pocos equipos privilegiados. En ese sentido, a¨²n pesaba en su recuerdo las tres finales perdidas en el pasado decenio. Dos de ellas, precisamente de la Copa del Rey: en 1991, ante el Atl¨¦tico (0-1), y en 1998, frente al Barcelona (1-1, por penaltis). La otra, en 1999, en Birmingham (Reino Unido), a pies del Lazio, italiano, en la ahora ya desaparecido Recopa europea.
Este poso de brillantes trayectorias, pero con una culminaci¨®n amarga, se disip¨® al fin en la cita ilicitana. Un gol de Pandiani, de penalti, y dos de Eto'o, supusieron la mayor victoria del club a lo largo de su existencia. Y, c¨®mo no, la ciudad de Palma, aficionados futbol¨ªsticos y no aficionados, no dej¨® escapar la ocasi¨®n de celebrar el triunfo sobre el Recreativo como si festejara, de una vez por todas y para sellarlas, las diversas oportunidades perdidas anteriormente.
Como en otras ocasiones, se habilitaron pantallas gigantes para seguir el encuentro en diversos puntos de la urbe. Unas 4.000 personas se concentraron, por ejemplo, en el Palacio de los Deportes de Son Moix, anexo al estadio del Mallorca del mismo nombre, que se convirti¨® en una extensi¨®n de la grada rojilla en el campo Mart¨ªnez Valero.
Durante la tarde, mientras se iba llenando el recinto, reinaba entre los aficionados un optimismo generalizado. Dejar escapar el t¨ªtulo de nuevo no parec¨ªa entrar en los planes de nadie. Pero, cuando dio comienzo el partido, no tardaron en aparecer los nervios. La te¨®rica superioridad sobre el Recreativo, ya un segunda divisi¨®n, deb¨ªa plasmarse en el marcador cuanto antes para ahorrarse los sufrimientos.
Los c¨¢nticos ensordecedores s¨®lo dejaron de sonar en los minutos en los que el cuadro onubense puso en jaque al Mallorca: la anulaci¨®n del gol de Xisco, al filo del descanso y que habr¨ªa supuesto la igualada a uno, se celebr¨® tanto o m¨¢s que el primer tanto, el de Pandiani. Y la gran fiesta, por supuesto, se desat¨® en la segunda mitad a medida que iban llegando los goles de la tranquilidad, protagonizado por Eto'o, cuyo nombre fue coreado sin cesar.
Eto'o fue, por descontado, el hombre de la noche. No era para menos, dadas las tr¨¢gicas circunstancias por las que atraviesa tras la muerte s¨²bita, sobre el c¨¦sped, de su compa?ero en la selecci¨®n camerunesa Fo¨¦. Todos los seguidores del club balear le pidieron en masa, a gritos, que se quede, que no se vaya.
M¨¢s tarde, consumado el ¨¦xito, Palma se convirti¨® en un hervidero de coches. Alrededor de la medianoche, las calles principales se colapsaron. Pero a nadie le importaba encontrarse en medio de tan monumental atasco. "Ya era hora. Pensaba que no lo ver¨ªa nunca", explicaba, emocionado, un aficionado de 72 a?os. No en vano era su primer gran t¨ªtulo: "La Supercopa que ganamos al Barcelona", en 1999, "no tiene la misma importancia que la Copa del Rey".
Los cl¨¢xones fueron la banda sonora de una celebraci¨®n que tuvo su epicentro en el lugar habitual de los festejos mallorquinistas: la plaza de Juan Carlos I, conocida popularmente como la de la fuente de las tortugas. Las v¨ªas adyacentes se atestaron de gente mientras el inevitable "?campeones, campeones!" se dejaba o¨ªr, sentir, una y otra vez.
Muchos sofocaron el calor de la noche estival con ba?os multitudinarios en las fuentes m¨¢s c¨¦ntricas e incluso hubo quien decidi¨® poner fin a la fiesta en la playa. La marea roja no se disip¨® hasta bien entrada la madrugada, cuando a¨²n se escuchaban bocinazos y c¨¢nticos aislados.
La fiesta continu¨® ayer por la tarde en el aeropuerto de Son Sant Joan, en el que unas 2.000 personas recibieron al campe¨®n. Los jugadores del Mallorca se dieron el gustazo de pasear el trofeo por Palma a bordo de un autob¨²s descapotable, como los grandes. Las celebraciones concluyeron con la plantilla ofreciendo el t¨ªtulo a su afici¨®n desde el balc¨®n de las sedes gubernamentales. El colof¨®n del desquite ansiado.
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