"La ciencia no debe servir caprichos"
Es cierto, alguien dijo eso. Y no s¨¦, incluso, si llegu¨¦ a ver un peri¨®dico que pon¨ªa en titulares: "El doctor Salas mereci¨® ser tan famoso como su hija". El homenaje de Oviedo result¨® muy emotivo. Fue hace unos meses. Era el primero, as¨ª, que se le hac¨ªa, y, como es l¨®gico, yo me sent¨ª muy feliz. Mi padre era una persona muy inteligente y hab¨ªa tenido una formaci¨®n de gran calidad. Su maestro aqu¨ª fue Jos¨¦ Mar¨ªa Sacrist¨¢n, el director del manicomio de Ciempozuelos. Luego complet¨® sus estudios en Alemania. La guerra le parti¨® por la mitad. ?l trabajaba entonces de subdirector de Ciempozuelos. A los pocos d¨ªas de empezar los tiros, el director, Sacrist¨¢n, tuvo que huir de los republicanos y mi padre se qued¨® al frente del manicomio. A partir de aquel momento, su principal trabajo fue proteger a los monjas: que no las violaran y que no las mataran. Cuando...
"En investigaci¨®n ya hay m¨¢s mujeres que hombres porque ¨¦stos prefieren ganar dinero. Si esto se confirma, estamos ante un cambio muy importante"
"Algunas chicas que estudiaron qu¨ªmica conmigo, en ning¨²n momento pensaban trabajar en ello. Su expectativa era casarse y tener hijos"
"Se dice que las mujeres tenemos ciertos valores ¨²tiles para la investigaci¨®n; quiz¨¢ el tes¨®n y la paciencia. Se trata de valores que la educaci¨®n transmite"
"Desde luego, no soy partidaria de 'lobbies', ni de cuotas ni de nada as¨ª. Entre otras cosas porque las mujeres no es que vayan a llegar. Es que ya est¨¢n"
"Ser¨ªa absurdo hacer un mundo feliz donde todos fu¨¦ramos listos, guapos y rubios. Ahora bien, en esto lo mejor es dejarse llevar por el sentido com¨²n"
No, mejor que no la pases. Despu¨¦s le llamo yo. Gracias. Mi padre. Las monjas. Consigui¨® salvarlas. Sin embargo, y a pesar de las monjas, cuando los nacionales entraron en Ciempozuelos, lo detuvieron y lo metieron en la c¨¢rcel. Por republicano, dijeron. Siempre sospechamos que hab¨ªa de por medio una denuncia. Pero nunca supimos de qui¨¦n. ?l era un republicano moderado, muy moderado, y era absurdo que lo metieran en la c¨¢rcel. Su m¨¢ximo problema era, tal vez, ser sobrino de ?lvaro de Albornoz, el ministro de la Rep¨²blica. Lo cierto es que se lo llevaron y lo metieron en la c¨¢rcel de Navalcarnero.
?Cu¨¢nto tiempo estuvo en la c¨¢rcel? Es extra?o, pero nunca lo supe. Nunca hablamos de eso. Quiz¨¢ no nos dio tiempo a hablar de eso. S¨ª s¨¦ que mi madre, y mi madre vive, tiene 93 a?os, pero vive y est¨¢ estupenda, removi¨® cielo y tierra y anduvo de ac¨¢ para all¨¢ para conseguir que lo sacaran. Al final lo sac¨® un general. He olvidado su nombre. S¨®lo recuerdo que era un general. Cuando acab¨® la guerra, mi padre quiso volver a Ciempozuelos. Pensaba que lo que hab¨ªa ocurrido en la guerra era absurdo que ocurriese en tiempos de paz. Supongo que tambi¨¦n pensaba en las monjas. Con rapidez y discretamente, le aconsejaron que no pusiera un pie en Ciempozuelos. Que no volviera por Madrid. No hab¨ªa inconveniente en que se instalara en Asturias. En Asturias no hab¨ªa inconveniente, y era el lugar donde hab¨ªa nacido. As¨ª que se traslad¨® all¨ª y fund¨® el hospital psiqui¨¢trico de Gij¨®n.
O sea, que as¨ª acab¨® la carrera cient¨ªfica de mi padre. ?No se entiende? Es f¨¢cil de entender. Mi padre pudo seguir siendo un gran psiquiatra, un especialista muy apreciado, pero las posibilidades de hacer ciencia se le acabaron. Trabajaba en un sanatorio privado, y, dici¨¦ndolo de una manera simple, all¨ª no le llegaba material suficiente. Para hacer ciencia, ¨¦l necesitaba casos. Los casos estaban en Madrid, en Barcelona, en las grandes ciudades.
Maestro de ajedrez
Hummm... Jugaba al ajedrez. Cuando alguien juega al ajedrez como jugaba ¨¦l, se hace dif¨ªcil el verbo jugar. No s¨®lo jugaba. Escrib¨ªa, ?de ajedrez!, en los peri¨®dicos locales. Cr¨®nicas. Problemas en las p¨¢ginas del crucigrama. Blancas juegan y ganan. Una vez vino a Gij¨®n el campe¨®n ingl¨¦s y le gan¨®. ?Le gan¨®! Mi padre muri¨® enseguida, con 57 a?os.
No. Tampoco. Nunca hablamos de esto. De que una tal Aurora Rodr¨ªguez tuvo una hija, ?Hildegart, se llamaba?, a la que hab¨ªa matado cuando vio que no iba a ser el sue?o de inteligencia para el que su madre la hab¨ªa educado, de esa historia rocambolesca yo me enter¨¦ por los peri¨®dicos, por los libros y por el cine. Y no fue hasta hace poco tiempo, relativamente poco tiempo, cuando alguien que hab¨ªa investigado en los archivos del manicomio de Ciempozuelos me dijo que mi padre, que era un especialista en el Rorschach, le hab¨ªa pasado este test a la madre asesina. Esto fue antes de la guerra. La historia era que los psiquiatras, digamos de izquierdas, entre los que estaba mi padre, consideraban que Aurora Rodr¨ªguez no era responsable de sus actos. Es decir, que estaba loca. As¨ª lo mostraban, justamente, los resultados del Rorschach. Por el contrario, los psiquiatras, digamos de derechas, entre los que estaba Vallejo-N¨¢jera, defend¨ªan que la mujer estaba en sus cabales y que era responsable del asesinato. Ellos ganaron el juicio. Pero al final Aurora fue ingresada en Ciempozuelos, donde muri¨®.
Ja, ja. No, no hubo necesidad. Conmigo ya se vio desde el principio que no era un ni?a sabia. En el colegio era la primera de la clase y siempre saqu¨¦ matr¨ªculas. Pero s¨®lo era por el trabajo y porque siempre he procurado que me gustara lo que estaba obligada a hacer. O sea, que mis padres no forzaron nunca las cosas, ni vieron defraudada ninguna expectativa. Ahora bien, lo ¨²nico que quer¨ªa mi padre, ¨¦l en especial, es que los tres hijos estudi¨¢semos una carrera. Lo hicieron mis dos hermanos y lo hice yo. El empe?o de mi padre conmigo tiene especial m¨¦rito porque no era normal entonces que las chicas estudiasen. Y mucho menos que se dedicaran profesionalmente a lo que hab¨ªan estudiado. Porque algunas otras chicas estudiaron qu¨ªmica conmigo, pero en ning¨²n momento pensaban trabajar en ello. Su expectativa era casarse y tener hijos. Y no s¨®lo era su expectativa, sino tambi¨¦n la expectativa de los hombres. Incluso la de los hombres m¨¢s inteligentes.
A veces miro ese pasado y me cuesta reconocerlo. Fijarlo. No es que tenga inconveniente en hablar de ¨¦l. No es eso. Es que resulta dif¨ªcil, t¨¦cnicamente. Veo a Alberto Sols, por ejemplo, un bioqu¨ªmico muy importante, muy distinguido. Un maestro. Un maestro familiar, adem¨¢s: no s¨®lo dirigi¨® mi tesis, sino tambi¨¦n la de mis hermanos y la de mi propio marido. All¨ª est¨¢ Alberto Sols... Y tambi¨¦n est¨¢ mi marido, Eladio Vi?uela. Estamos sentados los tres, hablando de ciencia, de los problemas de las tesis que llevamos entre manos. Sols habla y se dirige a mi marido. ?nicamente a mi marido. Una y otra vez. No es que no me pregunte. ?Es que no me mira! Me llevaban los demonios. Yo, con Sols, lo pas¨¦ muy mal. Me sent¨ªa muy discriminada. Realmente discriminada. Sols era un machista, sin duda. Pero es que el machismo trascend¨ªa los casos particulares: estaba en el ambiente.
Gesto de honradez
Sols... Bueno, la verdad es que a?os despu¨¦s tuvo un gesto magn¨ªfico de honradez. En realidad hab¨ªa ido a hacer la tesis con ¨¦l por recomendaci¨®n de Severo Ochoa, que era pariente lejano de mi padre. Un verano, mi padre le invit¨® a comer en casa y as¨ª pude conocerle. Entonces yo estaba estudiando. Ochoa me recomend¨® que primero estudiara con Sols y que cuando acabara me fuera a Nueva York con ¨¦l, en una fase posdoctoral. Que es lo que acab¨¦ haciendo. Ochoa me dio una carta de recomendaci¨®n para Sols..., y Sols no tuvo m¨¢s remedio que aceptarme. A rega?adientes, pero no tuvo m¨¢s remedio. Pero el gesto noble. A lo que iba. En 1980 me dieron un premio de investigaci¨®n y en el acto de entrega estaba Sols. Se levant¨® y habl¨®. Y dijo, antes de los halagos, que cuando Margarita se acerc¨® a pedirle que le dirigiera su tesis doctoral hab¨ªa pensado: "Bah, una chica. Le dar¨¦ algo que no tenga importancia". El ambiente.
Hace calor. Y esto es un cuchitril, y est¨¢ tan cargado de papeles y cosas que yo creo que con s¨®lo mirarlo, uno se acalora. S¨ª, trabajo aqu¨ª mismo. Nosotros no necesitamos mucho espacio. Este centro existe gracias a mi marido. A su impulso. Fue una de las grandes obras de su vida. Puede decirse que no me he movido de aqu¨ª en los ¨²ltimos a?os. El despacho y los aeropuertos. Aqu¨ª trabajan tambi¨¦n mis dos hermanos. O sea, que en este cuchitril est¨¢ la vida entera. Ja, ja, eso es: que no extra?a el calor. ??bamos por...? El ambiente. Ya digo que no era el problema de una persona. Mi marido y yo viajamos juntos a Nueva York. Por cierto, que Ochoa tuvo un gesto muy sutil: nos separ¨® de grupo con la excusa de que si no aprend¨ªamos nada con ¨¦l, al menos aprender¨ªamos ingl¨¦s. Estaba claro que le preocupaba algo que a m¨ª me preocupaba. Y es que la carrera de Eladio no anulase la m¨ªa. Las cosas funcionaron bien en Nueva York, pero al volver bast¨® poco tiempo para que tanto mi marido como yo percibi¨¦ramos lo inevitable. Y es que yo en Espa?a era la mujer de Eladio y no ten¨ªa personalidad propia. Entonces ¨¦l hizo un movimiento crucial: decidi¨® abandonar el trabajo conjunto que est¨¢bamos desarrollando y dedicarse al virus de la peste porcina africana, al que, por cierto, tambi¨¦n acabaron dedic¨¢ndose mis dos hermanos. De forma tal que yo he podido salir adelante por m¨ª misma. Lo que haya sido, o lo que no haya sido, depende de esa actitud fundamental de mi marido.
Por amor y por amor a la ciencia. Las dos cosas. Yo creo que lo hizo por las dos cosas. Eladio hab¨ªa nacido en Extremadura y desde muy peque?o hab¨ªa visto c¨®mo mataban a los cerdos enfermos. O sea, que, sin duda ninguna, el tema le afectaba especialmente y en ¨¦l logr¨® grandes resultados. Ahora bien, tambi¨¦n era consciente de lo que supon¨ªa nuestro trabajo conjunto y de todos los problemas asociados. Eladio era un hombre de gran altura intelectual. Para m¨ª no fue s¨®lo un apoyo, sino un est¨ªmulo. Tengo pocas virtudes. Pero soy luchadora, batalladora, tenaz. No me quer¨ªa quedar atr¨¢s. Vi¨¦ndole no me quer¨ªa quedar atr¨¢s. Hasta que muri¨® con s¨®lo 62 a?os.
Atragantado. Eladio ten¨ªa un peque?o problema de salud. Pero lo cierto es que la causa inmediata de la muerte fue que se atragant¨®. Yo estaba aqu¨ª, trabajando. Me avisaron de que se lo llevaban al hospital, que hab¨ªa tenido este percance, pero que no me preocupara. Entr¨® en coma y al cabo de unos d¨ªas muri¨®. No. No creo que un cient¨ªfico encare la muerte de un modo distinto al del resto de humanos. En ning¨²n sentido. Ni en la desolaci¨®n ni en el consuelo. He hecho lo que todos, enfrente de la muerte. De la muerte adem¨¢s prematura. Salir de ella por medio del trabajo. Cargarme de trabajo. As¨ª he salido.
Las mujeres y el pensamiento abstracto. S¨ª, pero antes d¨¦jeme buscar, un momento, unos papeles. Los ten¨ªa por aqu¨ª, confiada en que ¨ªbamos a tratar esto. Caramba, s¨ª estaban aqu¨ª. Eran unos papeles... Aqu¨ª est¨¢n. Luego los vemos. La cuesti¨®n es que yo tengo una experiencia muy grande, de muchos a?os de tratar chicos y chicas, doctorandos. Nunca he visto que las chicas tuvieran dificultades especiales. Se dice que las mujeres tenemos ciertos valores ¨²tiles para la investigaci¨®n. Fundamentalmente, el tes¨®n y la paciencia. Bueno, es posible. Pero se trata de valores que la educaci¨®n transmite. Hasta hace muy poco, la mujer ha sido educada para aguantar lo que le echen. O sea, que no es extra?o que tengan esas cualidades. Aunque me temo que pronto las perder¨¢n, porque la educaci¨®n para la sumisi¨®n se ha acabado. No soy una especialista para distinguir entre lo que es gen¨¦tica y lo que es cultura. Si es que hay especialistas sobre este asunto, que es uno de los grandes asuntos de nuestra ¨¦poca. Pero, en fin, la ¨²nica diferencia n¨ªtida que reconozco entre el hombre y la mujer es la fuerza f¨ªsica. Una cierta dureza. Ninguna m¨¢s. No veo diferencias intelectuales que no se deriven del tradicional alejamiento femenino de la cultura. La lista de los premios Nobel. La recuerdo muy bien porque no hace mucho tuve que dar una charla sobre mujer y ciencia. Hay diez mujeres que han sido premio Nobel de Ciencia frente a trescientos hombres. ?Pero es que, m¨¢s o menos, ¨¦sta es la misma proporci¨®n entre mujeres y hombres que se han dedicado a la investigaci¨®n cient¨ªfica! Aqu¨ª mismo, en el centro, hay una minor¨ªa de mujeres que son jefes de equipo. Es natural: ya he dicho antes que ¨¦ramos muy pocas mujeres las que acab¨¢bamos la tesis doctoral. Pero esto se est¨¢ acabando. En veinte o veinticinco a?os va a haber una mayor¨ªa de mujeres en los puestos de direcci¨®n.
Los papeles que tra¨ªa. Mire. Son estad¨ªsticas de la evoluci¨®n en el n¨²mero de hombres y mujeres del Centro de Biolog¨ªa Molecular. Todo ha cambiado. Est¨¢ bien. Y es irreversible. Si hoy mirasen mal (?o no las mirasen!) a las mujeres que investigan, se quedar¨ªan sin la mitad de los investigadores, en Espa?a y en todas partes. Aqu¨ª hay estad¨ªsticas muy diversas: sobre el personal cient¨ªfico, sobre becarios... Todas muestran una subida paulatina del n¨²mero de mujeres. Pero en ning¨²n nivel la subida es tan vertiginosa como en los becarios. Ya hay muchas m¨¢s mujeres que hombres. Al parecer, los hombres j¨®venes ya no quieren dedicarse a la investigaci¨®n. Prefieren ganar dinero. Y deben de pensar que la investigaci¨®n, desde este punto de vista, les da muy pocas seguridades. Lo que es absolutamente cierto. Es posible que esta tendencia se confirme. Si es as¨ª, me parece que estamos a un paso de un cambio cultural muy importante.
Un colega, hace poco, medio en broma, medio en serio, me dijo que si segu¨ªan as¨ª las cosas, los hombres iban a necesitar lobbies para defenderse. Le contest¨¦ que me parec¨ªa pronto. Desde luego, ¨¦sta es una situaci¨®n in¨¦dita en la historia, por lo que conocemos. Nunca hombres y mujeres hab¨ªan compartido ocupaciones, casi al 50%, como las ocupan ahora. Lo tradicional era la divisi¨®n y eso se ha acabado ya. Habr¨¢ muchas cosas que cambien. Desde luego, no soy partidaria de lobbies, ni de cuotas ni de nada por el estilo. Entre otras cosas porque las mujeres no es que vayan a llegar. Es que ya est¨¢n. En el proceso ha habido fen¨®menos curiosos... Yo misma. Siempre he procurado no enga?arme. Y s¨¦ que gran parte de la atenci¨®n que muestran los medios y la sociedad en general se debe a que soy una mujer. Mi trabajo cient¨ªfico y los premios y los honores no habr¨ªan despertado ni la mitad de curiosidad de no haber sido mujer. Quisiera que la atenci¨®n acabase pronto, aunque la fama es agradable. Pero, por otro lado, me parece l¨®gico. En Espa?a, y en mi trabajo, yo he sido continuamente la-primera-mujer-que-ha-alcanzado... Una novedad continua. Tiene un lado positivo. Puede que haya mujeres que a¨²n no vean claro que pueden llegar, aun en las condiciones m¨¢s dif¨ªciles. Y puede que mi presencia les haya servido de est¨ªmulo, que de alguna manera les haya ayudado.
Salir al mundo
Hombre o mujer, en todo caso, el cient¨ªfico debe salir al mundo. Explicarse all¨¢ donde pueda. Divulgar. Luchar por la racionalidad. El cient¨ªfico debe tratar de convencer a la sociedad y a los pol¨ªticos de lo que cree justo. De que, por ejemplo, es necesario poder utilizar los ¨®vulos fecundados y congelados para curar enfermedades o...
?Ehhh...? ?El sexo de los hijos? ?Escogerlo? Como rutina, no. Como rutina no estoy de acuerdo. Pero qu¨¦ es rutina, claro. ?D¨®nde empieza la rutina? Podemos pensar que la familia que tenga cinco varones quiera tener una hija. Esto lo entendemos f¨¢cilmente, claro que lo entendemos f¨¢cilmente. Pero ?y si son cuatro? ?S¨ª o no? Es muy complicado. Cuando no se tiene una respuesta clara, mejor que el azar decida. Todos tenemos claro, o yo as¨ª lo creo, que las enfermedades pueden evitarse. Si la selecci¨®n gen¨¦tica evita tener un hijo con s¨ªndrome de Down, me parece que no hay dudas. Con la enfermedad no hay dudas. El problema, claro, es que ni siquiera el concepto de enfermedad es siempre claro. Y no digamos ya los grados de la enfermedad. Todo esto es extremadamente complicado. Al menos para m¨ª. S¨®lo s¨¦ que ser¨ªa absurdo hacer un mundo feliz donde todos fu¨¦ramos listos, guapos y rubios. S¨ª, ya comprendo que es un problema que esto lo digan, frecuentemente, los que son listos, guapos y rubios. Ahora bien, en esto, como en tantos otros asuntos, lo mejor es dejarse guiar por el sentido com¨²n. Este sentido que se nos adjudica especialmente a las mujeres, no sin cierta malevolencia. Todo el mundo sabe lo que es un capricho. No creo que la ciencia deba servir caprichos.

PERFIL
Margarita Salas (Canero, Asturias, 1938) es bioqu¨ªmica y ha sido la primera mujer en muchas cosas. La m¨¢s reciente: la primera cient¨ªfica (en sentido estricto) que ha entrado a formar parte de la Real Academia Espa?ola. Licenciada en Ciencias Qu¨ªmicas por la Universidad Complutense de Madrid, en su formaci¨®n acad¨¦mica destacaron dos maestros: Alberto Sols, su director de tesis, del que aprendi¨® mucho, incluidas algunas formas del desprecio, y Severo Ochoa, que la anim¨® a desarrollar la biolog¨ªa molecular en Espa?a.
Hija de un importante psiquiatra asturiano y viuda de Eladio Vi?uela, con el que comparti¨® amor y ciencia, trabaja desde hace muchos a?os en el Centro de Biolog¨ªa Molecular de la Universidad Aut¨®noma de Madrid, ligada de por vida al estudio de los mecanismos gen¨¦ticos de un bacteri¨®fago (virus que infecta bacterias) llamado f29.
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