Hacia un mayor esfuerzo
La realidad cotidiana y su manifestaci¨®n en los sondeos de opini¨®n nos muestran que es dif¨ªcil encontrar una cuesti¨®n m¨¢s impopular que los gastos en Defensa. Sin embargo, los responsables pol¨ªticos tienen la obligaci¨®n de hacer cuanto est¨¦ en su mano para lograr alcanzar el inter¨¦s nacional (lo que los antiguos llamaban el bien com¨²n). Superado el dilema de si hay que gastar o no en Defensa, y no encuentro para ello expresi¨®n m¨¢s cabal que la que nos legaron los romanos -"Si vis pacem para bellum" ("Si quieres la paz prep¨¢rate para la guerra")- queda por determinar el cu¨¢nto.
?Cu¨¢nto debe invertir una naci¨®n en su seguridad? La respuesta l¨®gica sale r¨¢pida: lo necesario. Lo que no es tan obvio para todos -de hecho, est¨¢ sujeto a continuo debate en todos los pa¨ªses del mundo con libertad de opini¨®n- es cu¨¢nto es necesario. Particularmente en t¨¦rminos de recursos financieros. La seguridad es una situaci¨®n fluida y depende de la interrelaci¨®n de muchos factores, a veces bastante dif¨ªciles de apreciar. La paz normalmente se ve alterada por sorpresas estrat¨¦gicas, como la Historia se empe?a en demostrar, e invertir hoy en acontecimientos que pueden suceder ma?ana complica a¨²n m¨¢s la comprensi¨®n de las necesidades de la defensa.
En cualquier caso (y tal vez debido a todo lo anterior), los pa¨ªses suelen medir su esfuerzo en Defensa en t¨¦rminos comparativos. Compararse a los Estados Unidos, una potencia global, puede que no tenga mucho sentido, pero verse en el reflejo del espejo que son los pa¨ªses vecinos, con similares entornos, riesgos y amenazas, s¨ª que lo es.
En este sentido, no cabe duda de que Espa?a, el pa¨ªs que mayores cambios ha experimentado en Europa en la segunda mitad del siglo XX, mejorando su dimensi¨®n en cualquier magnitud, ya sea pol¨ªtica, econ¨®mica, cultural o social, est¨¢ extremadamente desfasada en lo que a gasto en Defensa se refiere, siendo un pa¨ªs muy menor en este aspecto en el contexto europeo, pues apenas gastamos el 5% del total del gasto de los europeos miembros de la Alianza Atl¨¢ntica, muy por debajo de nuestra cuota de riqueza. Con los 8.204 millones de euros que Espa?a invirti¨® en su defensa el a?o pasado, seg¨²n la contabilidad de la OTAN, significa que se gast¨® una quinta parte de lo que gastaron Francia o el Reino Unido, una cuarta parte del presupuesto militar de Alemania y un tercio del de Italia. Por otro lado, en t¨¦rminos de contabilidad exclusivamente nacional, el esfuerzo en nuestra defensa tambi¨¦n resulta sorprendentemente bajo, pues, seg¨²n se cuente, oscila entre el 0,92% o el 1,79% del PIB. Y, en todo caso, es un esfuerzo que no va acompasado al crecimiento econ¨®mico nacional. Es m¨¢s, lo que el Estado se gasta en Defensa, respecto al resto de sus partidas, se ha mantenido constante en los ¨²ltimos a?os. Es verdad que buena parte de esta austeridad en lo militar proviene de la necesidad de estar en condiciones de cumplir los criterios de convergencia de la UE, pero toda vez que se han logrado cumplir y garantizar, as¨ª, un ritmo de crecimiento econ¨®mico sostenido superior a la media de la propia Uni¨®n Europea, va siendo hora de revisar los postulados pol¨ªticos asumidos en los ¨²ltimos a?os y dedicar mayores recursos a la modernizaci¨®n de nuestra defensa. La econom¨ªa nacional se lo puede permitir.
La debilidad presupuestaria de la Defensa espa?ola es m¨¢s aguda si cabe si se tiene en cuenta el creciente papel internacional de Espa?a y los mayores compromisos militares que nuestro pa¨ªs ha venido asumiendo desde comienzos de los a?os noventa. No hay que perder mucho tiempo en recordarnos c¨®mo de ser un pa¨ªs aislado nos hemos convertido en una naci¨®n respetada y con una notable presencia en el mundo en todos los terrenos, del cultural al econ¨®mico. Pero tambi¨¦n en el militar. As¨ª, a pesar del diferencial militar espa?ol, los a?os noventa han sido una etapa de plena internacionalizaci¨®n para nuestras Fuerzas Armadas. No s¨®lo se integraron totalmente en organizaciones como la OTAN, sino que pasaron de una presencia num¨¦ricamente simb¨®lica a importantes contingentes desplegados en misiones de paz. Hoy nuestros hombres y mujeres en uniforme realizan tareas de ayuda humanitaria, apoyo a la paz y de lucha contra el terrorismo internacional en lugares como la antigua Yugoslavia, Afganist¨¢n, el oc¨¦ano ?ndico e Irak.
Esta continua presencia internacional requiere que los ej¨¦rcitos espa?oles cuenten con el material apropiado, que ¨¦ste se mantenga y modernice, as¨ª como con las compensaciones que permitan hacer de la profesi¨®n militar un futuro digno y atractivo. Y todo eso significa, como dec¨ªa Napole¨®n, "dinero, dinero y dinero". Se puede discrepar sobre su monto, pero no se puede negar que una presencia mayor y m¨¢s activa de nuestras tropas y de una Defensa decidida a apuntalar la estabilidad y seguridad internacionales no se puede sostener con el mismo dinero que unas estructuras y pol¨ªticas volcadas esencialmente sobre s¨ª mismas y sin pr¨¢cticamente acci¨®n exterior.
Vivimos en un mundo turbulento en el que, por fortuna, nuestra seguridad consume necesariamente una parte de nuestra riqueza nacional, pero no nos impone un sacrificio mayor sobre la econom¨ªa o el nivel de vida. Antes al contrario, la base industrial de la Defensa es en muchos casos un aut¨¦ntico motor de desarrollo cient¨ªfico, tecnol¨®gico y econ¨®mico, a nivel local, regional y nacional. Y si volvemos a los t¨¦rminos comparativos veremos que Espa?a, que est¨¢ en casi todos los ¨®rdenes en el club de los 10 o 12 primeros pa¨ªses, en lo que se refiere al esfuerzo econ¨®mico para la Defensa, es decir, al ratio PIB/gastos de Defensa, est¨¢ en el puesto ???123!!! del mundo.
En suma, Espa?a debe contar (nos interesa que cuente) con un peso internacional cada vez mayor y la participaci¨®n de las Fuerzas Armadas en apoyo a la paz es un instrumento importante en ese papel que por tradici¨®n, dinamismo y capacidad de influencia, debemos y podemos jugar como naci¨®n. No dotar a la Defensa de los medios necesarios hipoteca gravemente nuestro futuro.
Eduardo Serra Rexach es presidente del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estrat¨¦gicos.
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