El Irak que espera a las tropas espa?olas
Los l¨ªderes locales aseguran que dar¨¢n la bienvenida a los soldados, pero advierten de que deben respetar las tradiciones
Sentados la otra noche sobre una ristra de alfombras en un jard¨ªn de buganvillas, granados y palmeras, varios hombres ataviados con la indumentaria tradicional del sur de Irak discut¨ªan a gritos mientras agitaban gruesos fajos de billetes. Trataban de ponerse de acuerdo sobre la venta de 100 lanzagranadas saqueados d¨ªas antes en un cuartel abandonado del Ej¨¦rcito en la provincia de Al Qadisiya, donde las fuerzas espa?olas tendr¨¢n la responsabilidad de mantener la ley y el orden a partir de agosto. La discusi¨®n concluy¨® en acuerdo, pero no hubo apret¨®n de manos y los vendedores se marcharon malencarados en una camioneta Toyota de color rojo, cargados de grandes bolsas llenas de dinero.
Una granada vale cinco euros; un lanzagranadas, 15; un mortero; 18, y un Kal¨¢shnikov, 50
Al Qadisiya, situada a medio camino entre Bagdad y Basora, en pleno coraz¨®n del Irak chi¨ª, es una de las provincias que menos resistencia opuso a la invasi¨®n estadounidense, y en ella no se han producido ataques de relevancia contra las tropas de ocupaci¨®n desde la ca¨ªda de Sadam. Pero una visita efectuada esta semana a la zona revela que la poblaci¨®n est¨¢ fuertemente armada y que los saqueos en edificios p¨²blicos y los asaltos en los caminos son frecuentes.
A plena luz del d¨ªa, el arsenal en oferta en la plaza principal de la ciudad de Al Hamsa era el pasado mi¨¦rcoles tan abundante que los precios estaban por los suelos: sin regatear, una granada costaba el equivalente a 5 euros; un lanzagranadas, 15; un mortero; 18, y un Kal¨¢shnikov, 50. "Cuando vienen los americanos, una vez a la semana, escondemos las armas, y en cuanto se van, el mercado se abre de nuevo", explicaba sonriente un joven habitante de la localidad.
Situada en la inmensa llanura f¨¦rtil que se extiende entre los r¨ªos Tigris y ?ufrates, Al Qadisiya es una provincia de agricultores, ganaderos y comerciantes en la que predomina la estructura tribal. Sus aproximadamente 1,2 millones de habitantes son profundamente religiosos y muy celosos de sus tradiciones. El respeto al jefe de tribu es sagrado, las mujeres visten un chador negro que las cubre de la cabeza a los pies, excepto la cara, y ning¨²n establecimiento vende bebidas alcoh¨®licas. A¨²n se utiliza el burro como animal de carga y los huertos de melones, sand¨ªas y pepinos siguen trabaj¨¢ndose con t¨¦cnicas ancestrales. Hay enormes bosques de palmeras y es frecuente ver reba?os de camellos, ovejas y cabras pastando en los campos.
En estos d¨ªas de verano, cuando las temperaturas llegan a 50 grados, la actividad en las ciudades y aldeas se interrumpe durante las horas de m¨¢s calor y los hombres aprovechan para sentarse en el diwan, una habitaci¨®n reservada a las visitas, para relajarse, beber t¨¦ y conversar. La situaci¨®n pol¨ªtica, la inseguridad ciudadana y los cortes de luz son los temas de conversaci¨®n. Tambi¨¦n se habla de la pr¨®xima llegada a la zona de unos 1.300 soldados espa?oles procedentes de la Legi¨®n, que junto a otros tantos efectivos de El Salvador, Honduras, Nicaragua y Rep¨²blica Dominicana integrar¨¢n la llamada brigada Plus Ultra. Los espa?oles instalar¨¢n su cuartel general en Diwaniya, la capital provincial, mientras que los latinoamericanos lo har¨¢n en la provincia de Nayaf, localidad sagrada de los chi¨ªes.
Diwaniya es una ciudad de 450.000 habitantes c¨¦lebre por haber prendido la mecha de la revuelta chi¨ª de1991 contra Sadam, que fue aplastada brutalmente por el dictador sin que EE UU interviniese para ayudar a los insurrectos. Aunque su poblaci¨®n se muestra contenta por el derrocamiento del dictador, nadie olvida aquel gesto de George Bush padre ni tampoco esconde su desconfianza hacia los planes de Washington.
Los l¨ªderes pol¨ªticos, tribales y religiosos de la zona, y tambi¨¦n la gente com¨²n, ensalzan los lazos hist¨®ricos del mundo ¨¢rabe con Espa?a y aseguran que los legionarios ser¨¢n mejor recibidos que los estadounidenses, aunque hacen hincapi¨¦ en que los espa?oles deber¨¢n ser extremadamente cuidadosos con la tradici¨®n local. "Si quieren estar bien aqu¨ª, deben respetar nuestras costumbres, que son sagradas", declar¨® el cl¨¦rigo chi¨ª Mahmud al Diachi, que regres¨® de su exilio en Ir¨¢n tras la invasi¨®n estadounidense. "Si no se respetan las normas, la reacci¨®n de la gente puede ser violenta". Al Diachi cree que si los espa?oles logran garantizar la seguridad y acabar con los saqueos, la reacci¨®n del pueblo ser¨¢ favorable. "El concepto europeo de libertad debe aplicarse de modo distinto aqu¨ª, respetando nuestras costumbres", subray¨® el religioso.
Fiesel al Meyali, jefe de la tribu meyali, sostiene que si los legionarios espa?oles quieren beber alcohol, deber¨¢n hacerlo dentro de sus cuarteles, no en la calle, y que si efect¨²an registros en las viviendas, no podr¨¢n entrar sin permiso en las habitaciones reservadas a las mujeres ni utilizar perros, como han hecho los estadounidenses y brit¨¢nicos. "Es imprescindible que respeten las casas y las mezquitas, y tambi¨¦n que cooperen con todos los jefes de tribu", se?ala.
Al Qadisiya es una provincia pac¨ªfica si se la compara con el resto del pa¨ªs, se?ala el gobernador provincial nombrado por EE UU tras la guerra, Hazim Gatram al Shlan. "Nuestros principales problemas son los robos, las venganzas entre las tribus y la abundancia de armas", dice Al Shlan, que vivi¨® 19 a?os en el Reino Unido. Explica que ya se est¨¢n formando 600 nuevos polic¨ªas para colaborar con los espa?oles.
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