Piojos
Por diversas y argumentadas razones, el piojo no es un inquilino grato para el hombre, sin embargo, para estos min¨²sculos par¨¢sitos, nuestro cuero cabelludo ha sido, desde siempre, un para¨ªso ideal del que se niegan a ser desterrados por mucho que evolucionen las t¨¦cnicas y los productos de extinci¨®n. Y la prueba de esta relaci¨®n que se remonta a los or¨ªgenes de la especie es que, cinco millones de a?os despu¨¦s, las farmacias siguen vendiendo con profusi¨®n lociones y peines especiales para erradicar la presencia del insecto. Conviene recordar que mucho antes de que los alquimistas descubrieran el vinagre o de que los laboratorios envasaran al 1,5% la permetrina, los hom¨ªnidos ya empleaban sus remedios contra el piojo y otras especies de fauna menuda que les provocaba esa inc¨®moda desaz¨®n. Sin ir m¨¢s lejos, hace 1,2 millones de a?os, los humanos perdieron el vello corporal por selecci¨®n natural, aunque por capricho sexual lo conservaron en las regiones genitales, h¨²medas por definici¨®n y plagadas de gl¨¢ndulas sudor¨ªparas. El piojo, no obstante, asumi¨® el reto con deportividad y se fue acomodando al cambio evolutivo dividiendo su especie en dos tipos: los adaptados al h¨¢bitat capilar de la cabeza y los par¨¢sitos de humedales p¨²bicos, mucho m¨¢s dados a la diversi¨®n y a la anarqu¨ªa. De este modo, el hombre sigui¨® portando y soportando, aunque en guetos perfectamente acotados, a ese insecto del que nunca se ha desprendido del todo, ni siquiera en periodos tan genocidas como el Pleistoceno, en plena edad de hielo, que dur¨® la friolera de 1,6 millones de a?os.
Estos d¨ªas, los ni?os han vuelto al cole. No importa que sus hijos se laven cada ma?ana ni que su familia sea un ejemplo de pulcritud. El piojo est¨¢ esperando con una paciencia glacial para poblar de liendres la cabecita m¨¢s rubia de la clase. Por conocer, hasta conoce las marcas de los pediculicidas al uso. Ya se rieron a gusto del Filvit y ahora andan buscando su ant¨ªdoto contra el Parasitr¨ªn y el OTC. La batalla contin¨²a y su ADN evoluciona a la velocidad de los planes de ense?anza y del Microsoft. ?rmense de su misma paciencia y perseveren, s¨®lo as¨ª se termina con los viejos amores.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.