Viendo la luz
Bill Wyman se encoge cuando le toca actuar al lado de un gigante como Solomon Burke. El ex bajista de los Rolling Stones cuenta con una banda potente, diez m¨²sicos con un total aproximado de 350 a?os de trayectoria profesional. Ofrecen un recorrido por la m¨²sica que les marc¨® -Louis Jordan, Gene Vincent, Ray Charles, Louis Prima, Chuck Berry, Nina Simone, Dr. John- con resultados tan entretenidos como previsibles. Se trata de un espect¨¢culo de nostalgia, que s¨®lo rompe patrones cuando se sueltan los guitarristas: Andy Fairweather-Low en onda blues, Albert Lee en l¨ªnea rockabilly. Mike S¨¢nchez, un cantante-pianista de origen espa?ol, es un comunicador eficaz que inclina el show hacia los excesos del teatro musical.
Solomon Burke
Teloneros: Bill Wyman's Rhythm Kings. 4 de julio., Campo de F¨²tbol Municipal de Collado Villalba (Madrid).
Solomon Burke se crece cuando tiene enfrente a un p¨²blico. Ya cerca de los setenta, el corpulento obispo Burke apenas se puede mover, no digamos subir escaleras. Pero la suya es toda una vida dedicada al escenario y domina perfectamente la liturgia de los conciertos de soul. Una rotunda orquesta calienta el ambiente hasta que entra triunfal el gran predicador, acompa?ado por dos de sus 21 hijos y un caballero vestido de rojo. Lleva Burke un bast¨®n r¨²stico y una capa que le cubre hasta los pies. Se sienta, abre la boca y ?milagro!: Burke es todo lo que esper¨¢bamos y mucho m¨¢s.
Dedica el concierto al reci¨¦n fallecido Barry White y empieza a desgranar su repertorio profano: Down in the valley, If you need me, Tonight is the night, Cry to me, Got to get you off of my mind. Burke usa el formato del popurr¨ª, unos encadenados que se enriquecen con el a?adido de temas de Otis Redding o Ben E. King, llevados hacia su territorio. En realidad, Burke se apodera de cualquier canci¨®n: hasta He'll have to go, la balada country de Jim Reeves, entra con todos los honores en la iglesia de Solomon.
Hay un baj¨®n -de energ¨ªa, de personalidad- cuando deja que sus hijos canten What a wonderful world, Mona Lisa o I will survive. El rey toma fuerzas para lo que anuncia como la parte de su concierto reservada para bailar: un vertiginoso meddley de temas de Little Richard. El p¨²blico invade el escenario: unos le besan la mano y la cabeza rapada antes de seguir contorsion¨¢ndose. Luego, se sientan a sus pies mientras interpreta la escalofriante balada de Dan Penn Don't give up on me, que da t¨ªtulo a su ¨²ltimo disco. La imagen es extraordinaria: el papa negro y sus fieles. Para el resto de los espectadores, lanzamiento de flores y camisetas.
Sprint hacia el final. Solomon se marca su incandescente versi¨®n de Proud Mary, de John Fogerty. Vuelve a sus maneras de iglesia para un spiritual antes de atacar tal vez la pieza que m¨¢s le identifica: la explosiva Everybody needs somebody to love. Que cuenta con participaci¨®n espa?ola: el cantante llama a Los Solomones, unos admiradores leoneses que cultivan su repertorio. Se trata de un cl¨ªmax apote¨®sico para lo que es indudablemente uno de los conciertos m¨¢s vibrantes que se puedan disfrutar en el siglo XXI.
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