M¨¢gicos
Inici¨® el Palau su temporada con una sesi¨®n bien atractiva: La Flauta M¨¢gica (en versi¨®n de concierto) y La Petite Bande. Este grupo, dirigido por Sigiswald Kuijken, dej¨® en Valencia hace dos a?os un excelente recuerdo, e hizo m¨¢s por los presupuestos historicistas que todo el vocer¨ªo y los anatemas de sus m¨¢s conspicuos militantes.
Ni qu¨¦ decir tiene que la Petite Bande utiliz¨® instrumentos originales para darle a Mozart el envoltorio luminoso y ligero que tanto le conviene. Pero no le hurtaron -sus m¨²sicos sabr¨¢n cu¨¢nto les cuesta- la justeza en la afinaci¨®n y, sobre todo, el vigor en el fraseo. La Flauta M¨¢gica de estos belgas no qued¨® anclada en el XVIII para responder a trasnochadas fidelidades, sino que salt¨® limpiamente al siglo XXI y nos peg¨® una buena sacudida con cargas de delicadeza, expresi¨®n y fantas¨ªa. En su visita anterior, Haydn les sirvi¨® de base para hacer lo mismo. Kuijken no seduce por el rigor con respecto al pasado -aunque lo tenga-, sino por la capacidad para convertirlo en presente, por la inteligencia para hacer atractivo el legado dieciochesco y por la gracia para vender un sonido transparente en una ¨¦poca tan opaca como la nuestra.
La Flauta M¨¢gica (versi¨®n de concierto)
De Mozart . Solistas: Christoph Genz, Suzie LeBlanc, Heidi Wolf, Cornelius Hauptmann, Stephan Genz, Philip Defrancq, Marie Kuijken. La Petite Bande. Director: Sigiswald Kuijken. Palau de la M¨²sica. Valencia, 13 de octubre de 2003.
A diferencia del grupo instrumental, que se sit¨²a, sin duda, en un lugar muy alto del actual panorama interpretativo, los cantantes no eran primeros espadas. Y es que, en el mercado de la m¨²sica cl¨¢sica, las voces de m¨¢s post¨ªn colaboran bastante poco con las formaciones especializadas en m¨²sica antigua. Cabe preguntarse lo que pierde todo el mundo con ello: el p¨²blico, desde luego. Los directores que tratan de renovar el campo oper¨ªstico, tambi¨¦n. Y pierden asimismo los propios cantantes, quienes, por ejemplo, con La Petite Bande, tendr¨ªan un acompa?amiento de ensue?o. En cualquier caso, y aun sin contar con estrellas vocales, se consiguieron unos m¨ªnimos (?m¨ªnimos?) estimulantes: frescura, capacidad teatral (incluso sin escenograf¨ªa), enfoque correcto del canto mozartiano, delicadeza y expresividad. Algunos de los cantantes vinieron tambi¨¦n, junto al grupo belga, en el 2001, y se ha percibido en ellos una evoluci¨®n positiva. No pueden negarse, sin embargo, ciertas deficiencias. La Reina de la Noche, por ejemplo, no cumpli¨® esa dif¨ªcil confluencia entre la ligereza de la coloratura y el tono dram¨¢tico del personaje. Sarastro fue convincente esc¨¦nicamente, pero ten¨ªa problemas para bajar a las profundidades que Mozart dise?¨® para ¨¦l. Y a Monostatos se le escuchaba con dificultad, a pesar de no luchar con una orquesta convencional.
Con todo, el oficio mozartiano se revel¨® como denominador com¨²n, tambi¨¦n en lo vocal. Fue ese un punto important¨ªsimo de confluencia entre director, instrumentistas y cantantes. Y es partiendo de esa confluencia en la visi¨®n cuando los resultados resultan m¨¢s satisfactorios. Satisfactorios y casi m¨¢gicos, como haciendo honor al t¨ªtulo que vinieron a representar.
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