Todos los 'cocteaus'
De ¨¦l se ha dicho que es "c¨¦lebre y desconocido", "personaje rodeado de una leyenda dorada y cuya obra est¨¢ marcada por una extra?a incomprensi¨®n". Nacido en 1889, pocas horas antes de la inauguraci¨®n de la torre Eiffel, Jean Cocteau es como el s¨ªmbolo arquitect¨®nico de Par¨ªs y Francia, una mezcla inseparable de modernidad y tradici¨®n, de belleza y fealdad, de sencillez y complicaci¨®n.
La gran exposici¨®n inaugurada en Par¨ªs el pasado jueves y dedicada a Cocteau intenta definir el contorno de una figura que aparece desdibujada por m¨²ltiples razones. La primera, la naturaleza misma de Cocteau, que viv¨ªa para agradar y necesitaba agradar para sentirse vivo. Eso le llev¨®, seg¨²n el compositor Henri Sauguet, "a implicarse tanto en la vida de los dem¨¢s que se convert¨ªa en la novia en un casamiento, en el beb¨¦ en un bautismo y en el muerto en el entierro de un amigo". Su m¨¢s reciente bi¨®grafo, Claude Arnaud, le trata de "jardinero de atm¨®sferas, c¨®modo en todas partes pero sin sentirse en casa en ninguna". El cineasta Jean-Luc Godard recuerda el entusiasmo de Cocteau por los patines y explica que, "si en el patinaje existen las figuras libres y las obligadas, dos disciplinas distintas, Cocteau hac¨ªa figuras libres en el contexto de las obligadas". Dicho de otra manera, Cocteau rompe con una tradici¨®n cultural que condena al artista al altar o al infierno, a ser Claudel o Genet, a dos formas enfrentadas de pureza. ?l opta, siguiendo a Nietzsche, que no en vano era su fil¨®sofo de cabecera, por la traici¨®n todopoderosa y la perennidad de los ciclos.
JEAN COCTEAU, SUR LE FIL DU SI?CLE.
Centro Georges Pompidou, Par¨ªs
Hasta el 5 de enero de 2004
El dibujante, el novelista y poeta
y el cineasta son los tres cocteaus que privilegia la exposici¨®n, que los prefiere al dramaturgo o al pintor y ceramista. Sus destellos como director de escena de ballet, como m¨²sico o bailar¨ªn tambi¨¦n son tomados en consideraci¨®n, de la misma manera que se prefiere su trabajo creativo hasta la Segunda Guerra Mundial que el desarrollado despu¨¦s, cuando el personaje parece devorar a la persona y el academicismo, la admiraci¨®n inteligente por lo cl¨¢sico y la tradici¨®n.
La decisi¨®n de circunscribirse a una parte relativamente modesta -900 obras- de la producci¨®n de Cocteau permite mejor comprender el porqu¨¦ es un creador que hay que revisar olvid¨¢ndose tanto de ciertos elogios como de muchas cr¨ªticas. Sin duda, la multiplicidad de rostros cocteaunianos y una cierta querencia por la facilidad han propiciado el mismo equ¨ªvoco que lastra a¨²n hoy la aportaci¨®n de Dal¨ª. Sus hallazgos m¨¢s simples, repetidos hasta la saciedad por publicitarios con la imaginaci¨®n averiada, han contribuido a lastrar su imagen, de la misma manera que sus errores o provocaciones pol¨ªticas hicieron que sobre Cocteau pesase la sombra del colaboracionismo con el ocupante nazi mientras Dal¨ª no consigue liberarse de sus boutades ceaucescu-franco-mao¨ªstas. Una exposici¨®n como la de Par¨ªs sirve, en el peor de los casos, para poner las cosas en su sitio y, en el mejor, para retomar el hilo de caminos perdidos.
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