?'Agur, Arkaitz'?
Estimado Santiago Mart¨ªnez (ver Cartas al Director, EL PA?S, 22 de septiembre de 2003). Aprecio tu gesto en lo que tiene de lealtad hacia un viejo y querido amigo. Tambi¨¦n en lo que hay en ella de valent¨ªa, pues seremos muchos los que discrepemos de tus palabras. Pero -siento dec¨ªrtelo- formas parte de uno de los males m¨¢s ocultos, soterrados y da?inos de este pa¨ªs.
Es un viejo mal que no cesa y que quiz¨¢ s¨®lo desaparezca con nosotros. (Quiz¨¢, en la misma medida que lo formara Arkaitz Otazua, muerto tras intentar asesinar y herir gravemente a dos ertzainas que acudieron a un falso aviso de accidente en el Alto de Herrera). El mal del que te hablo es la tranquilidad y la indiferencia con que toda una serie de generaciones hemos contemplado el crecimiento de la bestia, de ETA. O la rutina mec¨¢nica en la que nos hemos refugiado para que no nos rasgara con su pezu?a.
Recuerdas en tu carta a Arkaitz vuestros a?os de rebeld¨ªa en la Universidad de Deusto, vuestras enso?aciones contra el "pl¨¢cido sue?o" de los compa?eros atrapados por la mec¨¢nica del sistema, vuestros encuentros en libertad, "s¨®lo con un instrumento, la palabra". Discrepabais pol¨ªticamente, cierto. Pero nunca, dices, os negasteis el saludo. E incluso, es probable que compartierais conversaciones de madrugada en alg¨²n pub de Bilbao sobre lo divino y lo humano. Depart¨ªais en libertad.
La sociedad, sin embargo, era (y es) injusta. Mecaniza al hombre con su trabajo, cuando no le arroja al paro o a la jubilaci¨®n prematura. La vivienda es cosa de potentados a la que apenas si es posible acceder (cu¨¢ntos j¨®venes malviviendo en casa de sus padres). Quiz¨¢ simpatizabais con movimientos okupas que buscan, por lo dem¨¢s, un modo alternativo de vivir. Cierta cultura de bienestar y placidez se impon¨ªa, mientras vosotros buscabais culturas diferentes que dieran satisfacci¨®n a vuestras inquietudes. Se destruye la naturaleza, no se la respeta, mientras que generaciones venideras sufrir¨¢n todas estas agresiones. Hablabais del ecologismo. Fueron vuestros a?os dorados.
Todo form¨® parte de un juego excitante, de cierto entusiasmo vital al que siempre os remitisteis. Hab¨ªa utop¨ªa y esperanza en todo ello. Pero, tambi¨¦n, cierto vicio malsano, aunque vitalista, por huir de lo real, de lo verdadero; de aquello concreto que os rodeaba.
Porque hay algo que olvidabais, no lo hablabais, lo elud¨ªais o lo sorteabais: se persegu¨ªa (y persigue), se tortura, se mata a la gente por opinar. Lo hace ETA. Quiz¨¢ Arkaitz hablara ya en su defensa. Quiz¨¢ t¨² discreparas. Pero eran acciones pol¨ªticas, pensabais quiz¨¢. O, simplemente, quedaban fuera del c¨ªrculo dorado de vuestro tiempo feliz de rebeld¨ªa.
He conocido (y conozco) a muchos as¨ª. No es mala gente. Pero la semilla de la bestia, el miedo a su pezu?a o la indiferencia ha calado en ellos. O simplemente, prefieren la rutina y evitarse complicaciones.
Arkaitz era un nacional-socialista de ETA, un nazi si lo prefieres, que estaba dispuesto a asesinar a dos ciudadanos que regulaban el tr¨¢fico, a cambio de algo tan sublime como que se pongan las se?ales de tr¨¢fico en euskera. Estaba dispuesto a liquidar dos vidas (y lo que ello comporta) y anular la existencia de todos sus allegados, mujeres, hijos o padres. Y a hacer todo eso con tal de que las se?ales de tr¨¢fico vayan, ahora s¨ª, en rojo, verde y blanco. Matar por una reivindicaci¨®n circense.
?Crees acaso que se merece una despedida afectuosa..., o tan siquiera respetuosa? Yo no lo creo. Como al vampiro, debe clav¨¢rsele la estaca. No a la persona, por dios (pienso en sus allegados), pero s¨ª a lo que ha representado y representa: el asesino vil y mafioso de ETA.
Mucha de la actual militancia de ETA y de su entorno de comprensi¨®n, procede de esas generaciones del c¨ªrculo feliz del mundo alternativo, que no ha sabido diferenciar la rebeld¨ªa de lo moralmente perverso. As¨ª lo creo, estimado Santiago, y espero que la muerte de tu amigo te d¨¦ en qu¨¦ pensar. Afectuosamente.
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