El ¨²nico di¨¢logo posible
Lo que est¨¢ ocurriendo con el Pa¨ªs Vasco me recuerda a un tren que avanza a toda m¨¢quina por una v¨ªa y que se encontrar¨¢ con otro tren parado en la misma v¨ªa. Chocar¨¢, se puede ver desde la monta?a de enfrente, en cuanto doble la curva y se encuentren frente a frente. No ocurrir¨¢ inmediatamente, pero ocurrir¨¢. Mejor no cerrar los ojos; mejor hacer todo lo que se pueda para evitar el choque.
Esta situaci¨®n cr¨ªtica tiene que ver con varias causas. Por un lado, est¨¢ relacionada de modo principal con la escalada soberanista que est¨¢ protagonizando el nacionalismo moderado. Al principio, todos pensamos que esa "deriva soberanista" era una "sobrerreacci¨®n" ofensiva del PNV ante una gesti¨®n muy desafortunada por parte del PP que, en cuanto a pactos con los nacionalismos, parece s¨®lo capaz de establecerlos en un "toma y daca" completamente mercantilista, y que no genera complicidades, ni visiones ni proyectos compartidos, por parciales que puedan ser.
No existen las m¨ªnimas reglas de juego justo para alcanzar acuerdo alguno
El problema del Pa¨ªs Vasco deber¨ªa abordarse en tres etapas claramente definidas
Pero quiz¨¢ est¨¢bamos equivocados en algo. Quiz¨¢, adem¨¢s, el nacionalismo vasco tiene un proyecto a largo plazo, hist¨®rico, que ya dura un siglo y que est¨¢ pasando a su "tercera fase". La primera, en la Rep¨²blica, fue el primer intento de autogobierno, inconcluso y fracasado, a manos del franquismo. La segunda se ha desarrollado en esta etapa de la Espa?a democr¨¢tica y auton¨®mica, cuando las nacionalidades hist¨®ricas y en particular el Pa¨ªs Vasco han conseguido un alt¨ªsimo nivel de autogobierno. Y la tercera, culminada satisfactoriamente la segunda, es la que vendr¨¢, la que formula el nacionalismo vasco como la etapa donde la soberan¨ªa se transfiere al Pa¨ªs Vasco, y con ella cualquier poder constituyente.
Vistas las cosas as¨ª, nos encontramos con un proyecto a largo plazo del nacionalismo cuya voluntad dif¨ªcilmente se torcer¨¢. Una voluntad, adem¨¢s, que refleja, de un modo difuso pero real, la voluntad de una parte importante de la sociedad vasca a la que he llamado, desde hace 25 a?os, la "comunidad nacionalista vasca": un fen¨®meno pol¨ªtico, pero tambi¨¦n un hecho sociol¨®gico.
Una visi¨®n democr¨¢tica y republicana que se asiente en una visi¨®n del Estado, de la comunidad de derecho, como constituida sobre el acuerdo voluntario de quienes la integran, conduce a conceder la posibilidad de esta hip¨®tesis, en vez de negarla por principio.
Claro que ¨¦sta no es toda la situaci¨®n. El tren del nacionalismo avanza impulsado por el viento favorable del r¨¦gimen de terror que ha impuesto ETA a la mitad de la poblaci¨®n vasca. Ese viento a favor, odioso y ventajista, es la segunda causa que explica este drama anunciado. Y es que en el tren viajan, forzados y maniatados, la mitad de los vascos.
Por fin, la tercera causa del choque probable es la existencia de otro tren parado en la misma v¨ªa, m¨¢s all¨¢ de la curva. Las fuerzas constitucionalistas en el Pa¨ªs Vasco y en Espa?a no pueden, sencillamente, ejercer una oposici¨®n pasiva, varados en mitad de la v¨ªa.
Para evitar el choque, todos tendr¨¢n, como m¨ªnimo, que comunicarse. Hay que avisar a ambos trenes de la certidumbre de un choque que debe de ser evitado.
Y es aqu¨ª donde entra el tra¨ªdo y llevado concepto del di¨¢logo. Ciertamente, otra causa, si no del problema del Pa¨ªs Vasco, s¨ª de los tintes irreversibles que est¨¢ tomando, es la casi total ausencia de di¨¢logo entre nacionalistas y no nacionalistas, entre el Gobierno vasco y el resto de las instituciones y fuerzas pol¨ªticas que no est¨¢n en ¨¦l.
?Cabe alg¨²n tipo de di¨¢logo? Perm¨ªtanme que, con una inocencia rayana en la ingenuidad, proponga una agenda para un di¨¢logo que, en mi opini¨®n, es el ¨²nico posible, un di¨¢logo para acordar tres objetivos.
El problema del Pa¨ªs Vasco deber¨ªa abordarse mediante el progreso en tres etapas claramente definidas, y a ser culminadas de modo secuencial, una detr¨¢s de otra. Estas etapas se pueden definir como la erradicaci¨®n del terror, la consolidaci¨®n de la libertad para todos los vascos y, en tercer lugar, la apertura de un debate sobre el encaje institucional del Pa¨ªs Vasco, si as¨ª lo propone en aquel momento una parte sustancial de los vascos.
La primera etapa significa, naturalmente, que ETA desaparezca. En tanto ETA no deje de existir, el Pa¨ªs Vasco se mueve en una situaci¨®n predemocr¨¢tica, sin posibilidad de una soluci¨®n justa en ning¨²n terreno. Debido a que la mitad de la poblaci¨®n vasca se encuentra amenazada por el terror impuesto por la banda armada, ha terminado por callarse a la fuerza, por vivir pasivamente amordazada. Y cuando los representantes pol¨ªticos de esa mitad de la poblaci¨®n han de protegerse diariamente contra un eventual atentado o asesinato, no existen las m¨ªnimas reglas de juego justo para alcanzar acuerdo alguno con nadie.
En esa situaci¨®n de desventaja extrema para una parte importante de la poblaci¨®n vasca, proponer, como propone el nacionalismo vasco, nuevos acuerdos institucionales para Euskadi es un gran error. Deber¨ªan saber los nacionalistas vascos, y probablemente ya lo saben, que su propuesta no va a alcanzar el reconocimiento, el apoyo o la comprensi¨®n de ning¨²n organismo internacional que se atenga a las reglas y a la cultura del sistema democr¨¢tico.
Pero no se trata s¨®lo de un error pol¨ªtico. Es, adem¨¢s, un enorme error moral, porque se produce al abrigo del terror y del chantaje a la mitad de la poblaci¨®n vasca.
Cuando esta etapa de erradicaci¨®n del terror se haya cumplido, deber¨ªa pasarse a un periodo que no se podr¨¢ medir en meses, sino en bastantes a?os, de ejercicio real y efectivo de la libertad por todos los vascos. Sin la amenaza diaria del terror, los vascos no nacionalistas podr¨¢n poco a poco recuperar la autonom¨ªa individual, psicol¨®gica y pol¨ªtica que les ha sido reprimida durante todo el periodo democr¨¢tico, lo que equivale a decir desde siempre. Podr¨¢n ir olvidando su miedo y su silencio forzado y, sobre todo, podr¨¢n reconstruir (si alguna vez les fue permitida) la capacidad efectiva de articulaci¨®n de sus propias propuestas respecto al futuro del Pa¨ªs Vasco.
Y s¨®lo en esa situaci¨®n todos los vascos estar¨¢n en condiciones de igualdad para discutir, entre ellos y con las instituciones constitucionales, un eventual nuevo ensamblaje de Euskadi, un eventual nuevo acuerdo de convivencia de todos los vascos y con el resto de los espa?oles.
Y si ese eventual acuerdo supone un nuevo encaje institucional de Euskadi fuera de los l¨ªmites de la Constituci¨®n Espa?ola, habr¨¢ de ser refrendado por todos los espa?oles, cuya soberan¨ªa se extiende, porque as¨ª lo hemos decidido, a todo el territorio espa?ol.
Estas tres etapas forman un proceso que s¨®lo al final garantiza a todos los vascos la posibilidad de hablar y entenderse en libertad y en pie de igualdad. Por ello, ni pueden solaparse, ni pueden mezclarse, ni pueden obviarse. Si una etapa no viene detr¨¢s de la culminaci¨®n de la anterior, el proceso autom¨¢ticamente se pervertir¨¢ y dejar¨¢ a los vascos no nacionalistas en desventaja completa frente a los vascos nacionalistas. Debatir ahora estas cuestiones, sin los requisitos previos de paz y de libertad, escora cualquier visi¨®n del futuro de Euskadi hacia las aspiraciones nacionalistas, porque el fondo del escenario est¨¢ pintado por las tintas sombr¨ªas y omnipresentes del r¨¦gimen de terror impuesto por ETA.
Pues bien, ?es tan descabellado pensar en un di¨¢logo entre fuerzas constitucionales y nacionalistas cuyo contenido sea acordar un plan para abordar y culminar todos unidos las tres etapas secuenciales m¨¢s arriba propuestas?
Por supuesto que esta sugerencia abre, y por ello concede, la posibilidad de un nuevo acuerdo institucional futuro, sin l¨ªmites previamente fijados. Pero no hay que negarse a incluir la apertura eventual de ese debate a condici¨®n de que, cuando exista ese futuro de paz y libertad, as¨ª lo solicite una parte importante del pueblo vasco. Lo que hay que mantener desde la firmeza democr¨¢tica es que hoy no existe ninguna posibilidad de abordar ese tema sin que se hayan cumplido las etapas previas.
Pienso que el car¨¢cter inevitablemente secuencial de las etapas a cumplir les confiere una naturaleza muy clarificadora: exhortar p¨²blicamente a los nacionalistas a que, si quieren plantear en el futuro un acuerdo nuevo, colaboren a que existan las condiciones democr¨¢ticas para que pueda ser abordado en pie de igualdad por todos los vascos. Por ello, interesa a las fuerzas constitucionalistas. Y por el callej¨®n sin salida al que conduce la situaci¨®n actual, del cual sin duda debe de ser consciente, tambi¨¦n le interesa al nacionalismo vasco, y si me apuran, al resto de las fuerzas nacionalistas democr¨¢ticas y parlamentarias del resto de Espa?a.
En el fondo, lo que aqu¨ª se propone no es inocente ni ingenuo. Parte de la persuasi¨®n de que lo mejor para evitar el choque de trenes no es plantarse en la v¨ªa, ni mucho menos jugar a acelerar un tren ya desbocado. Y parte, sobre todo, del firme convencimiento de que lo ¨²nico que podr¨¢ tener efecto sobre la voluntad de unos vascos es la voluntad de los otros vascos, cuando real y efectivamente tengan libertad.
Manuel Escudero es profesor de Macroeconom¨ªa y de An¨¢lisis Pol¨ªtico Internacional en el Instituto de Empresa
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