Un hombre y una misi¨®n imposible
Mohamed Dahlan tiene que contener a los radicales palestinos y salvar la tregua
Mohamed Dahlan, ministro de la Seguridad Interior palestina, s¨®lo tiene 100 d¨ªas para resolver el reto m¨¢s importante de su vida: poner fin a la Intifada y devolver la normalidad a los territorios palestinos, consolidando la tregua de tres meses decretada por las facciones radicales. El plazo acaba el 28 de septiembre . El coronel ha empezado su misi¨®n en su tierra, Gaza, donde conoce bien a sus enemigos, pero mucho m¨¢s a sus amigos, que han empezado a llamarle traidor.
Mohamed Dahlan, de 42 a?os, ha vuelto estos d¨ªas a su Gaza natal con poderes excepcionales otorgados por el primer ministro Abu Mazen, pero sobre todo por la Casa Blanca, que ha depositado en ¨¦l toda su confianza para que pacifique los territorios palestinos. El coronel tiene muy claro c¨®mo conseguir sus objetivos. No quiere repetir los errores que cometi¨® a mediados de los a?os noventa, cuando como jefe de la Seguridad Preventiva de Gaza, reprimi¨® con la fuerza de sus armas a los militantes de las organizaciones fundamentalistas Yihad Is¨¢mica y Ham¨¢s, envi¨® a centenares de ellos a la c¨¢rcel, cerr¨® muchas de sus instituciones, tuvo la osad¨ªa de colocar bajo arresto domiciliario a su jefe espiritual, el jeque Ahmed Yasin, y coloc¨® la zona al borde de la guerra civil. Ahora se ha vuelto m¨¢s cauto. Se dispone a dar la batalla a los fundamentalistas en su propio terreno, el de la ayuda humanitaria, y a ser posible sin disparar un solo tiro, aseguran sus colaboradores.
El responsable de la seguridad palestina ha depurado a unos 20 mandos policiales
En poco menos de dos semanas ha conseguido un primer objetivo: hacer bajar los precios de productos claves como la gasolina, el gas¨®leo, pero sobre todo el de las bombonas de gas butano para uso dom¨¦stico. Ha sido como un b¨¢lsamo con el que trata de cicatrizar las heridas abiertas tras una primavera sangrienta durante la cual la poblaci¨®n ha sufrido a diario los ataques y las incursiones israel¨ªes. Para lograrlo ha contado con el apoyo del ministro de Econom¨ªa, Salam Fayed, y la colaboraci¨®n de los israel¨ªes, que han aceptado una reducci¨®n de los impuestos.
A rengl¨®n seguido ha vuelto a situar a las fuerzas de polic¨ªa en la calle, despu¨¦s de una larga ausencia, pero esta vez dot¨¢ndolas de m¨¢s medios -medio centenar de coches todoterreno y una flota de motos de enorme cilindrada-, regalo de los europeos. Todo ello ha ido acompa?ado de una campa?a de moralizaci¨®n de la vida c¨ªvica con la que trata de poner fin a las peque?as corrupciones. Estos primeros pasos han culminado con la reapertura de las carreteras principales de la zona, que permite una aparente libertad de movimientos. La ofensiva populista de Dahlan esconde, sin embargo, una guerra secreta. Est¨¢ dirigida contra las organizaciones radicales a las que trata de silenciar. Por ahora les ha cerrado sus emisoras de radio, ha sitiado sus peri¨®dicos y borrado sus pintadas de las calles. Nunca Gaza hab¨ªa aparecido tan blanca.
El coronel ha abierto otro frente: la depuraci¨®n sistem¨¢tica de los cuadros no leales de las fuerzas de seguridad, sustituy¨¦ndolos por otros m¨¢s afines, lo que ha colocado en situaci¨®n de disponibilidad a una veintena de altos mandos. El objetivo principal de esta operaci¨®n es desplazar a generales de la "vieja escuela" para reemplazarlos por miembros de las "nuevas generaciones", pr¨®ximas y afines a Dahlan. La respuesta no se ha hecho esperar. Hace pocos d¨ªas unos desconocidos dispararoncontra las ventanas del domicilio del coronel, permanentemente custodiado, que se encuentra a un centenar de metros del Serrallo, la sede de seguridad. Todas las fuentes coinciden en asegurar que los agresores fueron disidentes de Al Fatah. Otros se?alan a los hombres de Musa Arafat, primo del presidente Yasir Arafat, responsable de la Seguridad Militar.
"Dahlan se ha vuelto a cambiar de chaqueta, ahora se ha convertido en un beb¨¦ al servicio de Estados Unidos", asegura Mohamed J., de 37 a?os, licenciado en Literatura Inglesa, empleado de una organizaci¨®n humanitaria no gubernamental, vecino del campo de refugiados de Jan Yun¨¦s, al sur de Gaza, en el mismo lugar donde naci¨® Dahlan, recordando su pasado radical como dirigente local de Al Fatah.
El coronel no es un hombre popular en Gaza. La sociedad civil desconf¨ªa y critica abiertamente a Dahlan con tanta virulencia como lo hacen los sectores fundamentalistas. S¨®lo hay que escuchar al doctor Mahmud Zahar, portavoz de Ham¨¢s: "La situaci¨®n ha cambiado, no es la misma que en los a?os noventa, cuando nos dejamos detener por la polic¨ªa palestina. Ahora no estamos dispuestos a dejarnos llevar de nuevo a las c¨¢rceles ni a entregar las armas. Que nadie se llame a enga?o. Se trata simplemente de una tregua". Sus palabras suenan a amenaza, similar a la que profieren los militantes de Ham¨¢s, desde las zonas m¨¢s deprimidas de Gaza.
"?De qu¨¦ tregua me habla? Aqu¨ª no hay tregua. Los soldados israel¨ªes contin¨²an disparando cada d¨ªa contra nuestras mujeres y ni?os, destruyendo las casas. Si alguien dice que la segunda Intifada se ha acabado, entonces empezaremos a preparar la tercera Intifada, y luego, la cuarta: no tenemos nada que perder", afirma Rashid, militante de Ham¨¢s y obrero en paro de 37 a?os, en el campo de refugiados de Yebna, mientras observa su casa destruida por las excavadoras israel¨ªes y ante una cama en la que yace el cuerpo de su hijo Mohamed, en coma desde hace dos a?os por un tiro en la cabeza. Acaba de cumplir 17 a?os.
Tambi¨¦n las organizaciones de defensa de los derechos humanos est¨¢n dando la espalda a Dahlan. "Nada de eso es nuevo. Muchas de estas medidas se adoptaron ya en 1994, cuando Arafat volvi¨® del exilio. No sirvieron para nada. Se necesita una modificaci¨®n sustancial del sistema. De poco sirve pintar las paredes de blanco si no se acaba con la ocupaci¨®n, se restituyen las libertades y se proclama el Estado palestino", afirma Jaber M. Wishah, responsable del Centro Palestino por los Derechos Humanos de Gaza.
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