Suiza se atraganta con la inmigraci¨®n
El ascenso de la ultraderecha refleja el miedo de un pa¨ªs, tierra de acogida, con un 21% de inmigrantes
Cr¨¦min es un pueblecito de 52 habitantes de la Suiza franc¨®fona que ha saltado a la fama por ser el lugar donde mayor porcentaje de votos, 12 sobre 14 con 26 abstenciones, ha recogido la formaci¨®n ultraderechista UDC/SVP, cuya victoria en las elecciones del pasado fin de semana ha revolucionado el mapa pol¨ªtico. A Jean Fran?ois Krummen, agricultor de 41 a?os, le cuesta confesar que vot¨® al SVP. No quiere que Cr¨¦min, situado en un paisaje id¨ªlico, aparezca en los mapas como el pueblo racista. Pero, a lo largo de la conversaci¨®n, dice: "El problema con los extranjeros no es con los italianos o con los espa?oles. Son los negros. No estamos de acuerdo en pagar impuestos para que esta gente venga aqu¨ª". "El SVP proclama en voz alta lo que muchos pensamos en voz baja", afirma otro vecino del pueblo.
"Aqu¨ª siempre hay un cabeza de turco", dice un espa?ol con 32 a?os de residencia en Suiza
La votaci¨®n de Cr¨¦min refleja los miedos y los prejuicios racistas de una parte de la poblaci¨®n que ha convertido al SVP (Partido del Pueblo Suizo), con un 26,6% de los votos, en la primera formaci¨®n pol¨ªtica helv¨¦tica y que ha puesto en peligro el equilibrio de fuerzas con el que se gobierna Suiza desde 1959. Pero, si hay algo complejo en este pa¨ªs, donde los extranjeros representan el 21% de los siete millones de habitantes, es la inmigraci¨®n.
La Bourdonette, un barrio de Lausana en el que viven 1.800 personas de 45 nacionalidades diferentes, representa la otra cara de la moneda. En su centro social es posible ver a un bosnio, a un malgache, a un peruano, a un italiano y a un albanokosovar compartir tranquilamente un caf¨¦ con su animadora social, suiza de pura cepa. "No creo que Suiza sea un pa¨ªs m¨¢s racista que otros de su entorno", afirma Sandrine Pache, de 38 a?os, la trabajadora social. Los j¨®venes lo confirman. "Yo, desde luego, nunca he tenido problemas", dice Mihret, de 16 a?os, que vino desde Bosnia hace nueve a?os con su familia. Stephane, un fontanero italiano de 26 a?os, agrega: "Es posible que se planteen recortes sociales y eso ser¨ªa grave". Andr¨¦s, peruano de 28 a?os, dice: "En Suiza hay mucha mezcla".
Juan Parra, un espa?ol de 49 a?os que vino a Suiza desde Almer¨ªa con 17, lo dice con otras palabras en un bar donde se re¨²ne la colonia espa?ola de Lausana: "Me gustar¨ªa saber qu¨¦ se dir¨ªa en Espa?a si un 20% de la poblaci¨®n fuese extranjera. Aqu¨ª siempre hay un cabeza de turco, primero les toc¨® a los italianos, luego a nosotros. Ahora somos los buenos y los demandantes de asilo los malos". "Siempre ha sido muy duro para los ¨²ltimos en llegar", se?ala Macario Le¨®n, manchego de 58 a?os de los que ha pasado 40 en Lausana y autor de una voluminosa Gu¨ªa del mundo hisp¨¢nico en Suiza.
Por tradici¨®n, por historia y por poblaci¨®n, Suiza es un pa¨ªs de acogida, lleno de inmigrantes. Pero tambi¨¦n, de forma peri¨®dica desde los a?os sesenta, saltan los plomos y se encienden las alarmas de xenofobia. Es uno de los pa¨ªses del mundo que m¨¢s demandas de asilo recibe por habitante (26.125 en 2002, un 26,6% m¨¢s que en 2001), que reciben una ayuda del Estado de cinco francos suizos diarios (1 euro = 1,5 francos suizos). En sus fronteras viven 77.000 espa?oles, 300.000 italianos, 300.000 emigrantes originarios de la antigua Yugoslavia... En todas partes se ven restaurantes o centros sociales de casi todas las nacionalidades y en cualquier quiosco es muy f¨¢cil encontrar peri¨®dicos de todo el mundo. Y la violencia racista es casi inexistente.
Sin embargo, Suiza es tambi¨¦n un pa¨ªs donde lograr la nacionalidad representa "un proceso muy complicado y muy caro", seg¨²n reconoce Mario Tuor, portavoz del Consejo Federal para la Inmigraci¨®n. Y algunas leyes cantonales con respecto a los inmigrantes ponen los pelos de punta. En la ciudad de Meilen, los demandantes de asilo tienen prohibido entrar en los parques o reunirse en grupos en el centro. En Emmen, hasta que fue anulado por la Corte Federal, los ciudadanos decid¨ªan por votaci¨®n secreta qu¨¦ extranjeros recib¨ªan la nacionalidad y cu¨¢les no. Todos aquellos que proven¨ªan de la antigua Yugoslavia fueron rechazados. En 2002, el SVP perdi¨® por 3.000 votos sobre 2,4 millones de electores un refer¨¦ndum que propon¨ªa acabar de facto con el derecho de asilo en el pa¨ªs que invent¨® la Cruz Roja y que alberga la agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, que, por cierto, puso el grito en el cielo ante la propuesta.
Frente a la campa?a del SVP, de indudable car¨¢cter xen¨®fobo, el reci¨¦n elegido diputado por Los Verdes por Ginebra, Ueli Leuenberger, afirma: "En los ¨²ltimos cuatro a?os, este partido ha influido para bloquear la reforma de la legislaci¨®n sobre la inmigraci¨®n, al impedir por ejemplo que se permita trabajar a los demandantes de asilo mientras esperan la respuesta a su petici¨®n, y en gran medida ha contribuido a crear alguno de los problemas que denuncia y exagera".
Un eterno debate en el pa¨ªs de los referendos
La primera vez que el ultraderechista franc¨¦s Jean Marie Le Pen se present¨® a las elecciones presidenciales en Francia, en 1974, no habl¨® de inmigraci¨®n. Para entonces, en Suiza ya se hab¨ªan presentado tres iniciativas populares para reducir el n¨²mero de extranjeros con respecto a los suizos. La segunda, en 1970, propon¨ªa pasar del 17% de inmigrantes al 10%, lo que hubiese significado la expulsi¨®n de 300.000 personas en cuatro a?os. Sali¨® el no, pero un 46% vot¨® a favor. "Suiza es el primer pa¨ªs de Europa donde comenz¨® el debate p¨²blico sobre la inmigraci¨®n", se?ala el soci¨®logo Uli Windisch, especialista en inmigraci¨®n.
En su despacho de la Universidad de Ginebra, Windisch insiste en que, a pesar de la votaci¨®n del domingo, Suiza no es un pa¨ªs xen¨®fobo y recuerda que se aprobaron en refer¨¦ndum leyes contra el racismo en los ochenta. "Aunque se escuchen cosas muy desagradables, creo que todas estas votaciones han servido como v¨¢lvula de escape". Este profesor no considera que el SVP sea un fen¨®meno equiparable a Haider o Le Pen.
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