El CCCB revisa las construcciones imaginarias en la historia del arte
La muestra re¨²ne desde frescos pompeyanos a recientes instalaciones
Irreales, desmesuradas, imposibles o desconcertantes. As¨ª son la mayor¨ªa de las arquitecturas que pueblan las cerca de 80 obras de arte de todas las ¨¦pocas, desde frescos pompeyanos a rupturistas instalaciones contempor¨¢neas, que integran La ciudad que nunca existi¨®. Arquitecturas imaginarias en el arte occidental, que desde hoy y hasta el 1 de febrero de 2004 se presenta en el Centro de Cultura Contempor¨¢nea de Barcelona (CCCB).
"En el fondo, es una exposici¨®n que reflexiona sobre los l¨ªmites de la ciudad", indic¨® Josep Ramoneda, director del CCCB, centro que coproduce la muestra junto al Museo de Bellas Artes de Bilbao, en donde se presentar¨¢ entre febrero y mayo de 2004. La ciudad que nunca existi¨® no trata de utop¨ªas arquitect¨®nicas, sino que entra de lleno en el campo de la fantas¨ªa, de la arquitectura imaginada, pero casi nunca habitada o habitable. Las personas son an¨¦cdotas, meros figurantes en unos espacios que les superan y desbordan y en los que "la intemperie y lo temperado se mezclan y se confunden", seg¨²n se?ala el comisario de la exposici¨®n, Pedro Azara, responsable de esta serie de exposiciones dedicada al imaginario arquitect¨®nico, que se inici¨® en 1997 con Casas del alma y continu¨® en 2000 con La fundaci¨®n de la ciudad.
En esta ocasi¨®n, la tesis de la exposici¨®n es m¨¢s compleja. Originalmente, explic¨® Azara, se trataba de explorar el subg¨¦nero pict¨®rico del capricho arquitect¨®nico, que surgi¨® a finales del siglo XV como reacci¨®n al hallazgo arqueol¨®gico de las pinturas de la Domus Aurea de Ner¨®n. Posteriormente, el gui¨®n de la muestra evolucion¨® hasta desembocar en esta reflexi¨®n m¨¢s amplia sobre la arquitectura imaginada en el arte como manera de reflejar a su vez la fragilidad del espacio real en el que vivimos.
La exposici¨®n, que cuenta con un montaje escenogr¨¢fico dominado por la oscuridad y el juego de luces, combina constantemente en sus siete apartados obras muy dispares en el tiempo y en la est¨¦tica. Por ejemplo, en el primer ¨¢mbito dedicado a las Arquitecturas de otros mundos pueden encontrarse varios frescos pompeyanos del siglo I despu¨¦s de Cristo, procedentes del Museo Arqueol¨®gico de N¨¢poles, junto a dos de las grandes ciudades escult¨®ricas de Miguel Navarro y pinturas de De Chirico, Klee o L¨¦ger. En el pen¨²ltimo, Arquitecturas de la desmesura, comparten espacio pinturas de Bernardo Belloto o Marco Ricci junto a un impresionante v¨ªdeo que recorre lentamente un rascacielos en construcci¨®n que se proyecta al rev¨¦s, de Catherine Yass. La mezcla es constante y as¨ª, junto a cuadros de Paul Delvaux pueden verse pinturas de Victor Hugo; en la misma pared que cuelgan cuadros de Francisco Guti¨¦rrez hay fotograf¨ªas de Perejaume y Cristina Iglesias; la mirada abarca a un tiempo un espectacular cuadro de Karl Friedrich Schinkel -Iglesia g¨®tica sobre una roca al lado del mar- y una fotograf¨ªa de una playa de C¨¢diz de Parick Shanahan, y tras pasar la vista por los puentes majestuosos que pinta Hubert Robert se pasa a un desorientador habit¨¢culo lleno de humo de Ann Veronica Janssens.
Autores muy conocidos comparten protagonismo con otros que la historia ha relegado al olvido y que, precisamente, la exposici¨®n quiere reivindicar. "Muchas de estas obras suelen estar en los almacenes o en los pasillos y es habitual que su autor¨ªa sea dudosa", indica Azara, para quien "la verdadera historia del arte es la de las obras perdidas y sepultadas en el olvido".
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