El nuevo libro de Chomsky sit¨²a a EE UU como jefe mundial del terrorismo de Estado
El activista afirma que la mejor forma de acabar con la violencia es dejar de participar en ella
"A todo el mundo le interesa acabar con el terrorismo. Bien, hay una manera muy sencilla de conseguirlo: dejar de participar en ¨¦l. No digo que eso lo arreglar¨¢ todo, pero s¨ª una gran parte". ?sta es la idea que sostiene Poder y terror (RBA), el ¨²ltimo libro de Noam Chomsky (Filadelfia, 1928). A trav¨¦s de una entrevista y varias charlas recientes, el ling¨¹ista y activista revisa el sangriento curr¨ªculo de agresiones cometidas en nombre del capitalismo democr¨¢tico (Afganist¨¢n, Irak, Ir¨¢n, Nicaragua, El Salvador, Colombia, Palestina...), sit¨²a a su pa¨ªs como el l¨ªder mundial del terrorismo de Estado y refuta la teor¨ªa preventiva: "Lo hacemos nosotros: es contraterrorismo, guerra justa. Lo hacen ellos: es terrorismo".
La memoria de un historiador; el vigor y la valent¨ªa de un joven activista; la inteligencia y la solidez moral de un sabio profesor; la facilidad y la precisi¨®n para sintetizar la informaci¨®n del ling¨¹ista avezado. ?sas son las armas de Noam Chomsky, que una vez m¨¢s sale a luchar contra los molinos de viento y canta las verdades del barquero, las que casi nadie en Occidente quiere o¨ªr.
Por la simple v¨ªa del recuento de las atrocidades de los ¨²ltimos 50 a?os, el profesor del Massachussets Institute of Technology (MIT) hace en su nuevo libro, editado en EE UU poco antes de la invasi¨®n de Irak, un alegato por la paz, la justicia y la democracia. Chomsky empieza reconociendo el privilegio que es poder decir lo que piensa (una "perogrullada" que suele costarle ataques furibundos), y define el 11 de septiembre como "un espanto atroz". "Pero todos sabemos que no era nada nuevo. De esa misma manera han tratado las potencias imperialistas al resto del mundo durante cientos de a?os".
El ataque a Nueva York y Washington fue hist¨®rico, a?ade, "pero no por la magnitud ni la naturaleza de la atrocidad, sino por qui¨¦nes fueron las v¨ªctimas. Si repasamos la historia, los pa¨ªses imperialistas han sido b¨¢sicamente invulnerables. Se cometen cantidad de atrocidades, pero en otro sitio, siempre en otro sitio".
Primera idea: la hipocres¨ªa al juzgar a las v¨ªctimas: "Las nuestras cuentan, las de ellos no". Chomsky cita al "fil¨®sofo favorito de Bush (Jes¨²s)": "Hip¨®crita es quien se niega a aplicarse la misma vara que aplica al pr¨®jimo". Eso no s¨®lo rige para los pol¨ªticos, tambi¨¦n para los intelectuales: "Estados Unidos fue el ¨²nico pa¨ªs dispuesto a dar apoyo incondicional a las tremendas atrocidades terroristas cometidas por Turqu¨ªa en el sureste del pa¨ªs. Millones de kurdos fueron arrancados de su casas, miles de pueblos fueron destruidos, hubo decenas de miles de muertos que, antes de morir, sufrieron toda clase de b¨¢rbaras torturas. Clinton hac¨ªa llegar una avalancha de armas (...). El hecho de que los intelectuales occidentales puedan ver todo esto sin decir una palabra es un testimonio admirable de lo disciplinada que es la gente bienpensante".
Chomsky establece la correlaci¨®n entre las ayudas militares y econ¨®micas que concede EE UU, las violaciones de los derechos humanos y la apertura de esos pa¨ªses a la inversi¨®n multinacional. Los m¨¢s favorecidos son Israel ("la base militar de EE UU en Oriente Pr¨®ximo, con 34 a?os de ocupaci¨®n brutal de Cisjordania, cientos de miles de muertos y 50.000 torturados a costa de los contribuyentes estadounidenses"); Turqu¨ªa (que emprendi¨® su lucha antiterrorista "con armas estadounidenses en un 80%"), y Colombia (miles de abogados, periodistas, campesinos y luchadores por los derechos humanos asesinados, la tierra bald¨ªa a causa de la fumigaci¨®n indiscriminada, m¨¢s privatizaciones que en ning¨²n otro pa¨ªs para que llegue la inversi¨®n de las corporaciones, y una divisi¨®n paramilitar que es, en realidad, "la sexta divisi¨®n del Ej¨¦rcito colombiano").
Pero Bush no ha inventado nada, dice Chomsky: la "agresi¨®n abierta" marca la pol¨ªtica exterior estadounidense de forma declarada al menos desde el Gobierno de Reagan, y hoy contin¨²a igual, incluso con viejos l¨ªderes de esa batalla al frente, como Donald Rumsfeld, entonces enviado a Oriente Pr¨®ximo, y John Negroponte, embajador en la ONU de Bush y en aquel momento cerebro de la guerra en Nicaragua.
Chomsky repasa tambi¨¦n de manera implacable el registro de las violaciones de la Convenci¨®n de Ginebra y el uso del veto por EE UU en la ONU. Y desvela alguna trampa ling¨¹¨ªstica, como la del "proceso de paz" de Israel y Palestina: "Durante los ¨²ltimos 30 a?os de 'procesos de paz', EE UU no ha hecho m¨¢s que socavar la paz y bloquear cualquier posibilidad de acuerdo diplom¨¢tico".
Aunque el abuso de poder no es patrimonio de Estados Unidos, afirma tambi¨¦n el autor de El miedo a la democracia, que recuerda la represi¨®n colonial y da escalofriantes citas, favorables al exterminio de "¨¢rabes recalcitrantes" -Churchill-, "negros" -Lloyd George- e "ind¨ªgenas argelinos" -ministro de Guerra franc¨¦s-.
Falsa devoci¨®n
La conclusi¨®n es que la primera potencia mundial utiliza la coartada de exportar su "devoci¨®n por la democracia" (t¨¦cnica de propaganda que, seg¨²n Chomsky, roza lo grotesco y copia la que usaban los nazis en los pa¨ªses que ocupaban), para controlar a todo el que se desmanda. Ya sea v¨ªa guerra econ¨®mica (Hait¨ª, Cuba); tradicional y biol¨®gica (Vietnam, Corea, Colombia...), o s¨®lo tradicional (Am¨¦rica Central -"donde Estados Unidos acab¨® con la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n"-, Cisjordania, Timor Oriental... El origen de esa violencia, sostiene, es la fundaci¨®n de EE UU: "?Por que vivo aqu¨ª?", se pregunta. "Porque unos cuantos fan¨¢ticos fundamentalistas religiosos de Inglaterra vinieron a estas tierras y comenzaron a exterminar a la poblaci¨®n ind¨ªgena. Luego los siguieron muchos otros y exterminaron al resto de la poblaci¨®n ind¨ªgena. Y no fue cosa de poca monta, fueron millones de personas".
Pero junto al cr¨ªtico demoledor aparece el Chomsky optimista: "Estamos mejor que hace 30 o 40 a?os. La poblaci¨®n del pa¨ªs est¨¢ mucho m¨¢s civilizada que entonces y el fen¨®meno va en aumento. El activismo de los a?os sesenta y el despertar que supuso condujeron -por primera vez en la historia de Estados Unidos- a un cambio sustancial: el exterminio empez¨® a formar parte de la conciencia general".
Eso, agrega, "impone ciertas restricciones a la violencia de Estado. Y no hay otra v¨ªa. No hay fuerza exterior capaz de restringir la violencia del m¨¢s poderoso de los Estados, sea Estados Unidos o cualquier otro. Las restricciones deben venir de dentro".
Acusado de apolog¨ªa
Sin caer en demagogias ni en paranoides teor¨ªas conspirativas, tirando con perspicacia de casos hist¨®ricos, citas oficiales y documentos desclasificados, Chomsky sigue siendo un agitador imprescindible. En el libro cuenta que escribi¨® su primer art¨ªculo pol¨ªtico a los 10 a?os, en febrero de 1939, "despu¨¦s de la ca¨ªda de Barcelona" a manos de los nacionales. Ahora, con 74 a?os, su voz suena con m¨¢s fuerza que nunca en su pa¨ªs ("un d¨ªa me invitaron incluso a hablar en televisi¨®n", dice con iron¨ªa), lo cual le ha valido para ser acusado de apolog¨ªa del terrorismo. "Es la manera infantiloide de verlo, es justo lo contrario", se defiende en la entrevista con John Junkerman, codirector con el japon¨¦s Takei Masakazu del documental Power and terror, del que surgi¨® el libro: "Es una cuesti¨®n de sensatez. Se trata de que no podemos alegar el terrorismo de los d¨¦biles sin enfrentar tambi¨¦n el innombrable pero mucho m¨¢s desproporcionado terrorismo de los poderosos contra los d¨¦biles. Si a uno le da igual que haya futuros ataques terroristas... pues est¨¢ bien, no prestemos atenci¨®n a las razones. Pero si uno est¨¢ interesado en evitarlos, no hay m¨¢s remedio que buscar esas razones. Y es lo contrario de hacer apolog¨ªa del terrorismo".
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