Gil o Gil
Todas las soluciones a la situaci¨®n creada en Marbella por 12 a?os de gilismo son malas, y una de las peores es la moci¨®n de censura que han pactado socialistas y andalucistas con un sector disidente del partido fundado por Jes¨²s Gil y Gil. El intercambio de acusaciones en un programa de televisi¨®n entre el ex alcalde y su sucesor ahorra recordar los m¨¦todos utilizados por ambos para plasmar en beneficio propio el criterio del fundador del GIL de que hab¨ªa que gestionar el Ayuntamiento como si fuera una empresa privada: privada suya.
La Fiscal¨ªa de M¨¢laga ha abierto diligencias sobre la actuaci¨®n de ambos, y es lo m¨ªnimo que cab¨ªa esperar despu¨¦s de haberse acusado mutuamente ante m¨¢s de dos millones de espectadores de enriquecerse cobrando comisiones ilegales por licencias de obras, entre otras pr¨¢cticas delictivas. Esas licencias son el trasfondo de la crisis que ha acabado por dividir al partido que lleva 12 a?os gobernando en Marbella con mayor¨ªa absoluta. Durante gran parte de este periodo, el Ayuntamiento ha hecho caso omiso de las directrices de la Junta de Andaluc¨ªa, competente para aprobar en ¨²ltima instancia los planes urban¨ªsticos. De las 49.000 viviendas que hab¨ªa en Marbella hace 12 a?os se ha pasado a las 127.000 actuales, que se convertir¨ªan, seg¨²n el ¨²ltimo plan del GIL en 170.000 dentro de nueve a?os. Seg¨²n la Junta, miles de esas viviendas son ilegales.
Es evidente que esa situaci¨®n, que puede provocar la demolici¨®n por orden judicial de muchos edificios y el consiguiente pago de indemnizaciones, no pod¨ªa prolongarse, y el actual alcalde hab¨ªa acabado por reconocerlo mostrando su disposici¨®n a acatar la legalidad presentando un nuevo plan respetuoso con las directrices de la Junta. Ello dividi¨® al GIL, ocho de cuyos 15 ediles propusieron a los dem¨¢s partidos plantear una moci¨®n de censura contra el alcalde.
Es l¨®gico el esc¨¢ndalo suscitado por la presencia de los socialistas en esa operaci¨®n: porque hab¨ªan concurrido a las elecciones tras la bandera de acabar con la corrupci¨®n del GIL, y porque est¨¢n en plena ofensiva contra el transfuguismo. El argumento de que se trata de evitar el bloqueo creado por la ruptura del GIL y garantizar la gobernabilidad es poco convincente: aparte del compromiso expreso de no pactar con partidos no democr¨¢ticos, entre los que en su d¨ªa se incluy¨® al GIL, ?no ser¨ªa m¨¢s l¨®gico intentar componer una mayor¨ªa con el sector que se muestra dispuesto a acatar la legalidad, y no con el otro? La idea del portavoz andalucista de que es el primer acto de la desaparici¨®n del GIL suena algo confusa cuando a cambio se hace reaparecer a su inhabilitado fundador, en cuyas oficinas y bajo cuyos auspicios se cocin¨® el pacto. Por todo ello, hay razones para que los tres socialistas y los tres andalucistas que a¨²n no han rectificado lo hagan cuanto antes.
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