Cuando muere un amigo
"Te voy a presentar al m¨¢s perfecto caballero", me dice el novelista norteamericano William Styron. Estamos admirando el crep¨²sculo atl¨¢ntico desde la isla de Martha's Vineyard, en la costa ballenera de Herman Melville. Es una g¨¦lida tarde de noviembre, en 1975. Es el D¨ªa de Acci¨®n de Gracias, el Thanksgiving sagrado en el calendario del norte. (Le Jour du Dieu Merci Donnant, escribe cada a?o el humorista Art Buchwald, desde siempre ajeno a la absurda francofobia que se ha apoderado de muchos sectores de EE UU).
Styron se qued¨® corto. El pr¨ªncipe Sadruddin Aga Khan y su hermosa mujer, Catherine, vistos por primera vez esa tarde de noviembre en Massachusetts, se convirtieron en amigos muy cercanos nuestros -m¨ªos y de Silvia, mi esposa-. Hoy que Sadruddin -Sadri- ha muerto, a los 70 a?os de edad, evoco con alegr¨ªa los muchos momentos que pasamos juntos y celebro la inteligencia, el humor, la generosidad y la elegancia que en ¨¦l se daban cita.
Sadruddin Aga Khan era hijo del Aga Khan III y descendiente de Mahoma. L¨ªder de 20 millones de chi¨ªes ismael¨ªes, nacido en la riqueza, Sadruddin pudo llevar una vida de ocio distinguido. Pero, como su compa?ero de estudios en Harvard, Edward M. Kennedy, sinti¨® que su posici¨®n llevaba consigo un compromiso de servicio. Una obligaci¨®n hacia los dem¨¢s. En cierta ocasi¨®n, un miembro de la audiencia interrumpi¨® un discurso del senador Kennedy para preguntarle si no era contradictorio que siendo millonario defendiera causas de izquierda, Kennedy contest¨®: "Lo importante no es de d¨®nde vengo, sino d¨®nde estoy, d¨®nde me paro y qu¨¦ cosas defiendo".
Lo mismo pudo decirse de Sadruddin. Dedic¨® su vida a la convivencia humanitaria, en primer t¨¦rmino, a trav¨¦s de organizaciones internacionales que ¨¦l ve¨ªa como caminos constructivos para resolver los problemas de la vida en un planeta siempre al borde del conflicto y la autodestrucci¨®n. Durante 32 a?os, Sadruddin fue el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Gracias a ¨¦l encontraron hogares 10 millones de refugiados a causa del conflicto entre Pakist¨¢n y Bangladesh en 1971. Encontr¨® hogares para los refugiados de la guerra de Vietnam, de la guerra civil en Sud¨¢n y de la atroz dictadura de Idi Am¨ªn en Uganda. A fines de los ochenta, encabez¨® la asistencia de la ONU a los afganistanos desplazados tras el retiro de las tropas sovi¨¦ticas. A principios de los noventa, coordin¨® la asistencia a los desplazados por la guerra del Golfo, tanto en Irak como en Kuwait.
Dos veces se present¨® como candidato a la Secretar¨ªa General de la ONU. Para suceder a Kurt Waldheim en 1981 y a Javier P¨¦rez de Cu¨¦llar en 1991. En ambas ocasiones, a pesar de la mayor¨ªa, fue derrotado por un veto de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, que lo consideraba "demasiado prooccidental". Las grandes potencias a veces sufren de miop¨ªa. Sadruddin hubiese sido, con gran oportunidad, un mediador entre las dos grandes civilizaciones del Mediterr¨¢neo, la judeo-cristiana y la isl¨¢mica. Conocedor de ambas, nos propon¨ªa re-pensar las deudas culturales del mundo cristiano hacia el mundo musulm¨¢n, y de ¨¦ste hacia aqu¨¦l. Destacar los "choques de civilizaciones" es desde?ar el encuentro de civilizaciones. Como mexicano, me gustaba repasar con Sadruddin la enorme deuda de mi cultura para con el islam. Lengua, arquitectura, m¨²sica, literatura, derecho, arte: el islam est¨¢ en todas nuestras vidas, a veces sin que nos demos cuenta de ello. Ni cuando comemos una alcachofa, nadamos en una alberca o gritamos "?ol¨¦!" en la plaza de toros. Occidente jam¨¢s debe olvidar, por encima de las diferencias, que su propia identidad le fue preservada y devuelta por el islam, depositario de la antigua cultura griega perdida en las tinieblas de la Baja Edad Media.
M¨¢s que choques, encuentros, contaminaciones, curvas de civilizaci¨®n. Hay momentos hist¨®ricos en que China o el islam superan con gran ventaja a Occidente en cuanto a tecnolog¨ªa. Hoy sucede lo contrario. Pero la superioridad t¨¦cnica occidental de hoy no hubiese sido posible sin la superioridad t¨¦cnica del mundo isl¨¢mico de ayer. Sadruddin Aga Khan fue un ap¨®stol de la necesidad pol¨ªtica e intelectual de re-pensar la relaci¨®n entre Occidente y el islam. Ni uno ni otro son bloques cerrados. El mundo musulm¨¢n no es una totalidad unida contra Occidente. Ni siquiera est¨¢ unido consigo mismo -como no lo est¨¢ Occidente en su variedad pol¨ªtica, racial, religiosa y sincr¨¦tica-. Lo razonable es reconocer y celebrar estas diferencias. Y el peligro estriba en los grupos que secuestran al islam para justificar su extremismo. Pero, como acaba de expresarlo elocuentemente Bill Clinton en la Conferencia de la Tercera V¨ªa en Londres, ?no tiene tambi¨¦n Occidente grupos fan¨¢ticos de extrema derecha que se escudan en el cristianismo para perseguir, descalificar e incluso asesinar a El Otro?
Para Sadruddin Aga Kan, el Otro en nuestro mundo era el refugiado y el trabajador migratorio. Su presencia entre nosotros deb¨ªa obligarnos a entender nuestra propia presencia entre los otros. El inmigrante, el refugiado, eran -son- los emisarios de los que, por ser distintos de nosotros, nos obligan a reconocer la humanidad que compartimos con lo diferente. En el mundo peligrosamente maniqueo denunciado por Clinton en Londres, Sadruddin representaba, m¨¢s que la tolerancia (palabra con tintes de condescendencia), el conocimiento de nosotros mismos a trav¨¦s del indispensable conocimiento del Otro: los hombres y mujeres de otra cultura, otra religi¨®n, otra raza. Rechaz¨® por igual que Occidente fuese el enemigo del islam o el islam el enemigo de Occidente. Su legado -su riqueza m¨¢s grande- consisti¨® en darles a estos problemas curso institucional. De lo contrario, podr¨ªamos, parad¨®jicamente, convertir el proceso globalizador en un acto violento de desconocimiento del Otro, atentando por igual contra la interdependencia global y el valor local.
La ¨²ltima vez que vi a mi admirado y querido amigo fue en la Casa de los Lores en Londres, donde present¨® un programa de defensa de una especie amenazada, el elefante africano, diezmado por los criminales comerciantes internacionales del marfil. Sadruddin dedic¨® un enorme esfuerzo a la causa ecol¨®gica. Desde su domicilio en Ginebra dirigi¨® la Fundaci¨®n Bellerive e inici¨® un movimiento para salvar la ecolog¨ªa de los Alpes. Extendi¨® su actividad ecologista a la protecci¨®n de aves en peligro, y su actividad cultural, al rescate de templos antiguos y de iglesias (en especial las nubias cristianas) amenazadas de desaparici¨®n. Su espl¨¦ndida colecci¨®n de arte isl¨¢mico ser¨¢ alojada en el museo que mand¨® construir en Toronto.
Pero si algo acicateaba su conciencia era un simple hecho. Mil millones de seres humanos viven con menos de un d¨®lar diario. En 80 pa¨ªses del mundo, hoy hay m¨¢s pobreza que hace diez a?os. Los gastos de armamentos aumentan. Los de educaci¨®n descienden. El mundo no est¨¢ bien. Sadruddin Aga Khan puso todo lo que estuvo de su parte para mejorar las vidas de millones de seres humanos.
Descanse en paz este amigo tan c¨¢lido, tan elegante, tan humano. Sadruddin Aga Khan nos har¨¢ falta a todos.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
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