Im¨¢genes de la tribu de las letras
Daniel Mordzinski expone en La Maison de la Catalogne de Par¨ªs fotograf¨ªas de escritores catalanes
Todos hemos o¨ªdo hablar alguna vez de esas tribus africanas -?o quiz¨¢s son de Ocean¨ªa?- que no se dejan fotografiar porque temen que el objetivo les sorba el alma. Los escritores comparten en parte esa creencia, entre otras cosas, porque aceptan que el fot¨®grafo es un artista, pero, sobre todo, porque ellos escriben y describen personajes y est¨¢n convencidos de que con sus palabras tambi¨¦n tratan y retratan el alma. Sesenta de entre ellos han puesto la suya a disposici¨®n del radi¨®grafo Daniel Mordzinski, bonaerense afincado en Par¨ªs y colaborador gr¨¢fico habitual de EL PA?S.
El resultado de los sucesivos encuentros de Mordzinski con los hombres de letras se presenta esta vez en La Maison de la Catalogne, que, como su nombre no indica, est¨¢ en Par¨ªs, justo detr¨¢s del restaurante m¨¢s antiguo de la ciudad -Le Procope- y del edificio desde el cual Jean Paul Marat lanz¨® sus m¨¢s encendidas soflamas revolucionarias. ?Por qu¨¦ en La Maison? Sencillamente, porque todos los escritores que comparecen -en blanco y negro y en distintos formatos- viven en Catalu?a, sean del origen que sean, escriban en el idioma que escriban. Son catalanes en el sentido amplio de la palabra, es decir, sin que esto les impida ser otras muchas cosas, sin que esa identidad, definitiva o pasajera, interfiera en la que nos interesa ahora, que es la ligada al culto a la letra impresa. La exposici¨®n, bautizada como Les visages de l'¨¦criture, es hija de esa pasi¨®n mordzinskiana por los escritores.
"Los retratos s¨®lo pueden ser misteriosos cuando las personas son muy conocidas"
Todo arranc¨® en 1978, cuando un ciego genial se prest¨® a posar para ¨¦l. El retrato de Borges no es el mejor de los que le han hecho ni el mejor de Mordzinski, pero s¨ª abri¨® el camino a ese empe?o por citar ante el objetivo a tipos que son autores al tiempo que envoltorios humanos. Mordzinski comparte esta pasi¨®n por los escritores con ?ngels Garc¨ªa, directora de La Maison y coproductora del invento, que se prolonga -no pod¨ªa ser de otra manera- en un libro.
Las fotos, cuando son buenas, explican siempre m¨¢s de lo que muestran. Por ejemplo, que Javier Cercas, para poder leer a Shakespeare, necesita instalarse en el centro de una piscina desmontable que le a¨ªsle de las 28 ediciones de sus Soldados; que Ll¨¤tzer Moix pedalee en el balc¨®n de su casa porque es hombre de utop¨ªas razonables; que cuando Quim Monz¨® levanta los brazos al cielo e invoca a todos los dioses no se sabe si es para maldecir al pa¨ªs o para mirar si hay goteras en el aparcamiento subterr¨¢neo; que para Rosa Reg¨¤s o Juan Mars¨¦ la familia es muy importante, pero significa dos cosas bien distintas; que Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n estaba de acuerdo consigo mismo a falta de poderlo estar con el mundo; que Miquel de Palol debe de compartir con Wittgenstein algo m¨¢s que el inter¨¦s por las matem¨¢ticas; que Enrique Vila-Matas es el rey de la mise en ab?me y nadie juega con los espejos mejor que ¨¦l; que Horacio V¨¢zquez Rial sabe estar como en su casa en cualquier parte; que Josep Maria Espin¨¤s da mejor que nadie la imagen que quiere dar de s¨ª mismo; que Eduardo Mendoza mira al ojo de la c¨¢mara con tanta sinceridad que no deja ver otra cosa que los interrogantes que plantea; que F¨¦lix de Az¨²a transforma todo lo que le rodea para no desentonar nunca ¨¦l, ni siquiera junto a un tel¨¦fono de modelo anterior al cine en color.
Dice Mordzinski que "los retratos s¨®lo pueden ser misteriosos cuando las personas son muy conocidas". De ah¨ª que Porcel o Castellet sean meras siluetas de un contraluz. Tambi¨¦n explica: "Esta vez no he querido retratar a los escritores y su relaci¨®n con la ciudad: Barcelona es ahora demasiado fotog¨¦nica y, adem¨¢s, necesitas permisos para sacar cualquier fotograf¨ªa". De ah¨ª que el Eixample aparezca s¨®lo a trav¨¦s de un reflejo de la cafeter¨ªa en la que Ignacio Vidal-Folch se presta al juego, o que los barrios que se encaraman por las colinas s¨®lo puedan imaginarse a trav¨¦s del patio interior del apartamento de David Castillo.
La selecci¨®n de Mordzinski es "parcial y arbitraria, como todas", y da las gracias -o se excusa- a Jorge Herralde, Carmen Balcells, Enrique de Heriz y Silvia Fern¨¢ndez, que le han facilitado algunos contactos. "Espero devolver el favor: mis fotos van acompa?adas de una breve noticia biogr¨¢fica y bibliogr¨¢fica". Es decir, que despu¨¦s de descubrir a Carme Riera ceg¨¢ndose al sol, o a Cristina Peri Rossi luciendo unas hermosas ojeras, el visitante quiera saber algo m¨¢s de ellas -y de ellos, claro- y ese "algo m¨¢s" imprescindible lo facilita el fot¨®grafo, que no en vano es muy buen lector.
La gran mayor¨ªa de escritores no desaf¨ªan al objetivo -Mendoza s¨ª, ya queda dicho, y Bryce Echenique, desde sus estupendas gafas-, sino que prefieren simular haber sido sorprendidos por ¨¦l. Los ba?adores, mangas de camisa y otras indumentarias veraniegas contribuyen a proponer una imagen de felicidad que s¨®lo Az¨²a, en tanto que esp¨ªa que espera la llamada definitiva, parece romper. La foto de V¨¢zquez Montalb¨¢n aparece ahora con un tremendo "sentido a?adido" que da un relieve especial a lo que, en otro momento, ser¨ªa una mera referencia al refugio del escritor. "Quiz¨¢s sea ¨¦sa la gran virtud de la fotograf¨ªa: hacer perdurar momentos de vida", sugiere Mordzinski mientras intenta recordar a Jasper Johns, para quien la fotograf¨ªa "es un objeto que comenta la p¨¦rdida, la destrucci¨®n, la desaparici¨®n". Dos caras de la misma imagen.
Babelia
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