Editar, ?una pasi¨®n degradada?
TODOS LOS INDICIOS indican que la mayor aspiraci¨®n de un editor es encontrar un original del que pueda tirar cien mil ejemplares. Con la mitad, la aspiraci¨®n tambi¨¦n se cumple. Esa cifra, ostentada en una faja, es una se?al de perspicacia y ¨¦xito. Hay que creer que la obra que as¨ª logra llegar a un n¨²mero tan amplio de lectores representa el sentido literario que el editor considera una r¨¦plica adecuada a nuestro tiempo. El ¨¦xito comercial no necesariamente niega la exigencia art¨ªstica. Las cosas, sin embargo, son de otra manera; para qu¨¦ enga?arse. Las editoriales con gran poder econ¨®mico buscan best sellers para incrementar su cuenta de resultados. Importa poco si el autor es un gur¨² de la mistificaci¨®n o del sentimentalismo; si vende, ser¨¢ bienvenido al cat¨¢logo. Y aunque con menos tirada su econom¨ªa no se resiente, rara vez se arriesgan con un original del que no tengan la certeza de que vender¨¢n 8.000 ejemplares. El libro como mercanc¨ªa eficaz se desentiende as¨ª de su funci¨®n, que esencialmente es una formulaci¨®n sobre la realidad. Las editoriales no son desinteresadas empresas comerciales, sino plataformas ideol¨®gicas. El editor determina una concepci¨®n de la literatura, y eso es lo que quiere, cuando edita sus libros, imponer al p¨²blico. No es una actividad inocente; su prop¨®sito inicial deber¨ªa ser el sustento de la inteligencia, del placer o del discernimiento. Pero si hace dejaci¨®n de ese prop¨®sito, decant¨¢ndose exclusivamente por la contabilidad, act¨²a, igual que el infame Monk Eastman del cuento de Borges, como un proveedor de iniquidades.
En las editoriales modestas y discretas que se nutren de primeras obras, con escasa incidencia en el mercado, "la pasi¨®n de editar" deber¨ªa ejercerse con mayor responsabilidad, puesto que su campo de operaciones es artesanal. Sin embargo, muy al contrario, alcanzan un grado pavoroso de atolondramiento. Parece que cualquiera puede ser editor; su materia prima no requiere la explotaci¨®n de yacimientos, sino que surge naturalmente de los cajones de los ciudadanos. Cabe preguntarse: ?hay alguien por ah¨ª que no haya escrito un libro de cuentos o una novela? ?ltimamente este pa¨ªs parece Finlandia, donde no hay domicilio sin su correspondiente novela in¨¦dita. Sin embargo, a diferencia de los espa?oles, los finlandeses tienen criterio y sentido del rid¨ªculo. Escriben para soportar el largu¨ªsimo invierno, y cuando ¨¦ste acaba, y se leen a s¨ª mismos, consideran que ese modo de resistencia no merece otro lugar que el olvido. Aqu¨ª, la frase de un publicista pasa por un aforismo socr¨¢tico. Muchas peque?as editoriales, tan generosas ellas, aceptan publicar cualquier mazo de hojas, por el hecho de estar numeradas. Con eso basta. No piden m¨¢s. Contribuyen as¨ª a que este pa¨ªs sea una gran potencia editorial. No acierto a explicarme qu¨¦ satisfacci¨®n pueden hallar en editar libros cuyo valor literario est¨¢ por debajo de una tertulia televisiva. S¨ª, seguramente act¨²an con buenas intenciones. No me cabe duda. Pero su exigencia es tan escasa que su m¨¦rito es pernicioso. Ya lo dijo un prestigioso editor: "Lo peor no son los autores". F. S.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.