Mejor los franceses
Quiso el director coreano enmarcar su actuaci¨®n en Valencia con dos oberturas de ¨®pera bien conocidas por el gran p¨²blico: La forza del destino para empezar y, como bis, la de Guillermo Tell. En medio, Prok¨®fiev, Debussy y Ravel. No parece muy coherente esta combinaci¨®n, surgida tras haber eliminado la obra que, en primera instancia, deb¨ªa acompa?ar al Concierto de Prok¨®fiev y que -ignoramos la causa- cay¨® del programa: la Sinfon¨ªa n¨²m. 8 de Shostak¨®vich.
Myung-Whun Chung decepcion¨® en la primera parte de la velada. La obertura de Verdi se interpret¨® de forma amanerada, con rupturas demasiado bruscas entre las diferentes secciones, que sonaron, algunas de ellas, adem¨¢s, lent¨ªsimas. No consigui¨® la ilaci¨®n necesaria para dar a la obra un acabado unitario, y se ech¨® a faltar esa tremenda sensaci¨®n de estremecimiento e inexorabilidad que poseen estas p¨¢ginas.
Ciclo de compositores del siglo XX
Orquesta Sinf¨®nica de la Academia Nacional de Santa Cecilia de Roma. Director: Myung-Whun Chung. Piano: Arcadi Volodos. Obras de Verdi, Prok¨®fiev, Debussy y Ravel. Palau de la M¨²sica. Valencia, 5 de noviembre de 2003.
Tampoco convenci¨® el Segundo Concierto para piano de Prok¨®fiev. La batuta result¨® m¨¢s bien ins¨ªpida y, aun poniendo las cosas en su sitio, la m¨²sica parec¨ªa divagar sin que se marcaran unas l¨ªneas claras para el trayecto. El sonido de la orquesta, por su parte, parec¨ªa poco n¨ªtido. Como resultado, se produjo un cierto "magma" sonoro que no es, precisamente, el envoltorio m¨¢s adecuado para el sarc¨¢stico y l¨ªmpido Prok¨®fiev. Arcadi Volodos, en el piano, luci¨® -como siempre- una t¨¦cnica apabullante, una potencia poderosa en ambas manos y una capacidad indiscutible para resolver con ¨¦xito los pasajes dif¨ªciles, pero, de nuevo (en su anterior visita a Valencia pas¨® lo mismo), se dej¨® en el tintero ciertas capas profundas de la m¨²sica que hubieran permitido comprender mejor la composici¨®n de su compatriota.
Mejor estuvo la segunda parte. Myung-Whun Chung trabaj¨® aqu¨ª la orquesta con un refinamiento y una claridad en la iluminaci¨®n de los planos que le hubieran sentado asimismo muy bien al Prok¨®fiev anterior. Hubo pianissimi y reguladores muy bellos, y el fraseo result¨® mucho m¨¢s el¨¢stico, aunque el gesto del director apareciera igualmente contenido. La percusi¨®n estuvo delicada, la madera estupenda -excelentes solos de flauta en Ravel- y la cuerda se convirti¨® (como corresponde al Debussy de los Nocturnos) en aut¨¦nticas "nubes" que se deslizaban por encima del sugerente corno ingl¨¦s. Aunque quiz¨¢ lo mejor fuera la gloriosa salida del sol -tan radiante como suave- en el Amanecer de Ravel (Daphnis et Cloe). Al director parec¨ªa resultarle -al menos, en la tarde del mi¨¦rcoles- mucho m¨¢s pr¨®ximo este mundo de exquisiteces sonoras que no el ¨¢cido Prok¨®fiev o el dram¨¢tico Verdi.
En cualquier caso, bien est¨¢ lo que bien acaba.
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