Curas, sexo y Papa
La palabra "solicitar", con tantas acepciones en castellano, tiene una peculiar en el terreno del Derecho: "Dicho de un confesor: requerir de amores a la penitente". La falta de revisiones en la Academia se advierte porque dice "la" penitente; ahora puede ser ¨¦l. El documento papal Crimine solicitacionis indica el sentido criminal de la palabra: el que incita a un delito, la sodom¨ªa, la incitaci¨®n a la prostituci¨®n o sexo pagado: es un texto secreto, de hace cuarenta a?os, considerado como confidencial. Le parece lo m¨¢s grave de todo el acto obsceno perpetrado por un cl¨¦rigo con j¨®venes de cualquier sexo o con "animales brutos" (bestialismo). Los obispos que conozcan los casos los guardar¨¢n en "silencio perpetuo", "lo que se entiende como un Secreto del Santo Oficio" (la Inquisici¨®n). Tiene previstas sanciones formidables: pero no para el que cometa el acto sino para quien lo revele: hasta la excomuni¨®n.
Est¨¢ en vigor. Una de sus manifestaciones se produce ahora en una di¨®cesis de Estados Unidos donde hay un presupuesto de millones para que se callen las v¨ªctimas. Que, por cierto, est¨¢n a salvo de la prohibici¨®n aunque sean cat¨®licas; pueden denunciar, pero la Iglesia debe defender al sacerdote incluso mediante el soborno.
No es la primera vez que coincido con el Papa. Yo mismo me abstendr¨ªa de denunciar a cualquier desgraciado que se propasase, o que "solicitase"; tratar¨ªa de hacerle comprender que el da?o que el Papa le ha hecho oblig¨¢ndole a la castidad no debe pagarlo con menores que no consienten. Quiz¨¢ le amenazase con una patada en el lugar donde pec¨® si solicitase a Bach o a Lorca, mis perros. Le explicar¨ªa que la castidad obligatoria a¨²n se puede burlar por medios "tolerados" como las famosas casas, ya que los arbustos los ha prohibido el qui¨¦n sabe si promiscuo pecador Gallard¨®n. Claro que en Espa?a estas cosas no han tenido nunca importancia: se comentaba entre nosotros por d¨®nde y c¨®mo met¨ªan mano los curas y frailes, con especialidades por ¨®rdenes: y los pellizcos de monja. Nadie se sent¨ªa perturbado en sus facultades mentales: en cambio, se inclinaba hacia el ate¨ªsmo. La raz¨®n tiene sitios misteriosos por donde penetrarnos. (Nunca me pas¨®. Una vez tuve un cura: me peg¨® con la regla y le tir¨¦ el tintero. Llamaron a mi padre y me dio la raz¨®n. ?Ser¨ªa s¨¢dico, el cura! ?Cu¨¢ntos de aqu¨¦llos ser¨¢n ahora santos!).
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