Los mismos vicios con Queiroz
Se cambia al entrenador, pero no var¨ªan los viejos h¨¢bitos del Real Madrid, que fracas¨® en Mestalla. Hubo un equipo que entr¨® al partido como si le fuera la vida, con el grado m¨¢ximo de energ¨ªa y atenci¨®n, con un detallado plan defensivo, con un despliegue abrumador en el juego de ataque. Ese equipo fue el Valencia. No es noticia. Desde hace varios a?os, y no importa cu¨¢les hayan sido sus entrenadores (C¨²per, Ranieri y Ben¨ªtez), mantiene el rasgo: juega con firmeza, est¨¢ bien cosido, tiene buenos jugadores y se desempe?a con una profesionalidad intachable. No hay un Valencia para tal o cual ocasi¨®n. Se le reconoce siempre, juegue bien o mal, en todos los estadios y en cualquier momento de la temporada. No hace falta esperar m¨¢s para proclamarle como aspirante al t¨ªtulo. Es fiable y no le faltan recursos para conseguirlo. Fue la clase de partido que anunci¨® lo que se encontrar¨¢ el Madrid a partir de ahora. Como no es novedad su insolvencia defensiva y la ausencia de estructura t¨¢ctica, el Madrid se las ver¨¢ a menudo con equipos que acosen a sus defensas, que le impidan manejar la pelota con facilidad, que le obliguen a disputar el partido que este equipo no quiere ver ni en pintura. Por supuesto, no siempre se medir¨¢n con este eficaz, en¨¦rgico y ordenado Valencia, pero m¨¢s o menos se adelant¨® lo que pueden significar las visitas a Anoeta, Riazor, El Sadar, El Sardinero o San Mam¨¦s. Son campos donde al Madrid no le van a ofrecer el partido de carril que le gusta. El Madrid es imperial en los partidos a la medida, los que le sientan como un guante, frente a rivales apocados, condescendientes, abrumados por el oropel de un equipo con jugadores impresionantes. El Madrid tampoco le suele hacer ascos a los encuentros donde siente que algo grande est¨¢ en juego: un t¨ªtulo, una eliminatoria europea de prestigio, un derby, el duelo con el Barcelona. Pero en el duro tr¨¢mite de Mestalla o de los muchos partidos ¨¢ridos que le quedan en la Liga, se trata de un equipo vulnerable y decepcionante.
Hab¨ªa que medir a Queiroz en estas circunstancias. Hab¨ªa que observarle frente a un adversario que iba a exponer al Madrid frente a sus peores vicios. Por lo que sucedi¨® en Mestalla, Queiroz no ha aportado ninguna novedad. Se dec¨ªa que el Madrid jugaba con la defensa demasiado retrasada por la influencia de Hierro. Ahora juegan dos chicos j¨®venes, r¨¢pidos y atl¨¦ticos, y la defensa sigue instalada a medio metro de Casillas. En Mestalla no hubo ninguna soluci¨®n defensiva a los problemas que gener¨® el Valencia, r¨¢pido y bien dirigido en la recuperaci¨®n de la pelota, profundo en el juego por las alas, incontrolable en la l¨ªnea de tres cuartos con Aimar, hasta su lesi¨®n. Se encontr¨® con el mismo Madrid de siempre, con la defensa agolpada en su ¨¢rea. Lo de siempre, en definitiva, y eso coloca a Queiroz en una situaci¨®n sospechosa.
Ante las incomodidades del encuentro, tampoco hubo hilo en el juego de ataque. Ronaldo y Guti pasaron de largo. Zidane pareci¨® sorprendentemente ofuscado. Beckham estuvo un rato en el medio y toda la segunda parte en la banda derecha. Figo estuvo en los dos costados. A Cambiasso le vino grande el partido. Pudo retrasarse Guti para manejar el juego junto a Beckham, pero Queiroz prefiri¨® una versi¨®n m¨¢s simple y populista: le retir¨® por Portillo. En todo momento dio la sensaci¨®n de que el entrenador no lograba interpretar un partido que le incomodaba a ¨¦l y a su equipo, un partido que ser¨¢ uno de los muchos que el Madrid no quiere. Eso es lo bueno del f¨²tbol: es democr¨¢tico y ofrece algo m¨¢s que trajes a la medida de las figuras.
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