Lorca est¨¢ vivo
No me gustan los cad¨¢veres: mi culto a los muertos es mental. Las izquierdas, digo siempre -lo s¨¦-, son espirituales, como las derechas materiales. Ellos les meten en mausoleos gigantescos y les hacen monumentos que se van quedando grotescos; nosotros dejamos que sigan entrando en nuestra vida: y hasta en las de ellos. El esqueleto an¨®nimo de cr¨¢neo horadado por el balazo es otra cosa: sale ahora de su tumba como testigo de que eran criminales los que vencieron y se fingieron santos, recuperan la verdad, la historia: denuncian. Estuve en Cangas do Morrazo: entre una bandera de la CNT, otra de la Rep¨²blica, echaron al agua 11 ramos de flores por los asesinados en ese d¨ªa en el a?o tr¨¢gico de 1936; tom¨¦ una mano, un brazo, mir¨¦ unos ojos y me sent¨ª vivo con algo de la muerte de ellos, de lo que estaban haciendo en vida para los que les seguimos. Cantaron el himno gallego, me qued¨¦ sin cantar A las barricadas.
Lo pienso otra vez con las noticias de Lorca. Yo no querr¨ªa que le desenterraran. El barranco de Viznar es ya un nombre hist¨®rico: un monumento. No es un cuerpo que tiene que acusar, con el del maestro y los dos j¨®venes anarquistas a los que mataron con ¨¦l: es la impregnaci¨®n de Lorca que hay en Espa?a, el esp¨ªritu que se ha expandido entre nosotros a pesar de los cuarenta a?os del peor de los asesinatos, el de la cultura. La casa de Bernarda Alba no est¨¢ all¨ª; es libre y es una met¨¢fora que grita contra la opresi¨®n, contra la dictadura de una sola persona; y es una defensa de la mujer castigada por serlo. No est¨¢ enterrada all¨ª Marianita Pineda, que bordaba y preparaba la bandera republicana, como siglos m¨¢s tarde hac¨ªa mi madre. El romance de la asesinada vive, como el de Ferm¨ªn Gal¨¢n, fusilado en un monte de Huesca, est¨¢ en la obra que le dedic¨® Alberti.
Lo que encuentren los historiadores en esos restos puede ser ¨²til para datos. Est¨¢ bien: pero ya los asesinos han muerto en sus camas de una vejez sin arrepentimientos y sin conciencia. Y si siguieran vivos, no pedir¨ªa yo que les tocaran ni el pelo de la ropa: que se sepa qui¨¦nes son asesinos y qui¨¦nes no. (Ah, lo dije en Galicia y una se?ora se sublev¨®, y pronunci¨® el nombre de Fraga, y se march¨®. "Es que ha sufrido demasiado con la represi¨®n", me dijo alguien. C¨®mo no lo voy a entender).
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