Negado para el matiz
?Debemos analizar las causas que originan fen¨®menos como el del terrorismo o hemos de atender ¨²nicamente a los efectos que provoca? Como es sabido, en los ¨²ltimos tiempos el presidente del Gobierno se ha declarado decidido partidario de atender exclusivamente a los segundos, desentendi¨¦ndose por completo de las primeras. Para que nadie piense que caricaturizo el argumento para mejor poder ensa?arme con ¨¦l, me apresuro a a?adir que Aznar ha dado una apariencia en principio convincente a sus tesis a base de identificar causas con motivos o, m¨¢s precisamente, con los pretextos o excusas que los individuos acostumbran a alegar para intentar justificar una conducta manifiestamente condenable. Es claro que, as¨ª planteada la cosa, es dif¨ªcil no estar de acuerdo con nuestro gobernante. A nadie con dos dedos de frente se le ocurrir¨ªa enredarse a discutir con el fan¨¢tico que, pongamos como ejemplo, apela a Dios o a Al¨¢ como coartada de su atrocidad.
Pero, con independencia de la forma en que los individuos tematicen su propia actividad (y nada garantiza que hablar en primera persona coloque por principio a quien lo hace m¨¢s cerca de la verdad: en muchas ocasiones es precisamente el hecho de ser parte interesada en un asunto lo que descalifica al hablante), lo cierto es que cualquier acontecimiento humano responde tambi¨¦n a causas, constataci¨®n cuyo olvido o descuido puede dar lugar a consecuencias nada despreciables. Por lo pronto, la teor¨ªa de Aznar no deja lugar para todos aquellos planteamientos que priman (en cualquier ¨¢mbito, y no s¨®lo en el del terrorismo, claro est¨¢, s¨®lo que ah¨ª la cosa resulta especialmente grave) las pol¨ªticas preventivas. Actuar de forma preventiva, a fin de cuentas, no es otra cosa que tratar de intervenir sobre las causas, esto es, mirar de poner los medios para que ¨¦stas no desarrollen determinados efectos. Esto mismo podr¨ªa formularse de una manera ciertamente m¨¢s dura, pero no por ello menos cierta, afirmando que obviar las causas es un procedimiento como otro cualquiera de intentar justificar una pol¨ªtica de hechos consumados, en la que se procede a un r¨ªgido corte temporal que deja fuera de cualquier consideraci¨®n lo que hab¨ªa antes de los hechos en cuesti¨®n para concentrarse en lo sucedido a partir de entonces ("lo ¨²nico que importa", como se suele decir con aparente realismo).
Que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar tiene una acreditada tendencia a la simplificaci¨®n es cosa sabida, pero hay que decir que en este caso la tozudez de lo real juega en contrade ¨¦l. No s¨®lo es que en general haya causas: es que siempre hay una diversidad -que en alg¨²n caso es multiplicidad- de causas que confluyen en la generaci¨®n de un mismo efecto, sea ¨¦ste cual sea. Dicho rasgo del mundo provoca, como es evidente, que el an¨¢lisis de cualquier acontecimiento humano tienda a resultar extraordinariamente complicado. Ah¨ª es nada intentar dilucidar con car¨¢cter retroactivo, de entre la variedad de elementos que estaban en el origen de una situaci¨®n, aquellos que determinaron el signo m¨¢s importante de lo que termin¨®
por ocurrir. Si no, ?c¨®mo explicar que, sin ir m¨¢s lejos, los males del presente en este pa¨ªs sean atribuidos, seg¨²n la opci¨®n pol¨ªtica del que plantea la cr¨ªtica, a tan diversos factores (paraunos todo se deriva de haber optado por la reforma en vez de por la ruptura, para otros es consecuencia de no haber hecho un refer¨¦ndum sobre la forma de Estado, para terceros se sigue de no haber depurado los cuerpos represivos, aunque tambi¨¦n los hay que lo cifran todo en haber votado ciertos estatutos y una determinada Constituci¨®n, etc¨¦tera), factores, dicho sea de paso, efectivamente existentes y operantes. Pero la complejidad de lo real no es un argumento suficiente para renunciar a su conocimiento, excepto para los perezosos o menos dotados intelectualmente. Antes bien al contrario: constituye el punto de partida insoslayable -al tiempo que su mayor aliciente- para quienes aspiran a entender lo que ocurre. Aunque, para desgracia de todos, nada impide no entenderlo y continuar gobernando.
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa en la Universidad de Barcelona.
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