P¨¢nico homosexual
En psiquiatr¨ªa, el t¨¦rmino p¨¢nico homosexual se aplica a una perturbaci¨®n grave pero transitoria del equilibrio mental de los adultos, caracterizada por pavor, sin motivo real, a ser acosado y dominado por alguien del mismo sexo. La lista de s¨ªntomas incluye ansiedad, agitaci¨®n, alucinaciones, fantas¨ªas persecutorias y comportamientos violentos. Este estado de terror a la homosexualidad tiende a afligir a personas de car¨¢cter suspicaz, que se sienten inseguras de su identidad sexual y han eludido a lo largo de su vida situaciones de intimidad f¨ªsica. El tratamiento de estos enfermos consiste en internamiento y sedaci¨®n con tranquilizantes para aliviarles la angustia, devolverles el contacto con la realidad y calmar sus impulsos agresivos.
Aunque los diagn¨®sticos psiqui¨¢tricos se hacen sobre individuos concretos, despu¨¦s de seguir los acontecimientos de los ¨²ltimos meses no puedo remediar pensar que ciertos sectores pol¨ªticos y religiosos de la sociedad occidental est¨¢n afligidos por una especie de brote de p¨¢nico homosexual colectivo.
En Estados Unidos, el primer signo de este mal se hizo evidente el pasado mes de junio cuando, en respuesta a la decisi¨®n del Tribunal Supremo de abolir la ley del Estado de Tejas que prohib¨ªa las relaciones sexuales privadas entre parejas del mismo sexo, se produjo una inmensa ola de miedo y consternaci¨®n entre los l¨ªderes conservadores del pa¨ªs. Inmediatamente, un ej¨¦rcito de espantados legisladores y gobernantes, incluido el presidente George W. Bush, parapetados tras principios morales y religiosos, anunciaron su intenci¨®n de a?adir una enmienda a la Constituci¨®n para asegurarse de que el concepto legal de matrimonio s¨®lo sea aplicable a las uniones entre hombre y mujer.
A los pocos d¨ªas de esta declaraci¨®n, el Vaticano hizo p¨²blico un manifiesto de 12 p¨¢ginas lanzando una dur¨ªsima condena de la homosexualidad, como una pr¨¢ctica "que va en contra de la ley moral natural" y recordando a los pol¨ªticos cat¨®licos su obligaci¨®n de oponerse a cualquier propuesta de estatuto que trate de normalizar las uniones entre estos pervertidos. En m¨²ltiples lenguas, el documento aleccionaba con firmeza que la incapacidad de procrear de las parejas gays viola el don m¨¢s importante que Dios ha otorgado al matrimonio, por lo que apoyar leyes tan da?inas del bien com¨²n constituye un acto "gravemente inmoral". La proclama tambi¨¦n afirmaba contundentemente que permitir a parejas homosexuales adoptar ni?os "significa aprobar la violencia contra estos ni?os".
Los niveles de aprensi¨®n e intranquilidad se incrementaron en el mes de agosto, cuando los representantes de la Iglesia episcopaliana estadounidense -una rama de la comuni¨®n anglicana mundial- no s¨®lo acordaron consentir que sus cl¨¦rigos bendigan las uniones de parejas del mismo sexo, sino que ratificaron la ordenaci¨®n del reverendo Canon V. G. Robinson, un hombre abiertamente gay, como obispo del Estado de Nuevo Hampshire. Ante la inquietante amenaza homosexual que representaban estos eventos pioneros, el 4 de octubre, el papa Juan Pablo II advirti¨® en persona, en el Vaticano, al arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, cabeza espiritual de unos 80 millones de creyentes anglicanos, que la aceptaci¨®n de uniones entre homosexuales y la ordenaci¨®n de sacerdotes gays levantaban muy serias barreras en las relaciones entre las dos iglesias cristianas, ya tensas desde hace a?os cuando la jerarqu¨ªa anglicana decidi¨® permitir que la mujeres recibieran las ¨®rdenes sagradas.
En mi opini¨®n, el p¨¢nico homosexual que conmociona en la actualidad a estos colectivos pol¨ªticos y religiosos no refleja, afortunadamente, el estado de ¨¢nimo de la gran mayor¨ªa de los ciudadanos. Por otra parte, su homofobia se alimenta de ignorancia y fanatismo. Me explico.
La realidad es que pese a la discriminaci¨®n que ha sufrido y a¨²n sufre la comunidad homosexual, en los ¨²ltimos a?os hemos sido testigos de un definitivo e irreversible cambio cultural en Occidente. Hoy, personajes homosexuales son representados diariamente en series de televisi¨®n de gran audiencia, y no pocos gays y lesbianas de carne y hueso son respetados, admirados y hasta elegidos para cargos p¨²blicos. La mayor¨ªa de las personas conoce a alguien que es homosexual, acepta las relaciones del mismo sexo y apoya la igualdad de derechos. En casi todas las naciones europeas y en Canad¨¢ se reconocen legalmente las uniones homosexuales, y en Suecia, Islandia, Dinamarca y Holanda estas parejas pueden incluso adoptar ni?os. En Estados Unidos, m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n es partidaria de la legalizaci¨®n de estas relaciones, y diarios de prestigio, como The New York Times, incluyen en sus p¨¢ginas de sociedad los enlaces de personas del mismo sexo. Aunque las leyes federales de este pa¨ªs no contemplan el matrimonio homosexual, en varios Estados estas uniones gozan ya de respaldo legal.
La causa exacta de la homosexualidad a¨²n no se conoce. Cada d¨ªa, sin embargo, m¨¢s estudios cient¨ªficos corroboran la noci¨®n de que se trata de una variaci¨®n innata de los mecanismos biol¨®gicos y psicol¨®gicos que modulan la atracci¨®n rom¨¢ntica entre personas adultas, por lo que est¨¢ fuera del control del individuo. En concreto, la orientaci¨®n sexual parece configurarse en el cerebro del feto durante la gestaci¨®n, mediante los efectos de las hormonas sexuales, andr¨®genos y estr¨®genos.
Algo que s¨ª sabemos con certeza es que la homosexualidad no es una enfermedad, no se contagia, no es un vicio, no es la consecuencia de tendencias antisociales, ni la secuela de padres ineptos o de una infancia traum¨¢tica. Tampoco est¨¢ re?ida con las virtudes m¨¢s valiosas, incluyendo el respeto por la dignidad del ser humano, la capacidad de amar, la lealtad, la honestidad, la valent¨ªa, la espiritualidad, el altruismo y la creatividad.
Es obvio que los hombres y las mujeres homosexuales no han entorpecido en absoluto la continuidad de nuestra especie. Por el contrario, a pesar de no sumar m¨¢s de un 4% de la poblaci¨®n, son numerosos los genios gays de las artes y las ciencias que han contribuido y contribuyen a la evoluci¨®n y mejora del g¨¦nero humano.
El horror fan¨¢tico a la normalizaci¨®n social de la comunidad homosexual implica la devaluaci¨®n irracional y cruel de estos hombres y mujeres como seres humanos. La demonizaci¨®n de los homosexuales satisface, adem¨¢s, la necesidad compulsiva y nefasta de dividir tajantemente a nuestros compa?eros de vida en "buenos" y "malos". En este sentido, pienso que mezclar a Dios en el debate de las relaciones homosexuales es un gran error. La homosexualidad no es una cuesti¨®n religiosa, ni tampoco moral, sino un desaf¨ªo social, pol¨ªtico, legal y, sobre todo, un reto a nuestra raz¨®n y a nuestra humanidad.
Conf¨ªo en que este ataque reciente de p¨¢nico homosexual que trastorna y abruma a ciertos colectivos ser¨¢ pasajero. Sospecho que, con el tiempo, adquirir¨¢n conciencia de su ofuscaci¨®n y recobrar¨¢n la calma y el juicio. Contamos con un dato reconfortante: si ojeamos el argumento de nuestra historia veremos que las corrientes fan¨¢ticas van y vienen, pero a la larga los cambios justos perduran.
Luis Rojas Marcos es profesor de Psiquiatr¨ªa de la Universidad de Nueva York.
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