Castillo de naipes
Los resultados de la encuesta sobre el debate en torno al estado de la naci¨®n son a primera vista contradictorios. Gana Aznar, si bien en plan bulldog, incapaz de encajar las cr¨ªticas, poco sensible ante los problemas de los espa?oles y apartado de la gente de la calle. En cuanto a Zapatero, mejor conocedor de los problemas del pa¨ªs, m¨¢s tolerante con las cr¨ªticas y con superior capacidad de comunicaci¨®n, m¨¢s sensible y moderado, se lleva un rotundo suspenso. A primera vista, semejante dualidad en las valoraciones parece inexplicable, aun cuando esa perplejidad se difumina se introducimos la sensaci¨®n de inferioridad que transmite el socialista en cuanto a sentido pr¨¢ctico e iniciativa pol¨ªtica. Eso significa que, en t¨¦rminos futbol¨ªsticos, Zapatero dise?a bien la jugada, pero define mal. Apunta los problemas reales, pero no llega a desarrollar un an¨¢lisis que haga cre¨ªbles sus soluciones.
El caso de la pol¨ªtica espa?ola sobre Cuba proporciona un primer ejemplo. Despu¨¦s de la operaci¨®n de limpieza de disidentes y de las ejecuciones, Fidel Castro ha optado por recuperar algunos de los rasgos que ¨¦l mismo se?ala en su personalidad desde la infancia: el gusto por la violencia y la groser¨ªa. "Cuando no estaba conforme con lo que la maestra me dec¨ªa, o me pon¨ªa bravo, insultaba a la maestra", relata en una de sus notas autobiogr¨¢ficas. El incidente con los periodistas de Miami que llegaron a entrevistarle por tel¨¦fono, susceptible de levantar las iras de los militantes del Orgullo Gay, constituye un ep¨ªlogo adecuado para los insultos proferidos contra pol¨ªticos europeos tras los cr¨ªmenes y los encarcelamientos del pasado mes de abril. A tales desprop¨®sitos y al cierre de nuestra Casa de la Cultura en La Habana, la ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, opone un delicioso comentario: "En Cuba ya ha comenzado la transici¨®n". Intereses hoteleros y de otras inversiones obligan, por encima de los derechos humanos. La majeza exhibida por Aznar en el Congreso se esfuma de acuerdo con la vieja consideraci¨®n de Marx acerca de la prioridad de los intereses econ¨®micos para los gobiernos burgueses. Y a todo esto, ?qu¨¦ hace o dice el PSOE? Dibuja en abril una correcta oposici¨®n a la oleada represiva en la Isla, advierte acerca del obst¨¢culo que la misma representa para una futura normalizaci¨®n democr¨¢tica, y nada m¨¢s. No se les ocurre a sus dirigentes prolongar la presi¨®n, ni impulsar un agrupamiento de intelectuales y profesionales de izquierda pro-democracia en Cuba que diera continuidad a la movilizaci¨®n del manifiesto auspiciado por Encuentro, ni siquiera conjugar la reivindicaci¨®n de la dignidad frente al b¨¢rbaro con la cr¨ªtica de la inhibici¨®n gubernamental. El tr¨¢gico episodio se cierra as¨ª de acuerdo con la f¨®rmula ya patentada por el comunismo sovi¨¦tico: una vez pasado el revuelo de las protestas por los derechos humanos aplastados, las cosas vuelven a su cauce. Y en lo que nos toca, a la inhibici¨®n tradicional de la izquierda respecto del castrismo. La ausencia pr¨¢cticamente total de gentes de la cultura espa?ola en los recientes actos de homenaje al disidente Ra¨²l Rivero en la Casa de Am¨¦rica lo puso tristemente de manifiesto. Es el indicio de una forma de hacer pol¨ªtica, o mejor, de hacerla de modo insuficiente, con consecuencias tanto m¨¢s graves en la medida que lo son los problemas abordados. En pol¨ªtica exterior, ninguno expresa mejor esa carencia que la crisis de Irak. A primera vista, no puede serle reprochado al grupo dirigente del PSOE que dejara pasar la ocasi¨®n. En el Congreso, Zapatero cuestion¨® inteligentemente las posturas belicistas de Aznar, haciendo posible que luego fuera f¨¢cil reconocer la falsedad de sus aseveraciones sobre el peligro iraqu¨ª. En la calle, tras esas pancartas que tanto debieron herirle al presidente, los militantes socialistas participaron intensamente en la vertiente democr¨¢tica de las movilizaciones contra la invasi¨®n. Ahora, en el debate sobre el estado de la naci¨®n, ha sido rotunda la denuncia de la mentira de Aznar al garantizar la existencia de armas de destrucci¨®n masiva y propugnar la guerra apoy¨¢ndose en esa falacia, con el l¨ªder socialista propici¨® la impresentable respuesta del gobernante atrapado, reducido a escudarse en una cita manipulada del jefe de las inspecciones. Pero una vez m¨¢s, con el adversario contra las cuerdas, Zapatero se muestra incapaz de llevar hasta el fondo la disecci¨®n de una pol¨ªtica de cliente del Imperio cuyos riesgos est¨¢n lejos de haberse agotado. Era precisa una explicaci¨®n del viraje dado por las Naciones Unidas y por la Uni¨®n Europea, subordin¨¢ndose a Bush despu¨¦s del estropicio, aunque en ello la coherencia del tiempo de movilizaci¨®n se dejase algunas plumas. Y sobre todo, resultaba y resulta imprescindible poner sobre el tapete lo que representa la participaci¨®n militar espa?ola en la ocupaci¨®n de un pa¨ªs que visiblemente est¨¢ poniendo en marcha un proceso insurreccional contra sus ocupantes occidentales. Un pol¨ªtico norteamericano dif¨ªcilmente calificable de paloma, Henry Kissinger, propugn¨® la invasi¨®n de Irak con la condici¨®n de tener previamente organizada la gesti¨®n del pa¨ªs tras su conquista. A falta de esta premisa, el avispero est¨¢ garantizado, y no es f¨¢cil entonces explicar por qu¨¦ la cr¨ªtica de Zapatero se ha parado en el tiempo de movilizaciones de la pasada primavera. As¨ª le bast¨® a Aznar durante el debate remendar una mentira con otra, permiti¨¦ndose adem¨¢s acusar al socialista de irresponsable por desconocer las exigencias de una pol¨ªtica exterior vinculada al campo democr¨¢tico.
Pasando a la pol¨ªtica interior, fue obvio el protagonismo de la crisis poselectoral en la Comunidad de Madrid. Era algo inevitable y, ateni¨¦ndonos siempre al debate, nada tiene de extra?o que el l¨ªder socialista insistiera en la razonable presunci¨®n acerca de una trama montada por intereses inmobiliarios ligados al PP y en el fraude que la traici¨®n de los tr¨¢nsfugas ha supuesto para los electores de izquierda madrile?os, privados por su acci¨®n de una victoria tan apretada como limpia. Con otras palabras, Zapatero vino a decir lo que Rafael Simancas en sus afortunadas intervenciones como candidato ante la Asamblea de Madrid. Ahora bien, falt¨® de nuevo la elevaci¨®n de planteamiento requerida por el caso. Era imprescindible recordar que este asunto de tr¨¢nsfugas era diferente de los anteriores, siempre lamentables. En el curso de una legislatura, cabe entender que un diputado experimente progresivamente una sensaci¨®n de disconformidad ante las posiciones de su grupo y acabe desertando, si bien eso debiera hacerse sin el esca?o a cuestas. Otra cosa es que el abandono tenga lugar cuando la legislatura todav¨ªa no se ha iniciado y los diputados traidores ni siquiera han tomado posesi¨®n. Estamos en este caso ante un falseamiento radical del resultado de las elecciones, tal y como lo hab¨ªan dise?ado las papeletas de los votantes. Una nueva forma de pucherazo, por corrupci¨®n de los electos. De ah¨ª que tanto Aznar como Esperanza Aguirre insistieran en la falsa evidencia de que el PP hab¨ªa ganado las elecciones como mayor¨ªa, coartada para justificar su aceptaci¨®n de las consecuencias favorables del fraude.Despu¨¦s de formular la h¨¢bil invitaci¨®n a Aznar para que repitiese con Madrid la ceremonia de la mentira sobre Irak, Zapatero hubiera podido exponer ante la C¨¢mara lo que este tipo de infracciones y actitudes como la del PP representan no s¨®lo para su partido, sino para la democracia.
Y ya al margen de la discusi¨®n parlamentaria, est¨¢ faltando dram¨¢ticamente una labor de explicaci¨®n a la opini¨®n p¨²blica de lo ocurrido, y de lo que puede ocurrir si algunas zonas oscuras del PSOE no cambian. A la vista de las experiencias pasadas, cortar unas ramas podridas no es suficiente si la enfermedad permanece. El 10 de junio ha supuesto un baj¨®n en la confianza de muchos electores de izquierda que pueden pasar a la abstenci¨®n en las elecciones de octubre, dando as¨ª la victoria a quienes no la ganaron ni se la merecen. Transparencia y lo que antes se llamaba autocr¨ªtica son las condiciones para que ese pron¨®stico pesimista no se vea realizado.
Por fin, la dif¨ªcil coyuntura presente, y ante las principales cuestiones, resulta necesario desbordar las conveniencias a corto plazo, ir m¨¢s all¨¢ del gesto eficaz para la propaganda, e intentar lo que Ortega estim¨® de dif¨ªcil cumplimiento para la pol¨ªtica: ver claro. Ning¨²n tema es m¨¢s representativo de esta exigencia que la pol¨ªtica de Estado ante los proyectos nacionalistas en curso de presentaci¨®n, tanto del plan Ibarretxe como de la mayoritaria reivindicaci¨®n de un nuevo Estatuto en Catalu?a. Reconozcamos que las cosas no est¨¢n f¨¢ciles para nadie en el campo constitucionalista, y menos para el PSOE. De un lado se encuentra la lealtad, ahora renovada, a la ley fundamental; de otro, la actitud de uno de los principales apoyos a Zapatero dentro de su partido, el PSC de Maragall, encabezando lo que de hecho es un frente nacionalista de izquierda por un nuevo Estatut que habr¨¢ de "proclamarse" desde el Parlamento catal¨¢n, y no simplemente "reclamarse" (sin olvidar la alianza del PSC con los sectores pronacionalistas vascos, emblema Od¨®n Elorza , y la inclinaci¨®n a secundar las posiciones catalanas de solidaridad con el PNV). En tierra vasca, los resultados de la defenestraci¨®n de Redondo Terreros en el PS de Euskadi son ya visibles, en el desmayo y la confusi¨®n que presiden las actitudes de muchos socialistas vascos ante la crisis en curso, tal y como muestra el Euskobar¨®metro en cuestiones tales como el apego a la Constituci¨®n o la ilegalizaci¨®n de Batasuna. Popularidad de Od¨®n en alza, de Patxi L¨®pez l¨®gicamente en baja. Paso de ¨¦ste a una equidistancia entre PP y PNV desde la cual dif¨ªcilmente puede asentar su oposici¨®n al plan Ibarretxe y la defensa de la Constituci¨®n. En una palabra, sin que nadie les aclare las ideas y contando con que siempre es bueno dejar de ser apestado, y m¨¢s si la peste se comparte con el PP, los socialistas emprenden en Euskadi un viaje a ninguna parte cuyo ¨²nico beneficiario puede ser el PNV. Los acuerdos municipales en Navarra, de cuya sanci¨®n Zapatero escap¨® agarr¨¢ndose al clavo ardiendo de la condena de Aznar, pueden ser el principio del fin de la alianza constitucionalista, justo cuando Ibarretxe plantea su ofensiva. Si a las vacilaciones en Euskadi sumamos la propuesta maragalliana para octubre de acuerdo nacional por un nuevo Estatut en Catalu?a, parece dif¨ªcil evitar que el PSOE deje en manos del PP la defensa del orden constitucional en las elecciones de marzo, con las consiguientes consecuencias catastr¨®ficas para todos, y en primer plano para los propios socialistas. Refugiarse en que los problemas con los nacionalismos han surgido desde que Aznar lleg¨® al poder, como si ¨¦ste hubiese sido el padre del Pacto de Lizarra, no s¨®lo es falaz: ni siquiera es rentable. ?No ser¨ªa m¨¢s pertinente recordarle a Aznar que su agresividad obstaculiza el apoyo que pronto va a requerir en defensa de la Constituci¨®n? Urge que el PSOE en su conjunto, incluidos sus partidos de nacionalidad, armonicen los propios planteamientos, ¨²nica forma de acu?ar una pol¨ªtica razonable en este tema crucial.
A la vista de las consideraciones precedentes, la falta de cohesi¨®n en la pol¨ªtica socialista se convierte en un blanco f¨¢cil para su principal adversario pol¨ªtico. La imagen de un Zapatero con su grupo dirigente en las nubes, los barones como ¨²nicos soportes s¨®lidos y la presi¨®n centr¨ªfuga en las nacionalidades, supone la garant¨ªa de una derrota inexorable en marzo. Hay tiempo para cambiar, pero bien escaso.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Pensamiento Pol¨ªtico de la Universidad Complutense de Madrid.
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