Infantilismo
Dime ni?o, ?a qui¨¦n quieres m¨¢s, a mam¨¢ o a pap¨¢? Unos dir¨¢n que a mam¨¢, otros que a pap¨¢ y los m¨¢s educaditos y reprimidos contestar¨¢n que quieren a los dos por igual. Hasta aqu¨ª, todo normal. El problema surge cuando la pregunta se plantea entre pol¨ªticos adultos que aceptan elegir sus afectos entre dos figuras de autoridad dentro de su propio partido. ?C¨®mo es posible llegar a ese grado de infantilismo?
Los or¨ªgenes de este fen¨®meno tienen varios a?os, cuando los pol¨ªticos empezaron a llorar en actos p¨²blicos como muestra de sensibilidad y de atractivo humano, pero que en realidad s¨®lo significaba una falta evidente de estabilidad emocional. Luego vinieron los programas de radio y televisi¨®n de dudoso entretenimiento masivo, donde aparec¨ªan pol¨ªticos para demostrar su cercan¨ªa al gran p¨²blico. Era previsible que terminaran balbuceando caranto?as infantiles hacia sus progenitores. Pero no sab¨ªamos que las conductas m¨¢s regresivas de ese infantilismo ocurrir¨ªan precisamente en la pol¨ªtica valenciana, donde unos manifiestan abiertamente que quieren m¨¢s a Camps mientras que otros prefieren a Zaplana. Resulta dif¨ªcil encontrar alg¨²n ejemplo de mayor inmadurez en la conducta de adultos.
Es cierto que el problema no es exclusivo de Valencia. En t¨¦rminos generales, los pol¨ªticos espa?oles se dividen en dos grandes grupos y no precisamente por razones ideol¨®gicas. Unos son los adultos viejos de la ¨¦poca de la transici¨®n, posiblemente supervalorados por su comportamiento de entonces, pero en cualquier caso fuera de juego en la actualidad para captar con un m¨ªnimo de sensibilidad las nuevas tendencias de nuestra ¨¦poca. Luego est¨¢n los de una nueva generaci¨®n, adultos j¨®venes con una cara m¨¢s amable, que est¨¢n inmersos en los nuevos tiempos y que son capaces de vivir los problemas de la sociedad actual. Pero algo no ha funcionado en su formaci¨®n, posiblemente el descontrol educativo que hemos sufrido en estos ¨²ltimos veinticinco a?os, hasta el punto de que una mayor¨ªa de ellos manifiestan comportamientos infantiles a una edad que ya no les corresponde. La consecuencia es que los viejos ya no conectan y los j¨®venes balbucean, incapaces de negociar con estrategias maduras los conflictos de la gesti¨®n p¨²blica.
Las desavenencias entre Camps y Zaplana no son ideol¨®gicas, tampoco discrepan tanto en las estrategias y tienen poco margen de desviaci¨®n en los objetivos. ?Cu¨¢l es el problema? Alguien deber¨ªa hacer una cronolog¨ªa de los acontecimientos para llegar a la conclusi¨®n, posiblemente, de que estamos ante un tema de incompatibilidades psicol¨®gicas y no tanto ante un conflicto real. Si fuera as¨ª, y as¨ª me lo parece, las l¨ªneas de actuaci¨®n deber¨ªan ir por la negociaci¨®n madura que despejara equ¨ªvocos y malentendidos, en lugar de regresar a etapas infantiles donde todo se reduce a una elecci¨®n entre pap¨¢ y mam¨¢.
S¨®lo nos falta que la oposici¨®n entre en el mismo juego, que cerca le anda, intercambiando estampitas con las mismas figuras, en lugar de elaborar una alternativa s¨®lida y madura, que falta le hace, a las pol¨ªticas del Partido Popular. Si eso ocurre, terminaremos todos jugando en el patio del colegio y discutiendo sobre qui¨¦n es m¨¢s importante, el tuyo o el m¨ªo.
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