Rajoy y Santillana: modelo de Estado y de partido
La coincidencia -nada casual- entre la designaci¨®n del sucesor de Aznar y la reuni¨®n de los dirigentes del PSOE sobre pol¨ªtica auton¨®mica permite extraer lecciones pol¨ªticas de inter¨¦s, al contraponer dos modelos de Estado y de partido.
Primer episodio. Con habilidad t¨¢ctica, Aznar ha acelerado la proclamaci¨®n p¨²blica de su sucesor. El proceso que lleva a la designaci¨®n de Rajoy tiene pocos precedentes en partidos democr¨¢ticos, si exceptuamos el reciente ejemplo de la unci¨®n de Mas por Pujol. De modo muy estricto -por ejemplo, el Partido Conservador brit¨¢nico, o de manera menos formal la derecha francesa en sus m¨²ltiples versiones-, los partidos someten a discusi¨®n la selecci¨®n de su candidato a la presidencia del Gobierno y a la direcci¨®n del partido. No es habitual un sistema inspirado en el Imperio Romano: el emperador adoptaba a su sucesor y lo somet¨ªa luego el refrendo entusiasta de un Senado de notables. Incluso el "dedazo" mexicano -cuando el presidente saliente del PRI proclamaba sin debate alguno el nombre de su sucesor- est¨¢ en revisi¨®n en la actual transici¨®n de M¨¦xico a una democracia plena.
El episodio de la Moncloa puede calificarse de modos diversos. ?Prueba de la solidez de un partido que sintoniza de forma espont¨¢nea y un¨¢nime con su presidente? ?Demostraci¨®n del control unipersonal ejercido por un dirigente m¨¢ximo sobre toda decisi¨®n importante? ?D¨¦ficit de democracia interna? ?Confianza ciega en un l¨ªder acreditado por una eficaz refundaci¨®n del partido, avalada por el ¨¦xito electoral? A cada uno le tocar¨¢ dar respuesta a estos interrogantes.
Segundo episodio. Los llamados barones del PSOE -propiamente, su Consejo Territorial- aprueban en Santillana un documento sobre la reforma del Estado de las autonom¨ªas. El texto recoge transacciones entre perspectivas y actores diferentes: dirigentes que gozan de s¨®lidas mayor¨ªas de gobierno y otros que se hallan en la oposici¨®n, comunidades que cuentan con tradici¨®n de reivindicaci¨®n nacional y comunidades que han estrenado con ilusi¨®n y ¨¦xito su primera experiencia de autogobierno, situaciones de desarrollo socioecon¨®mico confortable y situaciones que empiezan a superar un atraso secular. La propuesta del PSOE responde a esta variedad de posiciones, como punto de encuentro m¨¢s avanzado respecto de lo que sosten¨ªa hasta hace pocos a?os.
Pudo haberse ido m¨¢s all¨¢ y registrar una afirmaci¨®n m¨¢s clara de la plurinacionalidad espa?ola, otra redistribuci¨®n de competencias en beneficio de mejores pol¨ªticas sociales, una propuesta diferente para la presencia de las comunidades aut¨®nomas en el proceso decisional de la UE, un paso adelante para remediar la inadecuaci¨®n de la Administraci¨®n de justicia al actual modelo territorial del Estado o un gesto m¨¢s decidido en la definici¨®n de la Administraci¨®n auton¨®mica como Administraci¨®n ordinaria en cada comunidad.
Sin embargo, convertir la Espa?a plural en un activo de la sociedad espa?ola y no en una limitaci¨®n a soportar es ya un avance muy considerable. Y lo es proponer que esta Espa?a plural se refleje en un Senado reformado y en una "conferencia de presidentes auton¨®micos", aunque cuesta entender que esta conferencia deba reunirse una vez al a?o cuando los jefes de Estado y de Gobierno de la UE lo hacen al menos semestralmente. Es un avance denunciar la obsolescencia del modelo centralista de las infraestructuras y apostar por la consolidaci¨®n de ejes territoriales que respondan a realidades socioecon¨®micas y culturales. En s¨ªntesis, lo que el PSOE afirma con su propuesta es que el modelo de Estado no est¨¢ cerrado y que puede evolucionar, por modestos que sean por ahora los m¨¢rgenes de esta evoluci¨®n.
Pero lo m¨¢s significativo es que la propuesta socialista nace de un debate interno, en el que han desempe?ado un papel nada desde?able la lucidez y la obstinaci¨®n de Maragall y sus compa?eros del PSC.
Maragall y los socialistas catalanes han tenido que ventilar sus diferencias con las posiciones de los barones territoriales y de otros sectores del PSOE. Y es que el socialismo espa?ol tiene la suerte de contar con barones territoriales, dirigentes que representan a orientaciones diversas respaldadas por el apoyo de sus electorados. Es esta diversidad interna -y no una forzosa apariencia de unanimidad- la que podr¨¢ hacer cre¨ªble la "Espa?a plural" que propugnan. Sin decidirse por la normalidad de un "partido plural" -federal en sus estatutos-, no ser¨ªa viable ni cre¨ªble su propuesta de una Espa?a plural. Modelo de partido y modelo de Estado han de concordar. Porque una organizaci¨®n que facilita la libre discusi¨®n interna de sus proyectos se ajusta mejor a la forma de decidir en las sociedades complejas de hoy y consigue resultados mucho m¨¢s s¨®lidos que los que ofrece la aparente eficacia de un monolitismo evocador de caudillajes cesaristas o de "centralismos democr¨¢ticos" de otros tiempos.
Para la pol¨ªtica catalana, los episodios de Moncloa y Santillana presentan lecciones de provecho. Para valorar el contenido espec¨ªfico de las propuestas de unos y otros y para decidir qui¨¦n puede ser el aliado m¨¢s fiable, nos toca examinar con atenci¨®n c¨®mo se comportan en su propia casa. ?Con qui¨¦n asociarse para avanzar gradualmente hacia un modelo de Estado que responda mejor a las necesidades sociales de la ciudadan¨ªa y a las exigencias de la globalizaci¨®n? ?Con qui¨¦n apunta formas participadas de decisi¨®n interna y esboza proyectos que tienen en cuenta la diversidad de opiniones y tendencias? ?O con qui¨¦n manifiesta inclinaci¨®n por las aclamaciones un¨¢nimes, obvia el debate interno y suele confundir la unidad con la uniformidad? Ante esta disyuntiva, la decisi¨®n que adoptemos los catalanes y sus fuerzas pol¨ªticas no ser¨¢ irrelevante para el futuro de nuestra sociedad.
Josep M. Vall¨¨s es miembro de Ciutadans pel Canvi.
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