Un dios compasivo
En un principio fue el deseo. El fuego que lo aviva, el fuego que es deseo. En uno de los principios, porque pudo haber varios, pudo haber muchos. Pudo iniciarse el universo con un grito, con una palabra, pudo ser el caos o la nada, pudo ser el hambre. En el Rig Veda, se inici¨® con un acto fallido: la violaci¨®n, por parte del Padre Cielo (Dyaus), Prajapati (el padre: pati, de las criaturas: praja -t¨¦rmino del que deriva J¨²piter y, por combinaci¨®n, Dios Padre-) de su hija, la primera Aurora. Al verlo, Rudra, el Furioso, apunt¨® a Prajapati y le dispar¨®; aunque la flecha no le hiriese, el Padre se asust¨® y al retirarse precipitadamente la semilla se derram¨® sobre la tierra. En el Veda, Siva es Rudra, el arquero, el vengador que dirige su ira contra quien rompe la unidad indiferenciada del comienzo. M¨¢s tarde, Siva ser¨¢ el gran yogui, el asceta que neg¨¢ndose a cumplir el mandato de Brahma de crear seres que habr¨ªan de padecer y morir, se mortifica durante eones reteniendo su poder seminal y apagando su fuego en las aguas. Por eso su signo es un falo (linga) erecto dirigido hacia arriba, invirtiendo el camino de la simiente. A la vez salvaje y auspicioso, terrible y compasivo, Siva cuida la unidad primordial; devuelve los seres a su origen. Al antropomorfizarse iconogr¨¢ficamente los principios c¨®smicos, en siglos posteriores, la fuerza del dios (su sakti) adoptar¨ªa las distintas figuras de la Diosa. El di¨¢logo entre Siva y su Sakti ser¨ªa el tema de las escrituras t¨¢ntricas.
LA PRESENCIA DE SIVA
Stella Kramrisch
Traducci¨®n de Mar¨ªa Tabuyo y Agust¨ªn L¨®pez
Siruela. Madrid, 2003
484 p¨¢ginas. 39,50 euros
El siva¨ªsmo es, sin duda, en la actualidad, una de las formas de espiritualidad m¨¢s vivas en la India y, no obstante, tambi¨¦n la m¨¢s desconocida en Occidente. Eclipsado en gran medida por el vedanta, cuyos textos han gozado de mayor difusi¨®n tanto por su car¨¢cter ortodoxo como por su parentesco con las doctrinas gn¨®sticas y neoplat¨®nicas, lo que de esta rama del hinduismo nos ha llegado ha sido generalmente malinterpretado. Siva, sin embargo, es el dios al que m¨¢s templos (en algunos casos, ciudades enteras, como es el caso de Benar¨¦s) est¨¢n dedicados. Muy por encima de los otros dos grandes dioses que forman la tr¨ªada: Brahma, el creador, y Visnu, el conservador, Siva comparte su popularidad con la de la Gran Diosa en sus diversas formas y es reverenciado en sus representaciones ic¨®nicas y anic¨®nicas (el linga) tanto en el norte como en el sur de la India. Si bien fue en la ¨¦poca pur¨¢nica, entre los siglos IV y V despu¨¦s de Cristo, cuando se desarroll¨® el siva¨ªsmo como culto popular, la antig¨¹edad del dios se remonta probablemente al periodo de Mohenjo-Daro, en el tercer milenio antes de Cristo.
La presencia de Siva fue con-
siderado un cl¨¢sico en los a?os ochenta. Stella Kramrisch (1898- 1981), especialista en arte indio, quiso rastrear la presencia del dios en los textos desde sus or¨ªgenes m¨ªticos hasta sus posteriores derivaciones. Una labor ardua dado que las fuentes son diversas y a menudo contradictorias. Persisti¨®, no obstante, en el empe?o con voluntad de trazar una historia, la que resultar¨ªa de las m¨²ltiples versiones entretejidas en los textos, desde su aparici¨®n en las escrituras m¨¢s antiguas (Vedas, Brahmanas y ciertas Upanisads como la Svetasvatara, anterior al Bhagavad Gita) hasta su configuraci¨®n teom¨®rfica en los Puranas. La presencia de Siva narra, de forma amena, la historia del dios (la historia escrita, pues su origen prev¨¦dico est¨¢ a¨²n por investigar) haciendo comprensivos su culto, su iconograf¨ªa y su doctrina. De no ser por la falta de cronolog¨ªa expl¨ªcita de los textos, podr¨ªa considerarse como un ejemplo de genealog¨ªa de las religiones. Un tipo de rastreo que no estar¨ªa de m¨¢s que se hiciera con cada una de las doctrinas y religiones que siguen unificando pueblos y diferenciando naciones. El libro de Kramrisch, profuso en descripciones repetitivas, alcanza a recordarnos, ensay¨ªsticamente, la forma reiterativa de los himnos sagrados. Una escritura envolvente que termina d¨¢ndole al lector la impresi¨®n de que, al igual que en la cosmolog¨ªa que describe, el principio est¨¢ no s¨®lo contenido en el fin sino sostenido en cada uno de los hitos de su desarrollo.
La trama, pues, est¨¢ desplegada. Ahora, nos queda ir a la urdimbre: a las fuentes. Por desgracia no ser¨¢ en castellano, no a¨²n, pues salvo alguna Upanisad, los textos siva¨ªstas m¨¢s importantes no est¨¢n traducidos. Desde el punto de vista filos¨®fico, una de las escuelas indias de m¨¢s hondo calado metaf¨ªsico ha sido la del siva¨ªsmo de Cachemira, que tuvo su apogeo con la figura de Abhinavagupta; ninguno de los textos de ese important¨ªsimo autor han sido objeto de atenci¨®n en Espa?a. Tampoco lo ha sido el siva¨ªsmo, en general (menci¨®n aparte merece la peque?a monograf¨ªa de R. Fern¨¢ndez G¨®mez: El siva¨ªsmo, en Ediciones del Orto, y la traducci¨®n de la edici¨®n inglesa de J. Singh de los Siva-Sutras, una curiosa iniciativa de la Fundaci¨®n Genesian).
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