Un ocaso ante las c¨¢maras
El Papa inicia un mes lleno de actos p¨²blicos que se aventura crucial en el Vaticano
Juan Pablo II presidi¨® ayer en la plaza de San Pedro, durante m¨¢s de dos horas, la ceremonia de beatificaci¨®n de Daniele Comboni, fundador de los misioneros combonianos, Giuseppe Freinademetz, evangelista en China, y Arnold Janssen. El Papa compareci¨® de nuevo ante las c¨¢maras, l¨²cido y espiritualmente fuerte, pero al l¨ªmite de sus fuerzas. A la espera de los grandes eventos de este mes, la celebraci¨®n del 25 aniversario de su papado y la beatificaci¨®n de Teresa de Calcuta, el propio Karol Wojtyla y toda la jerarqu¨ªa cat¨®lica se enfrentan a una gran decisi¨®n: c¨®mo gestionar el ocaso vital de un pont¨ªfice siempre ante las c¨¢maras.
La valent¨ªa de Juan Pablo II suscita una admiraci¨®n general. El atleta polaco que nadaba y escalaba monta?as, el sacerdote que fue actor y manejaba como nadie el gesto y la palabra, no teme exhibir la par¨¢lisis, la voz balbuceante y el temblor del Parkinson. El cardenal Dionigi Tettamanzi, jefe de la di¨®cesis de G¨¦nova, la mayor de Europa, elogia en un art¨ªculo publicado esta semana la "indomable entrega hasta el fin" del Papa. "En ¨¦l reconocemos a Pedro", se?ala Tettamanzi. Y a?ade: "Todos le vemos sufrir en televisi¨®n". El primado de la Iglesia Anglicana, Rowan Williams, que se entrevist¨® el s¨¢bado con el pont¨ªfice, habl¨® tambi¨¦n de su "esp¨ªritu indomable". "Admiramos a este Papa, su visi¨®n del mundo nace de su experiencia en el sufrimiento", declar¨® tras la reuni¨®n.
La pregunta que ahora flota sobre el Vaticano es tremendamente importante: ?cu¨¢l es el l¨ªmite?, ?hasta d¨®nde es razonable la transmisi¨®n en directo del ocaso de una vida? Con anteriores papas, no se plante¨® este problema. Pablo VI goz¨® de intimidad en los ¨²ltimos meses de su vida y pudo ocultarse en sus apartamentos privados, mientras la Iglesia Cat¨®lica se gobernaba por escrito; entonces no exist¨ªan la informaci¨®n continua ni Internet. Juan Pablo I falleci¨® inesperadamente por la noche, reci¨¦n asumido el anillo de San Pedro. Juan Pablo II, por el contrario, se expone constantemente a la mirada del p¨²blico, en una era en que impera la imagen.
"El Papa tiene el derecho a la discreci¨®n de cualquier persona anciana y enferma; y cuando los medios de informaci¨®n no lo respetan, hay que defender especialmente ese derecho", declar¨® el viernes el cardenal Karl Lehman, presidente de la Conferencia Episcopal alemana.
No puede existir discreci¨®n mientras Juan Pablo II mantiene una intensa agenda p¨²blica. El martes viajar¨¢ al santuario de Pompeya y rezar¨¢ a la Virgen ante decenas de miles de personas; a partir del d¨ªa 16, iniciar¨¢ una serie de actos de enorme trascendencia: presidir¨¢ el Consistorio en que recibir¨¢n la p¨²rpura los nuevos cardenales que, en un d¨ªa no muy lejano, formar¨¢n parte del C¨®nclave que elegir¨¢ a su sucesor; celebrar¨¢ los 25 a?os de su pontificado; y, en un acto que para ¨¦l revestir¨¢ una especial¨ªsima importancia, canonizar¨¢ a la madre Teresa de Calcuta. Todos los medios diplom¨¢ticos y religiosos consultados por este peri¨®dico indican que la presi¨®n del "ojo p¨²blico" sobre Juan Pablo II ser¨¢ fort¨ªsima. Y coinciden en opinar que, tras esos actos que, en cierta forma, culminar¨¢n su era como jefe de la Iglesia Cat¨®lica, algo deber¨¢ cambiar.
El declive final no parece muy lejano. Algunos intuyen para finales de este mes un gesto, una declaraci¨®n, tras la que Karol Wojtyla pasar¨¢, siempre como Papa, a un segundo plano. Otros aventuran un final inminente, no mucho m¨¢s all¨¢ de fin de a?o, con el razonamiento de que, extinguida su capacidad f¨ªsica para evangelizar, su gran misi¨®n vital y religiosa, Juan Pablo II se dejar¨¢ vencer por la enfermedad. Nadie duda que este octubre ser¨¢ crucial.
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