Agon¨ªa de las lenguas
Comenta y rebate el autor del texto las previsiones catastrofistas sobre el futuro de un gran n¨²mero de lenguas minoritarias, un debate en el que priman los intereses
Agarrar por las hojas el r¨¢bano de la ciencia, aprovechando las supuestas leyes cient¨ªficas en favor de posturas ideol¨®gicas necesitadas de apoyo, es una pr¨¢ctica tan com¨²n como tramposa. No pocas de las m¨¢s notorias barbaridades filos¨®ficas de los ¨²ltimos cien a?os, desde el darwinismo social en que se bas¨® el programa de exterminio nacionalsocialista a la lectura pol¨ªtica de la sociobiolog¨ªa que ha fundamentado algunos de los excesos neoliberales, esgrimen pretendidos "hechos" a los que se da por cient¨ªficamente demostrados. Sin llegar ni por asomo tan lejos, pero con una parecida tergiversaci¨®n de lo que es la ciencia, acaba de surgir un debate basado nada menos que en la convicci¨®n -demostrada por los cient¨ªficos, seg¨²n cabe leer- de que nueve de cada diez de las lenguas habladas hoy en el mundo desaparecer¨¢n en el transcurso de la generaci¨®n actual. Como materia de titular, hay que reconocer que la frase acerca de la agon¨ªa de las lenguas es de las impactantes. Pero ?es adem¨¢s cierta? ?Est¨¢n tan amenazados como se dice los idiomas actuales? Y, sobre todo, ?se basa esa predicci¨®n catastrofista en evidencias obtenidas por medios cient¨ªficos?
Veamos el origen del augurio. Procede del art¨ªculo de los profesores Abrams y Strogatz publicado el 21 de agosto pasado en la revista Nature. Se trata de una modelizaci¨®n matem¨¢tica del futuro inc¨®modo de las lenguas amenazadas y su muerte probable. Como se sabe, un modelo de ese estilo no demuestra que las cosas sucedan de tal forma, sino s¨®lo que podr¨ªan suceder as¨ª. Verdad es que el de Abrams y Strogatz se contrasta con algunos episodios conocidos de lenguas en declive, y no sale mal parado. Pero lo importante es saber qu¨¦ datos emp¨ªricos forman la base del modelo. Algunos de los que usa son relativamente f¨¢ciles de obtener, como es el n¨²mero de hablantes de un idioma; otros resultan m¨¢s dudosos, como el estatus social de la lengua. Lo m¨¢s interesante, sin embargo, es que en ninguna parte del art¨ªculo se predice la muerte de nueve de cada diez de los lenguajes presentes; esa afirmaci¨®n -origen de los comentarios posteriores- la recogen de pasada Abrams y Strogatz de otro art¨ªculo publicado en 1992 por Michael Krauss, ling¨¹ista ducho en el estudio de los idiomas nativos norteamericanos. En ¨¦sa y otras publicaciones, la preocupaci¨®n principal de Krauss es la del declive de las cerca de 300 lenguas que se cree que exist¨ªan en el territorio de los Estados Unidos cuando la llegada de Col¨®n, reducidas a 175 hoy y que, en el pr¨®ximo medio siglo, podr¨ªan quedar, seg¨²n Krauss, en s¨®lo 20. Aunque Krauss reconoce que el destino de cualquier idioma es su desaparici¨®n, propone medidas pol¨ªticas como las que lograron mantener el franc¨¦s en Quebec para frenar la ca¨ªda de las lenguas en supuesto peligro.
Media una distancia considerable entre los idiomas nativos de Norteam¨¦rica amenazados por el ingl¨¦s, el franc¨¦s de Quebec y no digamos ya las lenguas europeas. Pero los comentaristas se han apresurado a arrimar el ascua de Krauss -pasada por Abrams y Strogatz- a su sardina. Una predicci¨®n catastrofista de ese estilo permite tanto reclamar ayudas para las lenguas amenazadas como aconsejar el olvido de unos sistemas de comunicaci¨®n minoritarios que van a morir en un plazo muy breve. Pues bien, los ¨²nicos "hechos" en que se basan tanto la postura proteccionista como la indiferente son, en este caso, la p¨¦rdida de cerca de la mitad de los idiomas de los ind¨ªgenas norteamericanos desde la llegada de los europeos. Todo lo dem¨¢s son, por decirlo con las palabras elegidas por el Scientific American al evaluar diez a?os despu¨¦s, en 2002, la predicci¨®n de Krauss, especulaciones.
Que las lenguas minoritarias necesitan apoyo es algo que cae por su propio peso si se cree que la diversidad cultural es un valor digno de aprecio. Se hablan hoy unos tres mil idiomas en el mundo, pero s¨®lo hay veinte de ellos dominantes -utilizados en su conjunto por m¨¢s de la mitad de los humanos- e incluso esos idiomas fuertes se transformar¨¢n, como lo hizo el lat¨ªn y como lo han hecho en cierta medida el ingl¨¦s de Shakespeare y el castellano de Cervantes, en otra cosa. Defender la riqueza que albergan las lenguas en peligro es una empresa digna de esfuerzo. Pero tampoco estar¨ªa mal del todo hacerlo sin tomar el nombre de la ciencia en vano.
Camilo Jos¨¦ Cela Conde es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa en la Universidad de las islas Baleares.
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