El libro en espa?ol en EE UU
Las ¨²ltimas noticias sobre la inmigraci¨®n en Estados Unidos anuncian que entre 1991 y 2001 los profesionales de origen hispano han acrecentado sus ingresos en un 110% y han pasado la barrera de los 100.000 d¨®lares anuales. Son biling¨¹es, biculturales, y leen en espa?ol como una cuesti¨®n de principios. Luego de la fuerte tendencia a la asimilaci¨®n, los hispanos instruidos, pero sobre todo sus hijos m¨¢s j¨®venes, miran hacia Am¨¦rica Latina y Espa?a como si fuesen una fuente com¨²n. Para ellos hablar y leer espa?ol es una declaraci¨®n de mundanidad, en la nueva acepci¨®n de este t¨¦rmino, que seguramente ingresar¨¢ en la pr¨®xima edici¨®n del Diccionario de la Lengua Espa?ola como "inmigrante con derecho de pisos". Hacer la diferencia en un espacio social fronterizo, por lo dem¨¢s, excede clases e ingresos; los mexicanos pueden tener doble pasaporte y votar en las elecciones a ambos lados del Muro.
No menos elocuente es el hecho de que los inmigrantes mexicanos hayan duplicado la cantidad de dinero que env¨ªan a sus familias. A tal punto que por primera vez las remesas ser¨¢n este a?o equivalentes al total de la inversi¨®n extranjera en M¨¦xico. Otro tanto ocurre con algunos pa¨ªses centroamericanos. Se sab¨ªa de la ¨¦tica del trabajo que anima a este flujo migratorio, por lo cual no deber¨ªa sorprendernos su capacidad de ahorro como no sorprende su puntual pago de impuestos. Los trabajadores extranjeros han incrementado el env¨ªo de dinero a sus pa¨ªses de origen en un 44%, lo que suma 138 billones de d¨®lares. No en vano la ubicua Western Union ha tenido el a?o pasado un ingreso de 3,2 billones.
Pero hay todav¨ªa otro grupo determinante, el de los hijos de estos trabajadores. Hace unos a?os prefer¨ªamos creer que terminaban abandonando el espa?ol en los tr¨¢mites de la socializaci¨®n, cuya lengua de pasaje es el ingl¨¦s. Pero he aqu¨ª que han descubierto que su p¨¦rdida del espa?ol familiar es un menoscabo de su ciudadan¨ªa biling¨¹e. No se resignan a un espa?ol dom¨¦stico y regional, y buscan remontar la corriente y recobrar la lengua reprimida. Ante sus demandas, las escuelas y universidades han debido planear nuevos cursos, llamados de "Espa?ol hereditario", dedicados a la tarea de hacer crecer una lengua desheredada. Como dice mi colega Doris Sommer, el signo "Con cuidado: es fr¨¢gil" distingue a estas tareas. Pero es fascinante asistir a esta readquisici¨®n de un lenguaje que devuelve el habla. No es poca cosa que estos muchachos mejoren su espa?ol en las novelas de Eduardo Mendoza y las pel¨ªculas de Pedro Almod¨®var.
Ahora bien, no existe ning¨²n sistema editorial y cultural dise?ado para estos nuevos p¨²blicos, que hacen de su lectura no s¨®lo una parte del tiempo libre o la rutina acad¨¦mica, sino una forma de la conciencia y un medio de reafirmaci¨®n. Son, digamos, los ¨²ltimos lectores fieles: leen con una fe conmovedora en el valor del lenguaje, donde se buscan a tientas. Toda una generaci¨®n pas¨® del abecedario a la literatura en el famoso libro de texto Cinco maestros (Borges, Cort¨¢zar, Rulfo, Garc¨ªa M¨¢rquez, Donoso), que compil¨® John A. Coleman, profesor de New York University, cr¨ªtico agudo y traductor sensible, que acaba de morir en su retiro de Connecticut. John me cont¨® que no se pod¨ªa hacer una actualizaci¨®n del libro porque la editorial, al mudarse, hab¨ªa extraviado los contratos originales. Claro que hoy habr¨ªa que hacer uno dedicado a "cinco maestras".
Si alguien ha terminado de contarlos, son 40 millones de hispanos de todos los or¨ªgenes idiom¨¢ticos. La mayor¨ªa escucha la radio en espa?ol; una parte, los canales de televisi¨®n en espa?ol; otra lee alguno de los miles de peri¨®dicos en espa?ol que aparecen y desaparecen en todas las ciudades del pa¨ªs. Hay que decir que el idioma sufre en esos medios de varias aflicciones verbales: trivialidad, divagaci¨®n, ¨¦nfasis... Para no hablar del Show de Cristina, Laura de Am¨¦rica. Como en la misma Espa?a, los programas de tertulia y cotilleo denigran por igual al idioma y la mujer. Y, con todo, los noticieros pueden ser menos pacatos que los de las grandes cadenas, muchas veces cacofon¨ªas del poder.
En un pa¨ªs de 200 millones de habitantes, donde la mitad nunca leer¨¢ un libro despu¨¦s de la escuela, la poblaci¨®n hispana, en descargo de su bajo promedio educativo, cultiva el valor del libro y, no sin candor, la figura del escritor como gloria cultural. ?stos son los lectores que han hecho de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez una suerte de t¨®tem de la Colombia reubicada en Nueva York, que es un territorio migratorio en estado emotivo, capaz de hacer habitable cualquier espacio contrario gracias a Gabo, Shakira y Los Juanes. He tenido estudiantes colombianos que se han encontrado a s¨ª mismos en las novelas de Garc¨ªa M¨¢rquez al leerlas como verdaderos ¨¢rboles de familia. No es casual, entonces, que el primer best seller de un libro publicado en espa?ol en Estados Unidos haya sido Vivir para contarla.
Se publican 10.000 nuevos libros cada a?o en este pa¨ªs, pero s¨®lo 100 de ellos llegan a best sellers. Esto es, llegan a vender 100.000 ejemplares en una semana. S¨®lo lo han logrado Garc¨ªa M¨¢rquez, Isabel Allende, Laura Esquivel y Carlos Fuentes. Pero no menos impactante es la lectura de algunos autores nuestros en estos nuevos p¨²blicos. Los puertorrique?os Rosario Ferr¨¦ y Edgardo Rodr¨ªguez Juli¨¢ probablemente son m¨¢s le¨ªdos de este lado. Diamela Eltit es m¨¢s estudiada en estas universidades que en las de su pa¨ªs, Chile. Carlos Monsiv¨¢is es le¨ªdo en M¨¦xico como un cr¨ªtico del sistema, en Estados Unidos como un vocero de las fronteras. Hay lectores que est¨¢n convencidos de que Carlos Fuentes es el primer gran escritor mexicano-americano. No menos fascinante es que un escritor pueda ser otro para nuevos y distintos p¨²blicos. Juan Goytisolo fue celebrado primero por sus formas abiertas, luego por su humor cr¨ªtico, hoy por su ardiente independencia. Estos lectores trashumantes inventan al escritor que requieren.
Por lo dem¨¢s, con Internet se han multiplicado las dicciones regionales, el periodismo provinciano, las ediciones instant¨¢neas, el poema descafeinado por el correo electr¨®nico. Casi todo hispano de Nueva York es sospechoso de haber escrito un libro. Gracias al Instituto Cervantes, en Nueva York y en Chicago, hay una conversi¨®n intensa al biling¨¹ismo y una feria cultural perpetua. Es un hecho que nunca ha tenido el espa?ol tantos lectores practicantes. Y habr¨ªa que decir m¨¢s sobre las artes, desde las muestras impactantes de Cristina Iglesias y Luis Gordillo hasta los memorables montajes de Francesc Torres.
Las grandes editoriales norteamericanas empiezan a acercarse a estos p¨²blicos a trav¨¦s de nuevas colecciones en espa?ol, pero quiz¨¢ la diversidad de estos lectores requiere todav¨ªa de unas estrategias de menos volumen y m¨¢s calado. El espa?ol en Estados Unidos est¨¢ inventando de nuevo la escritura y la imprenta, el libro y la lectura. Es un idioma tan nuevo que los libros empiezan apenas a escribirse. Los cl¨¢sicos se vuelven noticia; los modernos, recientes, y los contempor¨¢neos hacen m¨¦ritos. Mart¨ª est¨¢ de moda entre los j¨®venes. Sor Juana In¨¦s de la Cruz, entre las chicas. Y Don Quijote volver¨¢ a la escuela con motivo de su nuevo centenario. Abrir un libro es aqu¨ª un conjuro.
Julio Ortega es profesor de Estudios Hisp¨¢nicos en la Universidad de Brown, Providence, EE UU.
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