Mujeres infelices
El ¨¦xito internacional de su producci¨®n ha modificado ciertos par¨¢metros a la hora de percibir los dibujos de Maitena. Parece que la radicalidad que se le atribu¨ªa en sus inicios (empez¨® con historietas er¨®ticas en la revista Makoki) y la irreverencia que tanta unanimidad despertaron no puedan ser compatibles con el potencial mercadot¨¦cnico del humor que practica la dibujante argentina. El t¨®pico impone a los rebeldes la m¨¢s s¨®rdida de las miserias y, a ser posible, la autodestrucci¨®n. Esta vez, los dibujos recopilados corresponden a la etapa en la que Maitena colabor¨® con el peri¨®dico argentino La Naci¨®n, titulados Superadas 2. La diferencia entre una superada y una alterada (adjetivo con el que se dio a conocer en sus primeros libros) es secundaria. Se puede ser mujer alterada y superada al mismo tiempo. Los 144 dibujos que forman este volumen abundan en el universo ya conocido de Maitena. Pero, as¨ª como su discurso actual se estructura en forma de historieta (las que publica en El Pa¨ªs Semanal), en Superadas 2 todav¨ªa se ce?¨ªa a una imagen ¨²nica: dos personajes que comparten un di¨¢logo de tintes cotidiano-costumbristas y de clase media.
SUPERADAS 2
Maitena
RqueR. Barcelona, 2003
152 p¨¢ginas. 14,90 euros
A primera vista, podr¨ªa parecer que Maitena coquetea con el feminismo m¨¢s viscoso, aquel que repite los vicios de la peor misoginia pero con ojos de mujer (los hombres no levantan nunca la tapa del retrete, etc¨¦tera). Pero, en Maitena, este aspecto es m¨¢s descriptivo que de opini¨®n. Y es compensado por un retrato (o autorretrato) sobre la neurastenia vital que implica la pluriactividad de las mujeres que pretenden compaginar estabilidad afectiva, independencia econ¨®mica y realizaci¨®n profesional. De all¨ª, deduzco, el adjetivo de superada, que no excluye la denuncia de ese machismo que s¨®lo son capaces de practicar las mujeres. Otra cosa es que, en un exceso de entrop¨ªa, algunas vean en Maitena a un l¨ªder ideol¨®gico. Aunque tiene su l¨®gica: el retrato de mujer v¨ªctima de m¨²ltiples adicciones consumistas y emocionales produce una corriente de identificaci¨®n entre mucha gente, incluso entre hombres que no levantan la tapa del retrete.
Ser¨ªa mejor tomarse su obra no como un alegato en favor de un determinado sexo, sino como la descripci¨®n del desconcierto y de la infelicidad de una especie (humanos del primer mundo) a la que se le exige demasiado. En una vi?eta, vemos a dos ni?as entablando el siguiente di¨¢logo: "?En serio operaron a tu abuela? ?Pobre! ?Estaba muy enferma?". Respuesta: "?No! Est¨¢ b¨¢rbara. ?Se oper¨® las tetas!". En otras, una madre alterada y superada irrumpe en la habitaci¨®n de sus hijos y les espeta: "?Pero mu¨¦vanse un poco! ?Qu¨¦ soy yo, eh? ?La mucama de esta casa?". A lo que la hija responde: "?Pero mam¨¢! ?Como dec¨ªs eso? Si fueras la mucama por lo menos tendr¨ªas libres los fines de semana". Se trata, pues, de un humor casi terap¨¦utico, y que da que pensar no por su ambici¨®n est¨¦tica sino por la eficacia del dibujo y la capacidad para atrapar instant¨¢neas vitales de uso com¨²n. En cuanto a las referencias, es l¨®gico pensar en Claire Bretecher, aunque el discurso de la francesa entronca con una tradici¨®n m¨¢s literaria y existencialista. En Maitena hay m¨¢s vitalidad y un mayor gusto por el detalle. Con Roberto Fontanarrosa, en cambio, Maitena s¨ª comparte una concepci¨®n parecida de las vi?etas, con una intenci¨®n que encontramos en la trabajada calidad de los textos (a diferencia de Quino, maestro del humor filos¨®fico sin palabras). Y, como Fontanarrosa, Maitena tambi¨¦n utiliza esa ¨²ltima frase que cierra el gag con la contundencia de un portazo, la forma m¨¢s civilizada de bofetada.
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