Hamlet, en el caf¨¦ bar Venecia
Digamos algo sobre el coraz¨®n. El de Suso de Toro es el de un resistente con humor. Entre el s¨ªstole y el di¨¢stole, puede escucharse la campana de la Berenguela remontando una de las dos m¨¢s importantes escaleras de Santiago, la que separa la Quintana dos Mortos de la de los Vivos. La otra escalera, la de caracol de triple desarrollo, en Bonaval, de Domingo de Andrade, que no termina nunca, tambi¨¦n tiene mucho que ver con la escritura y el coraz¨®n de Suso de Toro. Un coraz¨®n independiente que, como al del fado de Estranha forma de vida, le gusta vivir perdido entre la gente. En la danza de las palabras, en su b¨²squeda angustiosa de sentido. Sin miedo al qu¨¦ dir¨¢n.
En C¨®mo estar solo, un joven autor estelar de la literatura norteamericana, Jonathan Franzen, reflexiona de forma muy inteligente sobre los dilemas que torturan al escritor en su relaci¨®n con el mundo real, con la sociedad. Suso de Toro encontr¨® de forma precoz e inconsciente su Aleph, una posici¨®n universal de la mirada, y se vacun¨® contra algunas de esas neurosis, en el caf¨¦ bar Venecia. El bar de sus padres. Antes, la taberna O'Ma?oso. ?l era o fillo do taberneiro. Era el mundo el que desfilaba, el que entraba, el que representaba. All¨ª, sin saberlo, los jugadores de domin¨® eran reyes que mov¨ªan las fichas de una batalla. All¨ª un Hamlet, pr¨ªncipe de aldea, acodado en la barra, murmuraba su mon¨®logo entre tragos. Llegar¨ªa a ser profesor de Literatura, pero fue all¨ª, en el Venecia, y en las ciudades invisibles de Santiago, esa extraordinaria redoma, donde desarroll¨® la escuela de los sentidos y el derecho a imaginar. Adem¨¢s del Venecia, y del lenguaje procaz de las g¨¢rgolas de Compostela, podr¨ªamos hablar, por ejemplo, de Faulkner o de Joyce. En una de sus bases, la escalera de Suso de Toro arranca de esa tradici¨®n culta y experimental del siglo XX. A ¨¦l, adem¨¢s de experimentar, le apasiona subir pelda?os, contar historias. Trece badaladas naci¨® de un gui¨®n de cine.
Uno de los personajes de Torrente Ballester era un anarquista que quer¨ªa reventar la cripta de una Compostela vista como una Composp¨¦trea. Cuando Suso se encripta, hace hablar a las piedras. ?sa es su dinamita. Desentierra los mitos y enfrenta al ser contempor¨¢neo con los espejos rotos, en una especie de realismo tr¨¢gico que templa la iron¨ªa, ese diafragma sutil que mantiene a flote toda la obra de Suso de Toro. Que es ya una prodigiosa caravana, iniciada hace dos d¨¦cadas con Caix¨®n de Sastre y Polaroid, todav¨ªa no publicadas en castellano. La pasi¨®n de contar descuella tambi¨¦n en una obra aparecida en colecci¨®n juvenil, A Sombra Cazadora.
El coraz¨®n independiente es un coraz¨®n valeroso, inconformista. La sombra cazadora del fraguismo en Galicia ha tratado de silenciarlo. Ayer mismo, Suso de Toro correg¨ªa las galeradas de una obra ensay¨ªstica titulada Espa?oles todos, en la que cr¨ªtica el casticismo de Aznar, pero tambi¨¦n otros cerrilismos. Autor reciente de Nunca M¨¢is (Galicia a la intemperie), le puede la emoci¨®n al hablar de ese movimiento solidario que conjur¨® la cat¨¢strofe del Prestige: "?Yo soy del pa¨ªs de Nunca M¨¢is!". En la tradici¨®n gallega, los buscadores de tesoros persiguen una viga de oro aunque lo que suelen encontrar es una viga de alquitr¨¢n. Suso de Toro escribe con pan de oro, con el alquitr¨¢n pegado a la suela de los zapatos.
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