D¨ªa del Cond¨®n
Ayer era el D¨ªa del Sida: lo son todos. Murieron en Espa?a 55.000 personas desde que entr¨®: millones de recuerdos cotidianos. Los dos amigos del sida son las patentes y las religiones. Las patentes impiden que las medicinas que pueden prolongar (no salvar) la vida lleguen a los pobres: de esa forma en ?frica un 33% de la poblaci¨®n -es s¨®lo un c¨¢lculo- sufre, morir¨¢ y lo extiende. ?frica se acaba. Se viene acabando desde que les quitamos j¨®venes, ni?os, mujeres, desde que suprimimos la esclavitud en nuestros pa¨ªses y fuimos a esclavizarles a domicilio; desde que les dejamos morir en el mar o les devolvemos a la muerte en esta tercera fase en la que quieren ser esclavos voluntarios, y no nos hacen falta tantos. La patente de las medicinas del sida y las de la malaria, la de otras enfermedades, no se la damos: destruir¨ªa el sistema de propiedad. Y los fil¨®sofos del laboratorio meditan: si se salvan de esas muertes, morir¨ªan de hambre o guerra.
Pero el sida no es una enfermedad del Tercer Mundo: all¨ª cunde mejor, pero aqu¨ª se mantiene. El enemigo, aqu¨ª, es la Iglesia: no tanto la org¨¢nica, la que trabaja bajo c¨²pulas o cimborrios, y en conferencias episcopales, sino su ej¨¦rcito silencioso, familiar, los que dicen que el cond¨®n no es protecci¨®n suficiente, como ¨²ltimo argumento, porque lo que les importa es la libertad del espermatozoide; como si no cayeran millones de estas supuestas vidas por las tazas del cuarto de ba?o o el bidet, incluso de los conventos, y como si tanto ni?o nacido con sida no fuese un infanticidio diferido. Como las guerras. De todas formas, hay que distinguir la iglesia que pare de la iglesia est¨¦ril, o que s¨®lo mete mano; la que pare, como la de los gobernantes que est¨¢n con el Opus o con los Legionarios, o son costaleros de pasos de Semana Santa pero luego dirigen la guerra injusta, tiene hijos, hijas, y acepta el preservativo. La que no pare, lo maldice, y ampl¨ªa la voz de moribundo que sale del Vaticano maldiciendo al sexo y se?alando que el cond¨®n corta el paso a la vida pero lo abre al infierno. Cosas que parecen imposibles sabi¨¦ndose lo que se sabe. Y teniendo que luchar por lo que es evidente (Guevara). El D¨ªa del Sida deber¨ªa llamarse el D¨ªa del Cond¨®n. Y que, en los colegios, los alumnos ense?aran su uso al fraile o a la monja.
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