La moda del gobierno de las empresas
Este verano The Economist llega a sus primeros 160 a?os. Para celebrarlo acaba de publicar un n¨²mero dedicado a Capitalismo y democracia. En uno de los art¨ªculos se describe el momento que vive el sistema capitalista en estos primeros a?os del siglo. Seg¨²n el semanario, el auge econ¨®mico y del mercado financiero de los a?os noventa fue tan extremo que su ca¨ªda est¨¢ provocando unos resultados tambi¨¦n extremos: una pila de esc¨¢ndalos empresariales, el resentimiento generado por el enorme aumento de las desigualdades de renta y de riqueza en los pa¨ªses ricos, un abrumador agujero en los fondos de jubilaci¨®n de millones de personas y, lo m¨¢s crucial de todo, una desilusi¨®n creciente respecto a la capacidad de las instituciones democr¨¢ticas para hacer que los culpables respondan de sus acciones.
Siguiendo el t¨ªtulo de un libro publicado en EE UU por la analista y activista pol¨ªtica Arianna Huffington, ha habido en los ¨²ltimos a?os "cerdos en el comedero" que extrajeron gigantescos salarios y emolumentos de ejecutivos, falsearon las cuentas de las sociedades, manipularon las ofertas de las acciones y se concedieron unos a otros enormes cantidades de opciones sobre acciones, entre otros abusos. Para ello usaron de forma profusa la contabilidad creativa.
Precisamente a analizar estos abusos se ha dedicado el seminario El gobierno de la empresa celebrado durante toda la semana en Alameda del Valle (Madrid), y organizado por la Escuela de Periodismo de la Universidad Aut¨®noma de Madrid/EL PA?S y la Fundaci¨®n BBVA. En el mismo se estudiaron los cuatro niveles empresariales en los que han fallado todos los controles en numerosas empresas, desde que estall¨® el esc¨¢ndalo de Enron en diciembre de 2001. Con una cierta perspectiva de tiempo, ten¨ªa raz¨®n Krugman cuando escribi¨® que el caso Enron pasar¨ªa a la historia y se estudiar¨ªa en las escuelas de negocio de todo el mundo (Krugman dec¨ªa que Enron tendr¨ªa m¨¢s capacidad transformadora a largo plazo que los atentados a las Torres Gemelas y el Pent¨¢gono).
Los niveles de abuso son los siguientes: el de las propias empresas, que cometieron numerosos fraudes con objeto de enga?ar a los inversores, acciones, trabajadores y jubilados; en segundo lugar, el de sus ejecutivos, que aprovecharon la coyuntura para enriquecerse al tiempo que arruinaban a los dem¨¢s agentes; tercero, los bancos de inversi¨®n, que en muchos casos recomendaron p¨²blicamente invertir en lo que de modo privado calificaban de basura; y por ¨²ltimo, las auditoras, que por acci¨®n y omisi¨®n no detectaron lo que estaba sucediendo y que est¨¢n pasando uno de los peores momentos en su credibilidad (algunas, como Andersen, han desaparecido del mapa).
En este periodo, los organismos reguladores tampoco han estado a la altura de las circunstancias. Uno de los debates centrales del seminario consisti¨® en preguntarse si existe la legislaci¨®n suficiente para evitar en el futuro otra oleada de esc¨¢ndalos empresariales y lo que ocurri¨® fue que esa legislaci¨®n no fue aplicada, o si es necesaria otra serie de normas m¨¢s eficaces. Cada vez hay menos analistas (a no ser que provengan de las organizaciones patronales) que crean que la autorregulaci¨®n empresarial es la soluci¨®n a estos problemas. La siguiente preocupaci¨®n es evitar una sobrerreacci¨®n de regulaciones sobre las empresas que sirva ¨²nicamente para cubrir el flanco de las responsabilidades pol¨ªticas de los gobernantes.
En las conclusiones del seminario surgieron las recomendaciones que el te¨®rico de Harvard, Michael Jensen, hizo hace ya bastante tiempo, para limitar los problemas corporativos de las empresas: el consejo de administraci¨®n no debe permitir que la empresa se revalorice por encima de lo que realmente vale; hay que aprender a decir "no" a los analistas (que muchas veces disponen de la ¨²nica informaci¨®n que les proporcionan los gestores de la empresa, que saben de la misma mucho m¨¢s que los primeros); no permitir que el consejero delegado (CEO) forme el consejo de administraci¨®n, de modo que ¨¦ste sea un empleado del consejero delegado; el n¨²mero de consejeros no debe ser excesivo sino razonable, con el objeto de manejar bien la empresa; identificaci¨®n del consejero con la empresa, para lo que el primero debe jugarse tambi¨¦n su dinero. Por ¨²ltimo, y quiz¨¢ lo m¨¢s importante, no se debe penalizar a los consejeros y a los ejecutivos por decir la verdad, y estar en desacuerdo con la l¨ªnea oficial de la compa?¨ªa.
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