Juan Diego, a hombros
Nuevamente, la escasez de fuerza en los toros. La eterna canci¨®n. A las bonitas estampas de los de Montalvo no les sigui¨® el vigor necesario, si bien no es menos cierto que, en mayor o menor grado, todos resultaron manejables. Caballero anduvo desva¨ªdo en su primero y aprovech¨® el cuarto, entre otras cosas, para matarlo de una soberbia estocada en los rubios. Tejela, voluntarioso toda la tarde, se mostr¨® valent¨®n en el sexto, donde lig¨® un par de buenas tandas con la derecha.
Juan Diego, centro de todas las miradas, no defraud¨® y, lejos de eso, mostr¨® bien a las claras el excelente momento que vive poniendo proa hacia las m¨¢s altas cotas de la torer¨ªa. Todas las esperanzas que de antiguo se ven¨ªan poniendo en ¨¦l andaban un tanto mustias porque el tiempo pasaba y el torero no terminaba de arrancar. Pero ahora va de veras, la gente lo nota y el torero se encarga de ratificarlo delante del toro, donde su actitud es justamente la adecuada para romper definitivamente, como ellos dicen, y hacerse un hueco en los mejores puestos del escalaf¨®n. Ayer dej¨® lances so?adores y, a la par, muletazos de trazo exquisito en medio de un conjunto merecedor de una nota media alta.
Montalvo / Caballero, Diego, Tejela
Toros de Montalvo, de bonita hechura y escaso poder. Manuel Caballero: pitos y oreja. Juan Diego: oreja y dos orejas. Mat¨ªas Tejela: silencio y oreja. Plaza La Glorieta, 10 de septiembre. Cuarta de feria. Media entrada.
Estuvo eso, torero, centrado, sereno, brillante con el capote, con fases igualmente espl¨¦ndidas con la muleta y eficaz con la espada. En volandas se lo llevaron por la puerta del toro hasta el monumento a El Viti. ?Ojo a Juan Diego!
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