Si se cae el l¨ªder, no se ataca
La noci¨®n de juego limpio de Armstrong var¨ªa seg¨²n las circunstancias
Apareci¨® Lance Armstrong por la sala de prensa -tosiendo ostentosamente y con chaleco t¨¦rmico azul marino sobre el 54? maillot amarillo de su carrera-, y lo dijo claro, como quien reclama una deuda: Ullrich me deb¨ªa una. O, con sus palabras exactas: "Agradezco a Ullrich que me esperara cuando me ca¨ª. Debe haberlo hecho porque tiene buena memoria y se acordaba de que hace dos a?os, cuando se cay¨® en el descenso del Peyresourde yo le dije a Beloki, que iba bajando con nosotros, que hab¨ªa que pararse a esperar al alem¨¢n". Claro que, y eso no lo precis¨® Armstrong, cuando aquella ca¨ªda el que era l¨ªder, y con buena ventaja, no era el que se cay¨®, como ayer. El l¨ªder era Armstrong y par¨¢ndose a esperar no ten¨ªa nada que perder. Ayer, Ullrich, que ya hab¨ªa intentado un ataque en el Tourmalet, si hubiera seguido a su ritmo cuando la gorra amarilla se enganch¨® en la maneta del freno derecho de Armstrong, habr¨ªa forzado al norteamericano a un esfuerzo suplementario tan grande como el que efectu¨® minutos despu¨¦s para atacarlo. As¨ª que quiz¨¢s, ah¨ª dej¨® Ullrich de ganar el Tour. Pese a ello, el alem¨¢n s¨®lo dijo: "Esper¨¦ porque el ciclismo es un deporte de caballeros". Pero no tanto: todo el mundo recuerda que Charly Gaul perdi¨® un Giro porque le atacaron cuando se hab¨ªa parado a orinar; o de cuando Chiappucci atac¨® a LeMond, que hab¨ªa pinchado en el descenso del Marie Blanque en 1990, y hasta Indurain se fue con el italiano: LeMond se jug¨® la vida en el descenso, los alcanz¨® y los insult¨® cuando los adelant¨®. Al d¨ªa siguiente se disculp¨®. Y una de las asignaturas del librillo cotidiano de los espectadores se titula "El ataque del avituallamiento".
Armstrong tiene una relaci¨®n peculiar con la asignatura de ¨¦tica cicl¨ªstica. Hace poco m¨¢s de un mes, al comienzo de una etapa de la Dauphin¨¦ Lib¨¦r¨¦, el norteamericano, que era el l¨ªder de la carrera, sufri¨® una ca¨ªda. Entonces, advertida o inadvertidamente, al franc¨¦s Patrice Halgand se le ocurri¨® organizar un ataque para buscar una escapada. Y aunque era modesto y poco peligroso, y aunque quedaba mucha etapa por delante, como el pelot¨®n reaccion¨® inmediatamente y a Armstrong le cost¨® un buen esfuerzo volver a enlazar, cuando termin¨® la etapa convoc¨® a la prensa y se pas¨® varios pueblos en su lecci¨®n de moral ciclista, lecci¨®n titulada "No se ataca cuando se cae el l¨ªder". Al comienzo del Tour, despu¨¦s de la contrarreloj por equipos, el equipo de Halgand, el Jean Delatour, le debi¨® enviar champa?a a Armstrong para ganarse su perd¨®n y lograr que todas sus iniciativas no fueran perseguidas por el US Postal.
Tampoco Lance Armstrong mostr¨® un estado de ¨¢nimo compasivo cuando Joseba Beloki, apremiado precisamente por el norteamericano en la caza de Vinokurov en el descenso de la cuesta de La Rochette, se cay¨® delante de su bicicleta. Despu¨¦s de su exhibici¨®n de fortuna, del hallazgo de un caminito de entrada a un prado, de su traves¨ªa cross country, de su atajo y de su regreso a la carretera, cuando sus compa?eros de aventura le pidieron esperar para ver si el desgraciado l¨ªder del ONCE-Eroski se recuperaba, les respondi¨® que no. "No espero, que ¨¦se va a por el amarillo", les dijo, se?alando al fogoso Vinokurov.
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