De Tejas a Montbri¨®
Da igual que est¨¦ en Tejas o en Quintanilla de On¨¦simo, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar nunca da vacaciones a sus obsesiones recurrentes. De gira por el Norte de R¨ªo Grande, Aznar ha tomado a los hispanos all¨ª residentes como testigos para expresar su admiraci¨®n "por la naci¨®n unida e indivisible que es Estados Unidos". Aznar, donde sea que est¨¦, siempre encuentra la manera de interpelar a los nacionalismos perif¨¦ricos espa?oles porque es ¨¦ste y no otro el motivo de su piropo a Estados Unidos. Ni la idea ni la t¨¢ctica son nuevas en Aznar. La idea la respir¨® de peque?o -antes de que los libros escolares contribuyeran a la competencia entre nacionalismos- y la lleva puesta como bandera porque ha aprendido de mayor que le da votos. La t¨¢ctica consigue en martillear a los nacionalismos perif¨¦ricos porque las chispas que saltan son dividendos electorales.
Aznar tuvo en su momento un sue?o: la unificaci¨®n de las derechas aut¨®nomas, creyendo que las pulsiones conservadoras del PNV y CiU se pondr¨ªan por delante de las querencias nacionalistas. Los comienzos de su primer mandato, con relaciones de guante blanco con los nacionalistas perif¨¦ricos, hicieron pensar que con el tiempo se pod¨ªan conseguir milagros. Todo fue un espejismo. El sue?o s¨®lo se consigui¨® en Navarra. Aznar deber¨ªa saber que el nacionalismo es tan indispensable para el PNV y para CIU para mantenerse en el poder, como lo es para ¨¦l mismo. Y que su nacionalismo y el del PNV y CiU son por definici¨®n antag¨®nicos. Con el PNV se pas¨® r¨¢pidamente de la colaboraci¨®n al odio. Con Converg¨¨ncia i Uni¨® quedan todav¨ªa algunas esperanzas de un pacto estable, una vez retirado Jordi Pujol; por eso, el PP combina los ataques frontales en lo ideol¨®gico con las ofertas de colaboraci¨®n y de asistencia mutua parlamentaria.
Encuestas recientes demuestran que en Catalu?a, desde la mayor¨ªa absoluta del PP, se ha producido un aumento considerable de los que creen necesaria la reforma del Estatut y un desplazamiento significativo del voto nacionalista hacia Esquerra Republicana. Si la presunta condici¨®n de estadista pudiera m¨¢s que su narcisismo, Aznar se lo pensar¨ªa dos veces. "La identidad cultural, la herencia hist¨®rica, no pueden ser muros de aislamiento, sino puentes de comunicaci¨®n", ha dicho Aznar en su viaje a la tierra de promisi¨®n. Sin embargo, como las encuestas confirman, Aznar no hace sino construir cortinas -los muros vendr¨¢n despu¨¦s- que, con las cortinas que construyen los otros nacionalistas, sirven para que los protocolos de comunicaci¨®n se vayan deteriorando. Y puesto que en un hombre con la voluntad de poder de Aznar no cabe la hip¨®tesis de la ingenuidad, hay que empezar a pensar si Aznar lo que busca es lo peor para Catalu?a: el desplazamiento hacia el modelo vasco, que sustituye la convencional divisi¨®n derecha-izquierda por el enfrentamiento entre nacionalistas de un lado y nacionalistas del otro. Con el modelo de enfrentamiento, el PP ha crecido en Euskadi; con el modelo convencional no se come un rosco en Catalu?a. Un gobierno de coalici¨®n CiU-Esquerra -que las encuestas empiezan a hacer veros¨ªmil- podr¨ªa ser un primer paso hacia la vasquizaci¨®n de la pol¨ªtica catalana.
A veces da la impresi¨®n de que Aznar cree que todo se puede conseguir con consignas, que basta predicar la unidad indivisible de Espa?a para que todo el mundo se apunte, que la repetici¨®n es la clave. Aznar deber¨ªa saber que las unidades no se improvisan, y que si Estados Unidos tiene una unidad nacional que no tiene Espa?a es fruto de una larga historia, de desencuentros, de aciertos y de desaciertos, de incapacidades e impotencias de ambas partes en momentos decisivos. El resultado es el que es. No se cambia con esl¨®ganes. Los relatos que construyen naciones son todos falsos en la medida en que est¨¢n construidos sobre ficciones y sobre interpretaciones parciales de la historia. Pero no se improvisan, y si cuajan de una generaci¨®n a otra es por una agregaci¨®n de hechos que no se desmontan a golpe de consigna pol¨ªtica. Aznar lo sabe; por eso con la voz grita y con su mano derecha -Josep Piqu¨¦ en este caso- busca puentes con CiU. Aznar sabe que no har¨¢ cambiar las tendencias de fondo, pero sabe que jugar a aprendiz de brujo le da dividendos. Y el fuego ya lo apagar¨¢n otros.
Estamos en periodo de espuma electoral, y siguiendo el gui¨®n tan bien aplicado por Aznar en las ¨²ltimas elecciones municipales, Converg¨¨ncia i Uni¨®, con el miedo en el cuerpo por el riesgo de que al fin se produzca la alternancia en Catalu?a, tira de manual -como hizo el presidente- y va a la busca de la movilizaci¨®n m¨¢xima de los suyos, con la esperanza de que el adversario no haga el pleno. Naturalmente, toca volteo de campanas nacionalista. "Aznar se cargar¨¢ la autonom¨ªa catalana en 10 a?os", dice la voz del trueno, que no cesa de advertir sobre la gran regresi¨®n. Que nadie se asuste: si es necesario volver¨¢n a pactar con el PP, porque en nombre del pragmatismo se puede gritar a pleno pulm¨®n y al d¨ªa siguiente abrazarse con el enemigo. Y con plena satisfacci¨®n de sus votantes, que, excepto una minor¨ªa de creyentes, tienen muy claro el orden de la jerarqu¨ªa: primero, dinero; despu¨¦s, patria. Si la suma con el PP no basta, se pacta con Esquerra y se explica a quien quiera o¨ªrlo que CiU ser¨¢ la garant¨ªa de moderaci¨®n del nacionalismo radical. Nada nuevo bajo el sol: el souffl¨¦ electoral sube y sube, pero despu¨¦s hay que buscar el chocolate.
Mientras CiU y PP ofician un ritual de enfrentamiento entre Montbri¨® del Camp y Tejas, el PSC est¨¢ en un triste papel demasiado habitual: a remolque de CiU d¨¢ndole la raz¨®n en su pol¨¦mica con Aznar. Una perfectamente innecesaria contribuci¨®n al ruido. El PSC gasta demasiada energ¨ªa en poner notas a pie de p¨¢gina a la pol¨ªtica de CiU. Alg¨²n d¨ªa tendr¨¢ que decidirse a escribir un libro entero. Pasqual Maragall ha estado en Londres, en un curioso c¨®nclave convocado por Tony Blair para hacerse perdonar su promiscuidad con George W. Bush a pesar de demostrar p¨²blicamente que no tiene ninguna intenci¨®n de enmendar su conducta. Maragall ha dicho que la izquierda "da mucha importancia a los valores, sin traducirlos de manera efectiva en pol¨ªticas". La pregunta es: ?por qu¨¦ no los traduce? ?Por qu¨¦ son valores obsoletos o por qu¨¦ son vigentes, pero no se atreve a llevarlos a cabo? Una campa?a electoral como la que tiene por delante es un momento muy adecuado para demostrar que existen los valores y las pol¨ªticas. Algo mucho m¨¢s interesante que repetir los gritos de ritual de cualquiera de los nacionalismos.
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