El Bar?a, en el Azteca
De acuerdo con las pasiones que suscita, el estadio Azteca se construy¨® cerca del Instituto de Cardiolog¨ªa. En esa antesala del infarto, Pel¨¦ afianz¨® su monarqu¨ªa y Maradona anot¨® el mejor gol leg¨ªtimo y el mejor gol ileg¨ªtimo de la historia. Sede de dos Mundiales, el Azteca inici¨® su leyenda en 1966, cuando el Am¨¦rica derrot¨® al Torino y el brasile?o Arlindo estren¨® sus redes.
Desde a?os antes, los ni?os ¨ªbamos a la colonia Santa ?rsula a ver el estadio que crec¨ªa entre casas bajas como algo que escapaba al orden. Sus espectaculares grecas hab¨ªan sido dise?adas por Pedro Ram¨ªrez V¨¢zquez, especialista en mitos de concreto que no por casualidad construy¨® el Museo de Antropolog¨ªa y la nueva bas¨ªlica de Guadalupe. Cuando un alba?il apret¨® el alambre secreto que sostiene los edificios mexicanos, el coloso qued¨® listo.
A semejanza del inframundo prehisp¨¢nico, el Azteca es rico en dualidades. M¨¢s de la mitad de los mexicanos tenemos que soportar que ah¨ª juegue el Am¨¦rica. En el imaginario nacional, el pretencioso equipo que abandon¨® el s¨ªmbolo del canario para asumir el del ¨¢guila representa el poder¨ªo econ¨®mico, los fichajes de lujo, la b¨²squeda vulgar de triunfos. Naturalmente, es maravilloso que exista, pues brinda un villano ideal a la contienda. En su infancia, Rafa M¨¢rquez fue americanista. "Pero entonces no ten¨ªa uso de raz¨®n", aclara con humor el capit¨¢n de la selecci¨®n. Entre los muchos aciertos pol¨ªticos de Laporta se cuenta el de enfrentarse a un equipo que s¨®lo apoya la legi¨®n amarilla. El resto del pa¨ªs ser¨¢ blaugrana.
En 1964 el Bar?a empat¨® con el Atlante, el equipo capitalino que lleva sus colores, y Cayetano Re firm¨® en nuestros cuadernos escolares la promesa de que el club regresar¨ªa. Ahora llega con un presidente en forma, capaz de mejorar con su presencia a Fox, y un equipo desmayado. En su probada ofuscaci¨®n, Rijkaard combina la nulidad t¨¢ctica con extra?as presiones de vestuario (hasta el altivo Gerard ya puso los ojos de Riquelme).
Despu¨¦s de sortear dos huracanes, el Bar?a entrar¨¢ al Azteca en estado de jet-lag. Antes del partido, recorrer¨¢ la Calzada de los Muertos, en Teotihuacan. La situaci¨®n se presta para el anhelado cambio de piel. El resultado importa poco porque no se juega en tiempo presente. Las ilusiones del barcelonismo, tan poco favorecidas por la realidad, pueden encontrar impulso en la cancha de los mitos.
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