Bestiario 'cool'
A pesar del gallin¨¢ceo turistico, Barcelona sigue viviendo del anonimato de una poblaci¨®n laboriosa y consumista que espera las vacaciones para declarar una tregua. En medio de esta dispersi¨®n an¨®nima hay sujetos sobrecargados de se?as. Uno de estos protagonistas es el hombre cool, nombre de reciente importaci¨®n anglosajona para sustituir esa variante del yuppi o burgu¨¦s de anta?o. Se les ve y se les nota. En medio de los calores t¨®rridos persisten con sus trajes, sus corbatas y sus camisas de manga corta para sostener la respiraci¨®n de la sobaquera. Aunque d¨®ciles y esforzados para la vida p¨²blica, se les nota desganados por el calor pegajoso y en trance disf¨®rico. A punto de mandar el traje -de Emidio Tucci a Giorgio Armani, seg¨²n los extremos- a ese actor de El Corte Ingl¨¦s que salta vallas para aclimatar la barriga tan pronto el sol entre en el negociado. Una panda de ejecutivos a los que conviene rendir un homenaje en medio del bochorno estival.
Individuo cuarent¨®n de mente despejada y cuerpo averiado, sometido a las exigencias de la repetici¨®n y la rutina y eternamente preocupado por su presente y su futuro profesional. Enredado en un embrollo de compromisos y malentendidos, de rivalidades y protocolos que le arrastran al limite de la psicopatia. Personaje de existencia regular y recorridos seguros. Su periplo es doblemente dom¨¦stico -del cub¨ªculo familiar a la caverna-oficina- en un trayecto de permanente ida y vuelta. Y con la presi¨®n inflexible de un espacio intermedio perfectamente disciplinado: el coche o el avi¨®n. Nuestro hombre penetra en estos lugares como si se adentrara en las regiones del alma. Y conociendo la precariedad de todo albergue profesional, pone esmero aristocr¨¢tico en su adecentado. Selecciona y acaricia su mesa de despacho, elige el aire acondicionado y el hilo musical para acompa?ar sus decisiones o elabora constantes metamorfosis sobre el lugar destinado a la planta. Una vez identificada la guarida, el mandar¨ªn desparrama su cuerpo sobre el sill¨®n giratorio con la misma fruici¨®n con que lo har¨ªa dentro de una ba?era repleta de vapores. El peligro de curvatura dorsal o hemorroides sentado siempre ser¨¢ inferior al goce de disponer de un capital inmobiliario en una c¨¢mara de poderes, s¨®lo accesible a secretarias y subalternos.
Criatura maquinal perdida en el mundo de la imagen, pero sin capacidad para enfocarla con los ojos cerrados. Enredado entre tiras de fax y disciplina telem¨¢tica, y obligado a engullir, absorber o rechazar las cosas con una determinaci¨®n que no admite incertidumbres. Sin momentos de relajo -todo lo m¨¢s unas aceitunas y una ca?a para discutir presupuestos y los fichajes de Laporta- y con un estado de ¨¢nimo que flota permanentemente en el claroscuro. Ni el ginsen ni el taichi son ant¨ªdotos para el cosquilleo de la angustia, y los rayos UVA no s¨®lo no impiden la aver¨ªa del cuerpo, sino que contribuyen a socarrarlo.
Sujeto desencantado, proveniente de una caravana de tr¨¢nsfugas de la izquierda juvenil, con restos de aspiraciones rom¨¢nticas insatisfechas sublimadas por una representaci¨®n mercantil de la vida. Organizado para la gesti¨®n-leasing del presente, ha eliminado toda sustancia de su pasado m¨¢s all¨¢ del simple, y a menudo secreto, recordatorio entre amiguetes. Cuando la conciencia le pide examen, le pone carburante Repsol y se promete dimitir de todo al d¨ªa siguiente. Vota a los que mandonean, aun a sabiendas de que hay mucho majadero suelto con carnet, pero en su fuero interno se escora cada vez m¨¢s hacia la derecha. Y naturalmente piensa, sin haber le¨ªdo a Sartre, que el infierno y los majaderos son los otros.
Hombre sin sexo. Tras el tiempo de concentraci¨®n en s¨ª mismo y en los compromisos exteriores llega el cansancio. La carrocer¨ªa es provisional y en el nicho hogare?o no cabe el exceso de entusiasmo. El v¨ªnculo emocional con el / la secretario / a es plausible pero forma parte de una mera sucesi¨®n de acontecimientos. Tal vez le quede tiempo para tomar una copa en un garito y lanzarse en busca del plumaje f¨¢cil. Pero al final no se come un rosco porque se le nota a mil leguas la b¨²squeda de felicidad epid¨¦rmica. En esta agitaci¨®n programada, la sexualidad se torna ab¨²lica y se desplaza hacia la cabeza con parada y fonda en el ombligo. Todo eso ocurre durante el a?ocon la inflexible presi¨®n del despertador y los trienios. Pronto se decretar¨¢ una tregua y nuestro hombre podr¨¢ proceder a un relajamiento de esp¨ªritu en lugar del esp¨ªritu cabreado de los 11 meses anteriores. En su momento cay¨® en sus manos un variad¨ªsimo programa de rutas tur¨ªsticas hacia la lujuria, de folletos que anunciaban pasiones. Pero a ¨²ltima hora ha preferido invertir en la familia, en el chalecito de la sierra o en el apartamento de la costa. Aprovechando que en verano las cosas complicadas se vuelven ligeras y los peque?os envites se tornan placenteros, ese hombre p¨²blico se hace privado y cae en la indolencia. Se permite chapotear con los ni?os, pasar el rastrillo por el c¨¦sped, alardear de sus dotes churrasqueras y tocar el saxo al atardecer con una botella de bourbon. Es m¨¢s, se permite el lujo de hacerse promesas: en lo sucesivo quiere tener tiempo mental para el vagabundeo y horas muertas para la resaca. Empieza a leer un libro, y en lo sucesivo promete acercarse a la literatura en lugar de ese calidoscopio de im¨¢genes televisivas que se adherian a su cuerpo espectral con el primer ronquido. Pero por m¨¢s esfuerzos que le ponga, no es el deseo lo que rebrota, sino la desgana y el aburrimiento. Se encuentra con toda la tropa que durante agosto ha soltado amarras en el mismo sitio. Los servicios no funcionan y en el s¨²per playero todo est¨¢ congelado. Rastrea los peri¨®dicos y las revistas -al menos en el puente a¨¦reo eran gratuitas- en busca de informaci¨®n sobre su empresa o su ¨¢rea de rendimiento y medita sobre su regular horizonte y las posibilidades inversoras; en oto?o convertir¨¢ su oficina en verdadera fortaleza blindada frente a competidores y personal for¨¢neo exigente. Y con la ¨²ltima copa regresa al lugar de origen, el ombligo: en esos 30 d¨ªas de calma y sosiego tampoco se han operado las necesarias metamorfosis. Para liberar las restricciones y entrar en la bonanza hedonista habr¨¢ que esperar otros 11 meses.
Dom¨¨nec Font es profesor de comunicaci¨®n audiovisual de la UPF.
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