El mundo es sensacional
"Gane sus propias elecciones. Hable mejor en p¨²blico", leo en un anuncio del peri¨®dico. En la fotograf¨ªa sale don Joan Panad¨¨s, micr¨®fono en ristre, que acredita 29 a?os de experiencia como profesor de oratoria. Me apunto a sus clases.
La academia est¨¢ en un piso de la calle de Balmes. Me recibe una se?ora encantadora que se llama Margaret. Me invita a sentarme en el recibidor y vuelve a su mesa de trabajo. Mientras espero, oigo que alguien recita, con el tono de un rapsoda: "?Oh...! ?S¨ª...! ?Hablemos!". Do?a Margaret canturrea por lo bajo: "Hablemos, hablemos...", como si ya conociese el pasaje. En estas que se abre la puerta del aula. El profesor Panad¨¨s, elegante y cordial, despide a su disc¨ªpulo y nos indica a los nuevos que ya podemos pasar: "Este alumno que acaba de irse es un gran empresario con dificultades de voz", nos explica. "Habla ingl¨¦s y esto influye mucho en su mala dicci¨®n. Porque ya se sabe lo mal que vocalizan los ingleses". Se coloca en el atril y nosotros nos sentamos en las sillas, que tienen esa repisa plegable para tomar apuntes (y que tan discriminatoria es para el colectivo de los zurdos, del que formo parte). En las paredes hay folios con frases aleg¨®ricas. Leo: "Frase senzilla". En otra pone: "Paraula precisa (exacta)". Y hay dos m¨¢s: "Idea concreta" y "To adequat". En una repisa han colocado dos campanillas, y sobre la estufa, un cron¨®metro precioso del tama?o de un reloj de pared. En estas que llega mi compa?ero y amigo, el fot¨®grafo Roviralta, y empieza a tomar instant¨¢neas. Esto provoca que la se?ora Margaret abandone su puesto en la recepci¨®n para colocarse en la tarima, junto al profesor. Se apoya en un taburete como si fuese la ayudante de un mago y sonr¨ªe.
Lecci¨®n de oratoria, muy de actualidad por los m¨ªtines que nos esperan. Don Joan Panad¨¨s lleva 29 a?os dando clases
Don Panad¨¨s empieza la clase explic¨¢ndonos el temario. "Quiero hacer hincapi¨¦ en una cosa", dice. "Cuando vayan a preparar ese brindis para esa boda, ese dar las gracias porque los compa?eros me hicieron un obsequio en el trabajo, esas palabras de homenaje al amigo que se jubila... ?Hombre! D¨ªganlo. Lo trabajaremos aqu¨ª, si el asunto no es top secret. Porque a m¨ª me da igual mandarle a uno de ustedes que desarrolle el tema Mis vacaciones que o¨ªrle -si es abogado- ilustr¨¢ndonos sobre la diferencia entre robo y hurto. ?Eso nos enriquece!". Nos se?ala con el dedo, pasea y nos escruta. "Yo no les pondr¨¦ demasiados deberes. No les dar¨¦ modelos de discurso. Los van a crear ustedes. El ¨²nico discurso que les dar¨¦ de pe a pa, ¨¦se s¨ª, ser¨¢ el paneg¨ªrico para Sancho de ?vila. ?se s¨ª". La se?ora Margaret, inm¨®vil en el escenario, murmura: "?Dios m¨ªo!". Y el profesor se justifica: "S¨ª, s¨ª, porque antes no se hac¨ªa esto de alabar a un muerto". Todos le damos la raz¨®n.
"Los primeros minutos ser¨¢n de lectura en voz alta y vocabulario", nos advierte. "?Hay que vocabularizarse! Y veremos esas diferencias de niveles de lenguaje. El familiar, el est¨¢ndar... Por eso es importante el perfil del auditorio. ?Son mujeres? ?Acaso hombres? ?Todos socialistas? ?Todos del PP? Perm¨ªtanme que, como dec¨ªa Unamuno, hable de m¨ª mismo, porque soy el personaje que tengo m¨¢s a mano y el que mejor conozco". Hace una pausa y recoge las risas del alumnado. "Estamos en una era de tics de dicci¨®n". Mueve la cabeza y chasquea la lengua con disgusto. "Es lo que se llaman muletillas". Noto que los tics son su mayor preocupaci¨®n pedag¨®gica. "En catal¨¢n se dice mucho el com si digu¨¦ssim. ?Ay, el com si digu¨¦ssim...! Y tambi¨¦n se dice mucho el 'yo creo' y el 'yo pienso...", se queja, escandalizado. "?H¨¢ganme comas! ?H¨¢ganme pausas! Pero no me digan 'yo creo". Todos asentimos maravillados. Joan Panad¨¨s es un gran orador y deber¨ªan contratarle en alg¨²n programa de la tele o la radio como cr¨ªtico de discursos electorales.
"Tambi¨¦n daremos el c¨®mo preparar la conferencia. Y les daremos 24 maneras de comenzar. ?No una, ni dos! ?24! Y 12 maneras de acabar. Si Shakespeare dice: 'Todo est¨¢ bien si termina bien', yo digo: 'Todo est¨¢ bien si empieza y termina bien". Hace una pausa y se pone a pasear con las manos a la espalda, como el profesor Higgins, de My fair lady. De repente se para. "Hablaremos de la voz". Mira al infinito y levanta el brazo: "Naaace el arrooooyo, culebra/ que entre flores se desata/ y apenas, sieeerpe de plata,/ entre las flores se quiebra...". Regocijado por nuestras caras de espanto, interrumpe su interpretaci¨®n del mon¨®logo de Segismundo. "?Basta!", a¨²lla entonces. "?Se?oras y se?ores: basta!". Luego estalla en carcajadas y comprendemos que era una broma. Nos re¨ªmos con ¨¦l. "Vamos a puntualizar", propone. Y do?a Margaret, sin dejar de agarrarse al taburete, dice: "S¨ª, eso". Pero como el fot¨®grafo Roviralta da por terminado su trabajo, ella, por fin, puede abandonar su lugar en la tarima y sentarse en una silla.
Y don Panad¨¨s puntualiza: "Trabajaremos las descripciones. El retrato. ?Hay una falta total de describir! Y tambi¨¦n aprenderemos a improvisar. Que aqu¨ª, en el curso, se llama repentizar. Es lo que hacen los m¨²sicos, sobre todo los valencianos". "Hay m¨²sicos que tocan sin solfa ?verdad? Pues eso es repentizar". Y para ilustrar sus palabras, camina, marcando el paso por el escenario, como si tocase la trompeta en una banda, la mar de jovial. Do?a Margaret le mira con orgullo. Son dos personas extraordinarias.
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