Como siempre, las estrellas
Al igual que todos los a?os, en estas fechas se descubren los secretos de las estrellas. Un mar de corifeos, acompa?ados de otro oc¨¦ano de informados, descubren al mundo como van a ser los pr¨®ximos d¨ªas de la humanidad, una vez que los estrategas de la Gu¨ªa Michel¨ªn -roja, como sabmos- hayan dictaminado sobre nuestro presente y porvenir.
Bien, pues parece que a juicio de los que m¨¢s saben y de todo opinan que, en lo tocante a las artes del comer y del beber, en la Comunidad Valenciana hemos llegado al nirvana, se respira una paz total y ninguno de los restaurantes que acompa?an nuestras soledades se ha movido ni un ¨¢pice de los valores que los hicieron emerger entre la vulgaridad que los circunda. Ni uno solo de los clasificados con estrellas -los ¨²nicos destacables a juicio de los comisarios de la Gu¨ªa- ha sido merecedor de un h¨¢lito de alegr¨ªa ni de un apunte de reprobaci¨®n. Ceteris paribus, se dir¨ªa en econom¨ªa -y en lat¨ªn-; todo permanece igual que acontec¨ªa, los buenos se estancan en su bondad y los malos se regodean en su estulticia, no impresionando en manera alguna al juzgador. Las calificaciones concedidas son inmutables y los galardonados -o reconocidos- por su calidad con alguna de las estrellas que imparte la publicaci¨®n se mantienen.
Resulta m¨¢s que sospechoso, yo dir¨ªa que insostenible, que en una comunidad en la que se han realizado los mayores esfuerzos en pro de la aventura de comer de forma diferente de c¨®mo lo hac¨ªan nuestros antepasados, parezca que no haya sucedido ning¨²n evento que impresione a los juzgadores, ni de forma positiva ni negativa. Que a un restaurante como Torrijos le hayan significado en el apartado de los vinos, proclamando a su propietaria nariz de plata -nada que ver con Valle-Incl¨¢n-, ni que La Sucursal a¨²ne una magn¨ªfica carta con otra soberbia sumiller, que Askua mantenga las mejores virtudes de asador que hay en Espa?a, o que Ca Sento resuma de forma impecable la conjunci¨®n producto/cocina o, al fin, que El Poblet de D¨¦nia supere de largo en el conjunto de sus virtudes a otros de los llamados grandes, ha pasado inadvertido para la Michel¨ªn, que s¨®lo tiene ojos para su ombligo de mantequilla.
Resultar¨¢, parece obvio, y creyendo de manera ferviente que los encargados de calificar los establecimientos obran de buena fe -aunque aquejados del mal franc¨¦s-, que el problema estriba en la ignorancia, por mejor decir, el desconocimiento, y que los llamados inspectores s¨®lo visitan a aquellos locales donde extra?os contubernios, econ¨®micos o medi¨¢ticos, los satisfacen.
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