El dilema de Bush
Si la pol¨ªtica es el arte de lo posible, estos d¨ªas la pol¨ªtica internacional parece el arte de lo imposible. Las heridas que abri¨® la guerra de Irak, tanto en la relaci¨®n transatl¨¢ntica como en Europa, siguen sin cicatrizar. Estados Unidos y las potencias ocupantes no pueden sacar a Irak del caos, ya que los propios iraqu¨ªes han hecho de ¨¦l su t¨¢ctica, mientras la tan cacareada pacificaci¨®n del conflicto entre israel¨ªes y palestinos resulta ser una amarga iron¨ªa.
El ambiente internacional s¨®lo puede mejorarse si se adoptan los pasos oportunos en la cuesti¨®n central de Irak. Consciente de que su posici¨®n all¨ª se vuelve desesperada por momentos, el presidente George W. Bush se encuentra ante un dif¨ªcil dilema. Puede, por un lado, continuar en sus trece, esperando que el tiempo permita la creaci¨®n de las condiciones adecuadas y un cambio de actitud en al menos una parte de la poblaci¨®n iraqu¨ª. O bien puede adoptar una nueva pol¨ªtica, reconociendo ciertos errores en su planteamiento inicial y admitiendo un papel protagonista para Naciones Unidas. En dos palabras, puede sostenella o enmendalla.
Perseverar significa ser fiel al prop¨®sito inicial de transformar la regi¨®n de Oriente Pr¨®ximo empezando por eliminar a Sadam Husein. Sin embargo, la situaci¨®n en Irak es insostenible desde el punto de vista del control de la violencia, y comienza a ser una sangr¨ªa econ¨®mica para Estados Unidos: entre tres mil y cuatro mil millones de d¨®lares al mes s¨®lo en concepto de presencia militar es un gasto que no puede permitirse a medio plazo. Adem¨¢s, el calendario aprieta porque la popularidad del presidente est¨¢ bajando y los norteamericanos comienzan a dudar de la necesidad de la aventura iraqu¨ª. A todo esto, la ocupaci¨®n de Irak no ha conllevado una pacificaci¨®n del conflicto entre israel¨ªes y palestinos, ni un comienzo de "democratizaci¨®n" en la regi¨®n.
Una soluci¨®n razonable ser¨ªa pasar el testigo a Naciones Unidas para que toda la comunidad internacional se implicara de lleno en la reconstrucci¨®n de Irak. Cada vez est¨¢ m¨¢s claro que la clave no es el reparto del pastel del petr¨®leo o de los contratos, sino un acuerdo pol¨ªtico internacional, que incluya a la Uni¨®n Europea, a Jap¨®n, Rusia y a los pa¨ªses ¨¢rabes, bajo los auspicios de la ONU, para que los iraqu¨ªes perciban que todo el mundo apoya la regeneraci¨®n pol¨ªtica y reclama de ellos una actuaci¨®n responsable. La convocatoria de una conferencia internacional para tratar a fondo todas las cuestiones de la regi¨®n de Oriente Pr¨®ximo es otra idea que deber¨ªa explorarse.
Es dif¨ªcil concebir un cambio de rumbo en la presente Administraci¨®n republicana, que seguramente preferir¨¢ sortear los obst¨¢culos, insistir en sus objetivos difusos y buscar un nuevo acuerdo ambiguo en el Consejo de Seguridad. El presidente Bush optar¨¢ por la continuidad porque sus decisiones est¨¢n basadas m¨¢s en la ideolog¨ªa que en la realidad. En contra de muchos expertos que advirtieron de posibles reacciones contra una intervenci¨®n, los ide¨®logos republicanos y los halcones del Pent¨¢gono previeron que la poblaci¨®n iraqu¨ª recibir¨ªa a las tropas norteamericanas con los brazos abiertos, y que la democracia florecer¨ªa en Irak. Cuando ahora la realidad no se ajusta a los deseos, la opci¨®n m¨¢s f¨¢cil es ignorar la realidad. El problema es que mantener los sue?os en contra de los hechos puede tener costes muy altos, econ¨®micos, humanos y -lo que es m¨¢s importante- morales, para Estados Unidos y para Irak.
Esta marcha probable hacia el abismo recuerda a una tragedia griega, en la que la fatalidad dirige ineluctable el destino de los protagonistas mientras el espectador puede ver claramente los grandes desastres que se avecinan. Ser¨ªan necesarios h¨¦roes para remediar el curso fatal que est¨¢ tomando la historia, pero ¨¦ste no es tiempo de h¨¦roes.
Mart¨ªn Ortega Carcel¨¦n es investigador en el Instituto de Estudios de Seguridad de la Uni¨®n Europea en Par¨ªs.
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